Por Miguela La Cruz
“Escribiremos poesía hasta que bajen la guardia”, le dijo el uruguayo Jorge Cazulo al entrenador Mariano Soso en una charla. Seguiremos rompiendo prejuicios y discursos armados, seguiremos deconstruyendo y reinventando al fútbol y a sus jugadores hasta que no haya más sombras.
Hay una idea instalada que dice que el jugador de fútbol es superficial, que no piensa para hablar, que sólo repite ideas mecanizadas y no tiene intereses sociales. Cazulo es uno de muchos jugadores que se animan, hace tiempo, a escribir verdades en el aire y a comprometerse con el mensaje, con la actualidad y con la calle.
Existe una gran cantidad de futbolistas que entendieron la responsabilidad que tienen al ser referentes y al ser observados. Fácil hubiese sido aceptar lo ya establecido, pero como dijo el cantautor Jorge Drexler: “Lo mismo con las canciones, los pájaros, los alfabetos: si quieres que algo se muera, déjalo quieto”. Y vaya que no dejaron esa idea quieta. Empezaron un movimiento y una nueva forma de construir la idea del jugador de fútbol. Desde hace tiempo ya dejó de ser Sócrates la única rareza en este mundillo.
Sebastián Dominguez se ató el pañuelo verde a favor de la legalización del aborto en Argentina, Agustín Lucas alzó la voz en Uruguay cuando empezó, junto a sus compañeros, con el movimiento Más Unidos que Nunca , Pablo Aimar, Juan Pablo Sorín, y muchos más escribieron sus historias en un libro hermoso y valiente titulado “Pelota de Papel”, el peruano Juan Cominges hizo un gol y mostró la remera con la inscripción ´Hasta la victoria siempre Fidel´, Ignacio Bogino y Leonardo Di Lorenzo, jugadores de Temperley, llevan adelante un programa de radioKurt Lutman, en Argentina, se alzó contra los poderosos y renunció a ser cómplice de una dirigencia nefasta; se fue diciendo: “Me retiro del fútbol cansado de los discursos individualistas y del éxito para pocos”.
Todas estas formas de rebeldía fueron necesarias y propulsoras de una corriente de jugadores que ya no descansa: responsables socialmente, valiosos, valientes y desafiantes. Jugadores que revelan al fútbol como un lugar de encuentro colectivo e insisten en la necesidad de que los valores de amistad y solidaridad primen por sobre el negociado. Jugadores a los que la injusticia les duele.
El fútbol sirve como puente para unir personas, sirve como excusa para que los niños y las niñas escuchen, lean a sus ídolos, aprendan y luchen, sirve para patear el escritorio de los poderosos y venir a cantar verdades. Sirve para batallar en la cancha y en las tribunas para que nadie nunca pueda sacarles valor. Sirve para creer y crecer.
La revolución de los trabajadores de la pelota vino para quedarse. Estos ídolos, referentes, soñadores, jugadores de la vida, escribirán poesía hasta que bajen la guardia porque así este tiempo lo demanda.