Por Redacción Marcha y Contrahegemonía
En el Dossier “Bicentenario: la Independencia en debate”, relevamos a las figuras importantes de aquella Independencia y traemos su legado hasta hoy, para pensar este presente en el espejo de la historia. Hoy, Mariano Moreno y Juan José Castelli, representantes del jacobinismo criollo.
En la siguiente semblanza realizaremos una breve introducción de los textos que conforman la presentación de los jacobinos criollos, hablamos de Juan José Castelli y Mariano Moreno. El mismo cuenta con las biografías de ambos personajes, un artículo de Guillermo Caviasca y un fragmento del “Plan revolucionario de operaciones” de Mariano Moreno.
El contenido popular y revolucionario de la independencia Argentina
El artículo de Guillermo Caviasca presenta “tres ideas fuerza para la interpretación de la independencia Argentina”. Expone que “fue una revolución popular, que tuvo gran participación de las masas, y que los objetivos y conclusiones de todo el proceso revolucionario estuvieron en disputa por varias décadas”, además que “la tarea de construir un Estado nación moderno era uno de los desafíos revolucionarios” y por ultimo desarrollara “cómo a través de las fuerzas militares que surgieron en el proceso revolucionario las masas impusieron parte de sus intereses en la orientación de la política de las dirigencias más permeables a su influencia”.
A lo largo de diversos apartados el autor concreta un completo panorama de aspectos claves en la puja de intereses y proyectos de los distintos sectores en disputa. “La revolución de la independencia como guerra popular”, “Proteccionismo posible”, y “Las contradicciones de una revolución que debía crear sus propias bases” son algunas de las secciones del artículo.
Caviasca traza una continuidad entre la gesta independentista y la actualidad, a modo de conclusión y proyección: “Hace 200 años el 9 de julio de 1816, finalmente, se declaró la independencia de `toda dominación extranjera´. La idea de `toda´ y no solo de España, fue una imposición de los patriotas sanmartinianos y de la gran movilización popular que en esos momentos inundaba el territorio virreinal en el norte y el litoral, frente a los liberales porteños que buscaban dejar las puertas abiertas a conseguir la protección británica o de alguna potencia. La independencia no pudo ser llevada a fondo, pero la historia y los proyectos de esos patriotas siguen siendo para nosotros el programa de nación que debemos concretar”.
Plan revolucionario de operaciones
Rescatamos como documento histórico un fragmento del “Plan Revolucionario de Operaciones” (1810) de Mariano Moreno. El escrito fue encargado por la Primera Junta y plasma el pensamiento político del Secretario con sus posiciones jacobinas.
Foco de controversias historiográficas, el texto detalla acciones “Que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad e independencia”, pero sobre todo pone en cuestión el carácter de la Revolución y también del uso de la fuerza y el terror en la incipiente revolución: “el hombre en ciertos casos es hijo del rigor, y nada hemos de conseguir con la benevolencia y la moderación; éstas son buenas, pero no para cimentar los principios de nuestra obra”, escribiría Mariano Moreno. Además, “En el Plan de Operaciones, después de la idea de librecomercio, se desarrolla una posición “industrialista” y “dirigista” para crear una estructura económica nueva” explica Caviasca en su artículo.
Las posturas más conservadoras entre los revolucionarios de 1810 se impusieron y el Plan de Operaciones pasó al olvido, para luego ser hallado en 1896, en el Archivo General de Indias.
El jacobinismo criollo: Moreno y Castelli
Como explica la introducción de las biografías, podemos resumir el perfil de ambos patriotas como “el ala más radical de la Primera Junta. Influenciados por las ideas de la revolución francesa, asumieron la necesidad de cambios estructurales y el carácter necesariamente violento de los procesos de transformación social. Comprendieron el papel insustituíble de los pueblos indígenas del continente, a quienes interpelaban en el proyecto de construcción de una nación independiente”. Algunos rasgos fundamentales de sus vidas serán resumidos a continuación:
Mariano Moreno nació en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1778, tenía veintiún años en 1799 cuando llegó a Chuquisaca, donde siguió sus estudios de teología y derecho en esa Universidad. Moreno tomó contacto por primera vez con los grandes pensadores del “siglo de las luces” y quedó particularmente impresionado por Jean Jacques Rousseau, el autor de El contrato social. En 1802, Moreno visitó Potosí y quedó profundamente conmovido por el grado de explotación y miseria al que eran sometidos los indígenas en las minas.
Moreno se acercó a los sectores revolucionarios que venían formándose desde las invasiones inglesas. Fue nombrado secretario de la Primera Junta de Gobierno y su protagonismo comenzó el 25 de mayo de 1810, al asumir las Secretarías de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. Desde allí desplegará toda su actividad revolucionaria. Bajo su impulso, la Junta produjo la apertura de varios puertos al comercio exterior, redujo los derechos de exportación y redactó un reglamento de comercio, medidas con las que pretendió mejorar la situación económica y la recaudación fiscal. Creó la biblioteca pública y el órgano oficial del gobierno revolucionario, La Gazeta, dirigida por el propio Moreno.
Moreno presentó el “plan de operaciones” a la Junta en agosto. Allí propuso promover una insurrección en la Banda Oriental y el Sur del Brasil, garantizar la neutralidad o el apoyo de Inglaterra y Portugal, expropiar las riquezas de los españoles, destinar esos fondos a crear ingenios y fábricas, y fortalecer la navegación. El Plan constituía los lineamientos generales de un proyecto autónomo para la región. Saavedra, para desembarazarse de él, lo envió a Europa con una misión relacionada con la compra de armamento. Moreno aceptó, quizás con la intención de dar tiempo a sus partidarios para revertir la situación, y quizás también para salvar su vida. El 24 de enero de 1811 Moreno partió a altamar. Si bien nunca había gozado de buena salud, al poco tiempo de partir hacia Londres se sintió enfermo. Murió en el viaje tras ingerir una sospechosa medicina suministrada por el capitán del barco. Saavedra se libraba de Moreno, quien falleció presumiblemente envenenado con arsénico.
Juan José Castelli nació en Buenos Aires el 19 de julio de 1764. Estudió filosofía en el Real Colegio de San Carlos y en el Colegio Monserrat de Córdoba. Se recibió de abogado en la Universidad de Charcas. Durante la Revolución de Mayo Castelli fue comisionado para intimar al virrey Cisneros a que cesara en su cargo y participó activamente en el cabildo del 22 de mayo derribando con su vibrante oratoria los argumentos de los representantes del Virrey, que lo calificaban de “subversivo” y “principal interesado en la novedad”, o sea en la revolución. A partir de entonces, lo llamaron “el orador de la revolución”. Fue uno de los vocales más activos de la Junta de mayo y uno de los más cercanos a las ideas del secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno. A Castelli se lo encomendó para ocupar el Alto Perú. Partió al frente de aquel ejército de la patria con lo poco que había. Para el primer aniversario de la Revolución, Castelli convocó a todas las comunidades indígenas de la provincia de La Paz a reunirse ante las ruinas de Tiahuanaco. Allí estaban todos, centenares de aborígenes y soldados del Ejército del Norte esperando por la palabra del orador. Castelli comenzó rindiéndole un homenaje a la memoria de los incas e invitó a los presentes a hacerles justicia a los antepasados expulsando definitivamente a los invasores españoles. Mientras tanto, la junta saavedrista enviaba a su representante órdenes que tenían como único objetivo la desmovilización y la derrota de un ejército considerado peligroso para los intereses de Buenos Aires.
Castelli pactó una tregua con los realistas, que éstos no respetaron, y sorprendieron traicioneramente a las fuerzas criollas derrotándolas en Huaqui el 20 de junio de 1811. El Alto Perú era un infierno y en Buenos Aires conspiraban contra él. Tras la derrota, el gobierno porteño mandó a detener a Castelli. Se lo acusaba de “mal desempeño” político y militar en el Alto Perú. A su regreso a Buenos Aires, el Triunvirato lo procesó y encarceló, aunque el juicio nunca llegaría a su fin. Pero en Castelli otro proceso más terrible que el judicial se había desatado hacía algunos meses. Una quemadura mal curada provocada por un cigarro, había dado inicio a un letal cáncer en la lengua. Según la partida de defunción emitida por la parroquia de la Merced, en la noche del 11 de octubre de 1812 recibió todos los sacramentos. Pidió papel y lápiz y escribió: “Si ves al futuro, dile que no venga”. Así, Castelli, “el orador de la revolución”, murió de cáncer de lengua en las primeras horas del 12 de octubre.