Por Isabella Gonçalvez Miranda, desde Brasil*. Más de 250 mil familias desalojadas, militarización de las barriadas, leyes excepcionales, explotación sexual y un gasto público exorbitante son algunas consecuencias del más lucrativo mega-evento del capitalismo global. Panorama de lo que ya dejó el Mundial en Brasil.
Cerca de dos mil millones de reales (equivalente a casi mil millones de dólares) fueron aplicados en seguridad, compra de armamentos, equipos de vigilancia y entrenamiento. El Mundial y los Juegos Olímpicos son los más importantes y lucrativos mega-eventos del capitalismo global. En el contexto de su preparación, se radicaliza el sentido de la privatización de la ciudad y de políticas públicas contra los cuales la izquierda brasileña, históricamente, embate. En Brasil, la realización de estos mega-eventos ha desestructurado la vida de más de 250 mil brasileños y brasileñas, que tuvieron sus derechos violados: comunidades desalojadas, favelas militarizadas, trabajadores desplazados y accidentados, niños y adolescentes en riesgo de explotación sexual, población en situación de calle violentamente oprimida, manifestantes criminalizados.
El clima de excepción generado por los mega-eventos atropella a los procedimientos democráticos de construcción de las ciudades, se flexibilizan las legislaciones nacionales, regionales y locales, y se promulgan instrumentos de excepción. Más allá de eso, son reactivadas leyes retrógradas como la Ley de Seguridad Nacional, y creados nuevos tipos de procedimientos penales para punir a todos aquellos que piensan en contestar la realización del Mundial. La democracia es puesta en juego para que sean ampliadas las posibilidades de una nueva configuración de las ciudades y se atienda a los intereses privados.
La Ley General del Mundial y sus correlatos, aprobadas en las Cámaras Municipales y Asambleas Legislativas, atacan a derechos constitucionales de los brasileños, como son el derecho a la libre circulación, al trabajo y al acceso a la Justicia. La creación de nuevas tipificaciones penales y de un tribunal exclusivo para juzgar a los crímenes en los alrededores de los estadios, es un abuso sin precedentes. Además, en las vísperas del Mundial, la militarización de las periferias viene ampliándose, no sólo en Rio de Janeiro, donde la presencia del Ejército, por tiempo indeterminado, en las favelas ya fue iniciada, pero en varias otras ciudades donde la Policía Militar intenta imponer con fuerza una paz sin voz.
El Mundial ha creado una ciudad de excepción, que profundiza la regla del país: una democracia militar cortada por fuertes desigualdades sociales, “administradas” por un modelo político que quiere agradar, simultáneamente, al trabajador y al patrón, al campesino y al terrateniente, al especulador y a la ocupación.
Es importante percibir que el Mundial y los Juegos Olímpicos no son eventos apartados, sino que componen un modelo de desarrollo capitalista que viene fortaleciéndose en las últimas décadas de crecimiento económico y que atropella los derechos y la dignidad de las comunidades, eliminando, en muchos casos, sus formas de vida y sus condiciones de existencia. En este sentido, la minería, las represas, las grandes operaciones urbanas y los mega-eventos, son faces de una misma moneda.
Entre las violaciones de derechos que se destacan en el contexto de la realización del Mundial en Brasil, éstas son algunas de las situaciones más graves:
1) La violación del derecho a la vivienda y la limpieza de los centros urbanos: El Mundial es la excusa perfecta para la profundización del modelo neoliberal de las ciudades. Además de la especulación inmobiliaria ocasionada, que afecta particularmente las familias pobres y que viven en casas alquiladas, más de 250 mil personas fueron desalojadas o amenazadas de remoción por motivo de las obras de infraestructura del Mundial. Negación de reglamentación sobre la tierra, desalojos violentos, truculencia por parte de la Policía Militar y del poder municipal, chantajes y presión psicológica, son algunas de las estrategias usadas para obligar a las familias a salir de áreas que ocupaban hace décadas y dar lugar a las obras del Mundial. La situación es extremadamente preocupante en el caso de la población en situación de calle, que es violentamente expulsada de los centros urbanos, o mismo encarcelada durante el mega-evento. En la Copa Confederaciones, varias personas en situación de calle desaparecieron y niños y adolescentes fueron internados de manera forzosa en las distintas ciudades-sede. Además, el Mundial ha excluido radicalmente la posibilidad de la población de ocupar y construir el espacio urbano de una forma colectiva y democrática. Legislaciones de excepción votadas regional y nacionalmente permiten a los sectores empresariales privatizar la ciudad que debería ser de todos y todas, amparados aún por la fuerza represiva del Estado.
2) Violación del derecho al trabajo y exploración hasta la última gota: La FIFA y los gobiernos intentan vendernos la idea de que el Mundial nos traerá muchos empleos y renta a la población. ¿Pero qué tipo de trabajo y economía es dinamizada por el Mundial? La gran mayoría de los trabajos generados por el Mundial son empleos temporarios en las obras de infraestructura y estructuras de hoteles. Además, las reglas de licitación para el comercio en el Mundial excluyen la economía popular y benefician sólo a las empresas multinacionales. En los estadios brasileños, es tradicional la venta de alimentos típicos, bebidas y otros productos en su entorno por “vendedores informales”, tales como los “Barraqueiros del Mineirão” (estadio de Minas Gerais), las “Baianas do Acarajé” y las ferias de artesanía. Estos profesionales autónomos ya eran regularizados de acuerdo con normas municipales y exigencias sanitarias. La FIFA exigió la retirada de todos ellos y los gobiernos municipales se niegan a garantizar a esta gente otra opción de trabajo. En la ciudad de Belo Horizonte se trata de la pérdida directa de más de cuatro mil puestos de trabajo, esto sin contar aquellos muchos trabajadores que serán perseguidos e impedidos de laborar durante el Mundial, mientras las ganancias de las grandes empresas asociadas a la FIFA (McDonalds, Heineker, etc.) están garantizadas.
3) Machismo y riesgo de explotación sexual: La historia de los mega-eventos revela un dato preocupante: en Mundiales y Olimpíadas, la explotación sexual de niños y adolescentes crece, además de la trata de personas. La FIFA ya ha declarado que no tiene que ver con esto, ignorando su responsabilidad. Las actitudes y exigencias de la organización facilitan los procesos migratorios, que pueden ampliar la trata de personas, a la vez que se decretan vacaciones escolares, retirando un espacio de protección y promoción del pleno desarrollo para los niños. Además, las empresas asociadas a la FIFA estimulan la “venta” de la imagen de la mujer brasileña transformada en objetivo, estimulando el turismo sexual de forma absolutamente racista y sexista, como en el caso de la marca Adidas. Los gobiernos locales, a su vez, no presentan campañas de prevención a estos abusos; por lo contrario, flexibilizan los requisitos migratorios para facilitar la entrada y salida de hinchas.
4) Gastos públicos para ganancias privadas e inversión de prioridades: Los gastos públicos con la realización del Mundial en Brasil son contradictorios, porque además del dinero invertido directamente en las obras de infraestructura (28 millones de reales previstos inicialmente) existen todavía los recursos de la población que son aportados por el Estado: los equipos de salud, seguridad, etc. Además, la FIFA exigió y conquistó la exención de impuestos para sí misma y sus patrocinadores. Durante el Mundial, empresas con grandes ganancias como el Banco Itaú, Ambev, Hyunday, Coca-Cola y otras, no pagaran Confins, ICMs e impuestos municipales. Esto privará a los cofres públicos brasileños de 10 mil millones de reales. Además, los gastos “extras” para los días de los juegos crearán una gran deuda para estados y municipios. Resultado: ganancias para las grande multinacionales y constructoras, pérdidas para los ciudadanos y las ciudadanas. Los gastos públicos en el Mundial terminan sacando la posibilidad de inversión en otras áreas prioritarias como la vivienda, salud y educación. Necesitamos escuelas, casas y hospitales, ¡y no estadios elitistas!
5) Criminalización de los Movimientos Sociales y de las protestas: La FIFA impone condiciones que violan derechos humanos y la misma democracia, además de pisotear las luchas y conquistas del pueblo. Durante las protestas de julio de 2013, que ocurrieron simultáneamente a la realización de la Copa Confederaciones, varias consignas y afiches explicaron las violaciones de derechos, se pronunciaron contra los abusos de la FIFA y denunciaron la desatención de áreas como la salud, la educación, la vivienda y la movilidad urbana. Mientras tanto, hay una inversión de miles de millones en la realización del Mundial. En ciudades como Belo Horizonte y Rio de Janeiro, el carácter anticopa de las protestas fue acentuado. Símbolos del mega-evento fueron atacados y destruidos. En Belo Horizonte, la ruta de las grandes marchas fue construida siempre en rumbo al área de exclusión generada por la FIFA. La represión fue dura y ocasionó muertes entre los manifestantes.
La Policía Militar, cuya actuación truculenta ya es conocida en las periferias, demostró en las calles su faz más suave que, asimismo, fue represiva. Las policías militares regionales de Brasil son reconocidas como las más violentas del mundo y su extinción ya fue recomendada por la ONU. Una policía que mata más que muchos ejércitos y que también asesina más que todas las otras policías. Esta verdadera guerra en la cual vivimos promete aumentar con el Mundial: cerca de dos mil millones de reales son invertidos en seguridad, en la compra de armamentos, equipos de vigilancia y entrenamientos. En noviembre del 2012, el gobierno federal compró 50 millones de reales en armas menos letales (balas de goma, bombas de gas lacrimógeno, entre otras), que serán utilizadas en la represión de manifestaciones y protestas populares no violentas.
A poco menos de 30 días para el Mundial, queda muy claro para las fuerzas políticas de izquierda que el Mundial es un mega-proyecto de las élites que servirá para explotar y violar la dignidad del pueblo.
¿Por qué no desistimos de hacer la crítica al Mundial? Porque el Mundial ha causado sufrimiento humano injusto y violaciones de derechos que nos deshumanizan a todos, y porque creemos que la lucha es la más efectiva y democrática manera de transformación de estas condiciones de opresión.
Criticamos el Mundial para no ocultar el legado perverso que este evento deja en muchos brasileños y brasileñas, y para que nunca se pierda nuestra capacidad de indignación frente a las injusticias. Luchamos para que los derechos de las poblaciones sean reparados, y para que se termine el proceso de limpieza y militarización de las ciudades, en perjuicio de los grupos más vulnerables. Luchamos para que el modelo de ciudad impulsado por este mega-evento no cambie el cotidiano de producción del espacio urbano brasileño.
Criticamos el Mundial, como criticamos a todos los mega-proyectos de desarrollo que interponen los intereses del capital sobre los derechos y dignidad de las personas. Repudiamos la manera como el gobierno brasileño ha facilitado estos mega-proyectos en Brasil y en otros países del sur.
Criticamos el Mundial de la FIFA, no al fútbol en general, deporte que despierta tantas emociones y alegrías. La FIFA representa hoy, a nivel mundial, uno de los símbolos más evidentes de lo que el capitalismo tiene de peor: pulsación desenfrenada por la mercantilización de todas las esferas de la vida, una política internacional y corrupta, dominación y desprecio por las poblaciones locales, presión por la instauración de un estado de excepción, cuyo objetivo último es destruir la democracia para asegurar la acumulación sin fin.
El último día 15 de mayo empezó la agenda de luchas unificada contra el Mundial. Esta agenda, debatida en el Primer Encuentro de Afectadxs por el Mundial, cuestiona de manera incisiva el actual modelo neoliberal de políticas públicas en el campo y en la ciudad, y la criminalización del disenso y de la protesta, que actualmente se intensifica en el país a través de la Ley General del Mundial y de la activación de legislaciones atrasadas, tal como la Ley de Seguridad Macional.
*Isabella Gonçalves Miranda es integrante del Comité Popular de lxs Afectadxs por el Mundial de la ciudad de Belo Horizonte (Minas Gerais) e integrante de la Articulación Nacional de los Comités Populares del Mundial.