Por Facundo S. Merlán Rey. Las pasadas noches de jueves y viernes, La Doblada se presentó en el bar El Imaginario de Almagro. Dos veladas de contundencia musical al servicio del oído del pueblo.
Noche de viernes. Clima extraño, amenazante pero solo eso, amenazante. Una vez más ese bar cuyo nombre tiene un significado en sí mismo, nos abría sus puertas de manijas bajas. En la esquina de Bulnes y Guardia Vieja, El Imaginario sería epicentro por enésima vez de esa comunión entre los sonidos instrumentales y los oídos receptores de su público, llamada “música”. Imaginario es hoy por hoy un lugar como El Imaginario. Un bar que hace recordar a lo mejor de las épocas under de nuestro rock/pop nacional. Momentos en los que el negocio no adornaba los escenarios y los grandes Estadios y predios eran esporádicos. Donde la mística radicaba en el misterio de esas escaleras que llevaban a los sótanos donde Sumo, Soda Stereo o Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, entre otras, hicieron estallar más de un cráneo.
Es precisamente esa misma mística la que envuelve al sótano levemente iluminado de El Imaginario. Esa luz justa que apunta al escenario es la que permite generar el ambiente adecuado para que en esa noche de viernes, y también en la luna anterior de jueves, La Doblada nos llene de armonía nuevamente. Este sexteto encabezado por Javier Lecumberry (actual tecladista de esta etapa solista de Skay Beilinson) en voz y, valga la redundancia, en teclados recorre con asombrosa prolijidad en cada encuentro distintos temas de sus cinco discos: Elogio al mal paso (1997), Herpes (1998), 3 (2000), Souvenir Vol. 1 (2007), Geografía Under (2012). Fue con “Nada” y “Vamos a bailar un poco” de aquel primer disco que la banda logró penetrar la capacidad auditiva de un buen número de gente. Esto les facilitó la posibilidad de recorrer distintos escenarios porteños, de las distintas provincias de nuestro país e incluso de la capital vecina de Montevideo. Bandas como Las Pelotas, Catupecu Macu, El Soldado o artistas de la índole de Willy Crook acompañaron sus presentaciones en estos diversos lugares. Durante 5 años, entre 2001 y 2006, la banda hizo un parate previo a sacar a la luz su cuarto trabajo, Souvenir Vol.1. Ya en 2012, su música retomaría la senda mística de las primeras épocas con Geografía Under y sus dos temas emblema, “Mi Voluntad” y “La vida va”.
La prolijidad y la armonía parecen ser sus mayores virtudes, a pesar de los cambios de músicos por los que ha pasado estos años. Actualmente acompañan a Lecumberry, el baterista autodenominado Hernán X, Luis Pesciallo desde el bajo, Raúl Zuvilivia en la guitarra rítmica, Emilio Ilhenfeld soltando su virtuosismo en seis cuerdas y Ricardo Lestanguet aportando en trompeta y sonidos extraños pero necesarios. Es que en el tema “Cri Cri” de su tercer disco las luces bajan completamente, generando el clima ideal para el mismo. Y es ahí donde Lestanguet emite la simulación del sonido de un grillo y remonta al público a cualquier momento que incluya un espacio verde de su infancia.
También formó parte de este proyecto hasta no hace mucho el guitarrista de Skay Beilinson, Oscar Reina. Su salida fue la que posibilitó el ingreso de Ilhenfeld. Este cambio le dio otro matiz a La Doblada. Las particularidades en el estilo de cada uno, generan sensaciones distintas. El nivel de los punteos, la prolijidad tanto para encontrar el punto justo de inicio como el de fin, y la excelencia del desarrollo de los mismos, hacen que la guitarra de Emilio perfeccione el cambio de estados dentro del mismo tema que tan bien maneja la banda.
En estas dos presentaciones se hicieron presentes en las listas, entre otras canciones, “Gaucho Ginebrero”, “Leslie”, “George”, “La vida va”, “Cri cri”, “Souvenir”, “Vampiro”, “Destellos”, “Rasputín”, y la siempre tan emotiva “Mi voluntad”. Ese momento épico del show, cerca del final, donde la banda se dedica a acompañar al público en ese reclamo de autonomía efusivo y dedicado cada cuál sabe a quién: “Solo quiero dormir/No quiero correr/Quiero estar tan solo como vine yo acá…”.
Una vez finalizada esta precisa lección de música, La Doblada se descomprime y sus músicos se confunden en un amistoso trago con quienes hace instantes eran respetuosos espectadores. Sin embargo, a diferencia del cuento donde la carroza se convierte en calabaza, este sótano se mantiene sótano. Cual cápsula hermética, conserva ese vacío en su interior que permite que los instrumentos expresen sus sonidos con justeza. Y permite que El Imaginario se conserve en nuestras mentes como uno de esos lugares del pasado donde alguna vez se gestó el origen de todo.