Por Laura Cabrera/ Foto por Nadia Sur
La banda oriunda de Temperley fue la primera en tocar en el Teatro Greison, nuevo espacio cultural de Monte Grande. El show fue parte de la gira por los 15 años de Abrecaminos, disco emblemático del grupo de rock alternativo.
En 1999, el Otro Yo, con los hermanos Aldana (Cristian y María Fernanda) a la cabeza, veía nacer su tercer disco. Se trató de una producción independiente del sello Besótico Records. Un tiempo antes y para la grabación de este material discográfico, Ezequiel Araujo llegaba a la banda con sus teclados. Pero no fue lo único que se gestó por entonces, ya que con nuevos sonidos, los quince temas (catorce de estudio más el remix de “Melodías Vibradoras”) presentaron al público un nuevo concepto musical, un nuevo estilo. Allí nacía la música rock alternativa e independiente, esa que no seguía las ideas de mercado, la que nacía desde la autogestión.
Con esta propuesta musical también nacía una tribu urbana a la que llamaban “alternativos”. Los peinados de los y las adolescentes eran similares a los de Cristian y María Fernanda, la ropa negra combinada con colores brillantes, tules y vinchas eran los atuendos frecuentes, tanto como las mochilas y morrales plagados de pins de bandas como Ramones, Attaque 77, The Who o Sex Pistols.
Poco más de quince años después, precisamente el sábado pasado, El Otro Yo fue protagonista por dos, ya que fue la primera banda en tocar en el escenario del Teatro Greison, nuevo espacio cultural ubicado en Monte Grande, ciudad al sur del Conurbano bonaerense, y además festejó el cumpleaños número quince de aquél tercer disco: Abrecaminos.
Abajo del escenario ya no se veían los looks de la adolescencia, salvo algún que otro pelo violeta o rosado. Pero eran los mismos, los que vivieron esa época de sus vidas con El Otro Yo, los fieles que llegaban preparados para escuchar esos temas cargados de historias, los que llevan consigo cientos de recuerdos y los que aún conservan las remeras con aquel logo de las dos caras.
Arriba del escenario, luego de la presentación de Richter y Cirse (bandas soporte de la noche), El Otro Yo subía como cada presentación con sus mamelucos que los distinguen como los obreros de la música. “Filadelfia” y “10.000” fueron de los primeros temas en sonar y recordarle al público porqué estaba ahí.
Al repertorio le siguió una variedad y repaso por varios discos con clásicos como “No me importa morir”, “Inmaduro” y “Corta el pasto”, y entre cantos del público que además se animó a alguna que otra osadía con un único objetivo: subir al escenario y cantar junto a la banda. En ese sentido, el pogo y el mosh no faltaron en ningún momento, ni siquiera en los temas menos movidos.
Lo cierto es que con cumpleaños de Cristian Aldana incluido, el público que a esta altura ronda los veintipico y hasta treinta años volvió a revivir una época en donde la adolescencia coincidía con un nuevo estilo, una nueva forma de entender la música que no iba con los estándares del mercado.
Y el final llegó entre los temas más pogueros como “E.O.Y” y “La tetona”, y entremezclándose con la moda de 2015: las selfies. Sí, al terminar el show, los músicos desde el escenario y el público desde abajo levantaron los brazos para una foto general que inmortalizaría dos momentos emblemáticos: la apertura de un nuevo espacio para la cultura y el día en que el conurbano festejó los quince años de una nueva ola musical que los identificó durante un tiempo.