Por Emiliano S. No Tango Swing es la carta presentación de El Método, banda mendocina de tango fusión que usa la calle como escenario principal.
La categoría ‘Tango Fusión’ trae consigo mitos y supersticiones. Los acérrimos defensores de la vieja guardia de la música ciudadana, ya sea de Orquesta o de guitarras peladas, se enfrentaron a un oleaje no menos significativo, desde lo técnico y lo conceptual: extremar los límites del tango. Eso implica, redefinir las fronteras de la lírica, de la música y de la performance. Nuevos recursos tecnológicos en manos de una generación sin gomina, pero con rastas, que camina los 100 barrios porteños y desde la calle difunde su actividad artística.
El 2001 rompió muchos mitos, eso ya lo sabemos. Musicalmente, entre otras rupturas de paradigmas, el tango fusión emergió desde tres corrientes no tan homogéneas. La Orquesta Típica Fernández Fierro, que no sólo reversionaba a los próceres sino que también se animaba a ponerle letra a un nuevo escenario social, político-económico y cultural, debutaba en ese 2001 de barricadas con Envasado en origen. La propuesta impactaba más desde el vestuario y lo generacional (el mito de que es un movimiento de “jóvenes”, únicamente) y en menor medida desde lo musical. Bajofondo, el monstruo del mainstream para este neo género, editó Bajofondo Tango Club en 2002. La influencia del pop que desplegaban Santoalalla y Campodónico tuvo su micro paraíso a escala continental en los Latin Grammy 2008, nominados a la mejor canción alternativa (subrayen “alternativa”, por favor) con “El Mareo”, tema donde Gustavo Cerati le pone la voz. Gotan Project, finalmente, tamizó el 2 x 4 en las bandejas de un DJ. Esta experiencia mixta del argentino Eduardo Makaroff, desde París (sic), se conoció también en 2001 con “La Revancha del Tango”.
Quizás, si pensamos en el linaje de El Método haya que acercarse a lo que ganó (territorial y musicalmente) la Fernández Fierro, allá por el 2001. Irrumpir en las calles de San Telmo y en las milongas de Independencia 572 no fue tarea fácil. La banda viene trabajando desde 2007, instalada en Buenos Aires, pero su placa debut, No Tango Swing, salió a la calle en 2010. El índice de polaridad negativa del título del disco, “No…”, es todo un signo de una ausencia que se rellena con condimentos de diversos continentes. El mito de que se hace tango fusión a partir de melodías típicas rioplatenses redunda. En la canción “Otchichornya”, por ejemplo, lo que se respeta es el fraseo de la canción popular ucraniana.
En cuanto a las versiones, El Método milonguea en “Sweet Georgia Brown”, escrita por Ben Bernie en 1925, clásico del jazz. Pero no es todo. Ernesto Nazareth, el padre del tango brasileño, precursor de la alternatividad en la música popular brasileña y el juego con los géneros híbridos, es homenajeado en “Apanhei – te Cavaquinho”. Para la cosecha local, pasan, entre otros, “Libertango”, “Oblivion” (con una densidad deslumbrante) y “Reunión cumbre” de Piazzolla (que siempre garpa) y el hit del club social: “El Once (a divertirse)” de Osvaldo Fresedo.
Una de las características saludables del disco es la producción independiente y autogestiva de la banda. No solo se vive de versiones, mucho menos de vanguardismo, de los cuales El Método escapa. “200 besos” de Alejandro De Salvo (guitarra) es una bossa con regiones de vaudeville. Un universo circense y burlesco que se monta en un más allá del tango y del sonido. Con “200 besos” imagen y sonido se reúnen.
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