Por Diego Fina. Luego de once años Ramón Díaz tuvo su emotivo retorno al Estadio Monumental con el triunfo por 1 a 0 ante Estudiantes, que lo ubica en lo más alto del Torneo Final. River es pura confianza y busca recuperar el fútbol que lo hizo grande.
Aquella vez no podía ser de otra manera. El técnico más ganador en la historia de River se iba del club siendo campeón un 12 de mayo del 2002, cuando vencía a Argentinos Juniors por 5 a 1. Ni el hincha más pesimista hubiese pronosticado lo que luego sucedería: sequía de títulos y descenso a la segunda categoría. El hombre indicado para volver a poner a River en los primeros planos era Ramón y no dudó en afrontar el desafio de recuperar el tiempo perdido con el club de sus amores.
El riojano ya le cambió la cara a este River. Venía de muy buenos rendimientos en el verano, con dos victorias ante Boca incluidas, y ahora comenzó el campeonato local con dos victorias. Si bien el nivel de juego del equipo no fue superlativo en ninguno de ambos partidos, se aprecia un cambió en la propuesta futbolística. Ramón lo tiene claro y busca transmitir el mensaje a sus jugadores: hay que ser protagonistas, intentar jugar bien al fútbol, darle un buen trato al balón, ser ofensivos y priorizar la tenencia de la pelota. Muestras claras de esto se vieron en el gol de David Trezeguet ante Estudiantes, tras una buena jugada colectiva con muchos toques, paciencia y cambio de ritmo. En declaraciones para Canal 7 luego de finalizado el encuentro ante Estudiantes, Díaz se mostró conforme con el rendimiento de su equipo en el primer tiempo pero destacó que “hay cosas para mejorar”. También agradeció al público por el apoyo y remarcó la importancia de poder “demostrarle a la gente como queremos jugar” y la actitud y ganas de sus dirigidos.
El objetivo del “Pelado” es devolverle al club de Núñez ese sello distintivo que lo destacó a lo largo de la historia, con el fútbol como bandera. Y para esto son varias las estrategias que ya puso en marcha, inicialmente con la motivación para con sus jugadores como factor clave. Por ejemplo, recuperó a Cristian Ledesma y a Walter Acevedo, antes rezagados en el plantel, pidió por la vuelta de Adalberto Román, quien demostró estar a la altura e insistió por la incorporación de Leonel Vangioni, uno de los valores más altos hasta ahora. La mano del entrenador se materializa en los rendimientos de sus dirigidos, a los que les saca el máximo provecho, haciéndolos sentirse importantes para la estructura del equipo y, por ende, logrando rendimientos que en definitiva son los que marcan la diferencia entre los clubes a la hora de conseguir títulos.
También impuso la idea de jugar con un enganche, algo a esta altura inusual en un fútbol argentino con planteos por lo general mezquinos. Ramón insistió por un refuerzo en ese puesto que finalmente no llegó, el apuntado era Jonathan Fabbro, y la confianza para ganarse el puesto la deposita en Manuel Lanzini y Mauro Díaz, mientras que en un segundo plano aparece la joven promesa Tomás Martínez y hasta la posibilidad de Juan Manuel Iturbe, aunque no sea su puesto natural. Justamente darles importancia a los juveniles también es otro elemento fundamental en la conformación del todo, aunque sin apurar los tiempos de las jóvenes promesas y respaldándolos con futbolistas de experiencia.
Por otro lado, Díaz absorbe toda la presión externa proveniente de los hinchas, medios de comunicación y demás, por lo que transmite tranquilidad a sus jugadores al momento de salir a la cancha, sin descuidar la voluntad de salir a buscar los partidos con una propuesta e identidad futbolística.
Es una buena noticia para el fútbol argentino el retorno de Ramón Díaz y permite a los hinchas de River soñar otra vez con pelear el campeonato y, sobre todo, con recuperar la mística perdida. Es el indicado para escribir otra página gloriosa en la historia del club “millonario” y así se lo hizo saber la gente que asistió al Monumental en su regreso. Volvió Ramón, el vendedor de ilusiones.