Por Lucas Abbruzzese
No existen los equipos coperos, sí alineaciones que quedaron para la historia por destacarse en el plano internacional. Sin embargo, desde la prensa catalogan erróneamente a ciertos clubes.
Jugar para ganar es una de las tantas frases hechas que se han repetido en torno al fútbol. Han hecho del deporte una maquinaria del “como sea” y una cuestión de obligaciones que lo han destrozado. Que angustian al futbolista. “Queda en la memoria quien gana”, recitan contentos aquellos resultadistas que corren detrás del marcador. De lo que se olvidan es de la esencia, del por qué, del cómo: las personas juegan para ser felices, para disfrutar del juego. No hay nada mejor que quedar en la memoria, algo que sólo se logra con buen fútbol, asociado, de pase y alejado de las tensiones cotidianas.
Dentro de esas obligaciones del “como sea” está la de los supuestos equipos coperos. Un mote devastador para algunos clubes. Boca e Independiente, por citar dos casos, han gozado cada uno en un tramo de su historia de inolvidables elencos que triunfaron a nivel internacional. Como consecuencia quedó instalada la obligación de ganar cada copa que juegan, como si fuesen los únicos participantes. La mochila que le queda a las siguientes formaciones es tremenda, o al menos así lo hace saber gran parte de la prensa. No pueden perder, es pecado. Le faltan el respeto a la historia, como si la misma no estuviese hecha de infinitas más caídas que triunfos.
Es decir, Boca o Independiente o ahora River no son equipos o instituciones coperas. Los que sí lo fueron sus jugadores en determinado momento, la cabeza de su entrenador y la fortuna necesaria para campeonar. Bochini fue copero, no Independiente; Riquelme lo fue, no Boca; el pasado River lo demostró, no su historia; el Real Madrid de Di Stéfano, no los que le siguieron. Casos excepcionales.
Así como se crean ídolos tan rápidamente, los apodos a las instituciones aparecen como un relámpago y quedan instalados, no se sabe bien por qué; si para justificar una derrota, si porque no se piensa qué lugar ocupa cada uno en el tiempo; u otro motivo. El hincha compra, consume y cree en la necesidad impostergable de alzar cada trofeo continental. Esta semana empezó la participación de todos los argentinos en la fase de grupos de la Libertadores y se escucharon cosas tales como “River la debe ganar porque es el último campeón” o “Boca no puede fallar porque así lo asigna su historia”. No se analiza el juego, las circunstancias, los imprevistos y decenas de factores que también son el fútbol, algo que está lejos de las palabras y los apodos que solo contribuyen a la locura, la inmediatez y el resultadismo.