Por Agustín Cosovschi. Un repaso por la situación actual de los Balcanes y el sudeste europeo. Una zona históricamente conflictiva que hoy afronta, como el resto de Europa, los golpes de la crisis económica.
El sudeste europeo, en particular la Península Balcánica, ha sido desde el siglo XIX una región problemática y a la vez estratégica para las grandes potencias del continente. Desde la Primera Guerra de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial, pasando por el período de estabilidad política posterior a la Segunda Guerra Mundial que terminó con la caída del Muro de Berlín y las guerras de Yugoslavia en los años ’90, la región de Europa que alguna vez se repartieron los imperios Otomano y Austrohúngaro nunca dejó de ser un patio trasero un tanto problemático, a la vez que una zona disponible para los pactos entre los grandes poderes. Hoy, que la crisis económica amenaza la estabilidad del continente como hace mucho no ocurría, el sudeste de Europa vuelve a ser fuente de preocupaciones para las potencias de la región.
En el centro de la atención, la pequeña Eslovenia. País elogiado por su transición democrática y por su secesión casi inmaculada de la ex Yugoslavia, atraviesa hoy una profunda crisis económica y financiera que, por primera vez en mucho tiempo, lo ha sacado de su posición de niño mimado de la región. Único país de la ex Yugoslavia que goza del estatuto de miembro de la UE, a la que ingresó en 2001, Eslovenia ha sido azotado por la crisis desde 2009 y su deuda pública ha pasado de representar un 22% de su PBI al 53% en los últimos cuatro años. La pequeña nación centroeuropea, que enfrenta en este momento la posibilidad inminente de un rescate financiero y una oleada de protestas y manifestaciones como producto del ajuste del gobierno conservador, acaba de elegir al socialdemócrata Borut Pahor para la presidencia, quien tendrá que cabalgar entre las exigencias fiscales y el respeto de los derechos sociales que el electorado decidió no abandonar.
Su vecina Croacia, próxima a ingresar a la UE en julio de 2013 como miembro número 28 del bloque, lleva las cuentas públicas controladas pero no consigue dar vuelo a su actividad económica, luego de 4 años de recesión. Al igual que la República de Serbia, con quien Croacia ya ha normalizado las relaciones tras el sangriento conflicto que signó su separación de Yugoslavia, y que también recibió el status de candidato a miembro de la UE en marzo de este año, con vistas al futuro cercano. Sin embargo, si Belgrado está en una situación catastrófica, con niveles de ingreso por debajo de la media europea, su mayor problema se expresa en las altísimas tasas de desempleo que hace años azotan a la población. En este contexto, la mayor atención se concentra en las relaciones de Serbia con Kosovo, su ex provincia autónoma devenida en país independiente en 2008, y es en ese campo que el flamante presidente serbio Tomislav Nikolic parece querer destacar su gestión ante las autoridades europeas con vistas al ingreso.
Rumania, por último, no deja de ser una pieza fundamental en este complejo mapa regional. Segundo país más pobre de la UE, luego de su vecina Bulgaria, el país que en 1989 protagonizó el más violento de los alzamientos contra la dirigencia comunista de Nicolae Ceausescu es hoy una fuente de preocupaciones para las autoridades europeas, que ven en su tendencia al autoritarismo y sus altos niveles de corrupción dos trabas a la resolución de los graves problemas económicos. En este contexto, las recientes elecciones del 10 de diciembre, en las que la coalición de liberales y socialistas encabezada por el Primer Ministro Victor Ponta ha triunfado dejando por lejos rezagada a la fuerza del presidente Basescu, pueden ser determinantes para el juego político de este país que, a 5 años de su incorporación al bloque europeo, aún no consigue levantar vuelo.