Por Tomás Astelarra y Matías Pujol*, desde La Paz. El análisis de la actualidad y los desafíos de Bolivia desde la mirada de un histórico medio de comunicación comunitario: la radio Wayna Tambo.
Santos Callejas es parte de la radio Wayna Tambo, un proyecto comunitario que nació en El Alto de La Paz y se ha transformado en uno de los referentes de Bolivia, organizando el año pasado el Primer Congreso de Cultura Viva Comunitaria de Latinoamérica.
Talleres, conciertos, conferencias y todo tipo de interacciones se manifestaron en la pujante ciudad periférica de La Paz, anfitriona de inmigrantes de las minas y el campo, cuna de la Guerra del Gas, lo más parecido a un hormiguero urbano donde los aymaras han sabido implantar sus modos de organización comunitaria y sus costumbres que, sin quedar rígidas, se adaptan a los nuevos tiempos y espacios.
-¿Cómo ves el avance de la modernidad en Bolivia? Pareciera que hay ciertas costumbres que se están perdiendo, cierto avance del consumo.
-Hay reformas que se han hecho bajo un concepto de modernidad como el mercado Lanza, con un gastadero de plata, donde se ha metido a la gente en cubículos, no hay relación con los vendedores, algo que es una tradición muy importante en Bolivia y por eso no ha funcionado. Entonces, el problema es cómo incluir en el desarrollo que se está gestando las formas tradicionales de comercio, de economía y cultura. Creo que estamos viendo una suerte de borrachera del poder. Claro que cuando se tiene plata hay que construir infraestructura, carreteras, estadios. Esta línea moderna está ganando, porque la propia gente tenemos ese chip. Esa es una contradicción interna, no solo del Estado. Este es un tema pendiente de debate a largo plazo. Cuando dices “ganamos la batalla, ahora viene con todo la Pachamama”, ya te das cuenta que hay un enemigo interno. Es una tarea, un camino largo, que hay que hacer con nosotros mismos. Y el Estado está dispuesto. Hace poco nos reunimos con la alcaldía de El Alto para hacer una propuesta diferente y frenar la construcción del nuevo mercado de Santa Rosa, y tuvo bastante aceptación. Estamos trabajando el tema de economía y consumo. En El Alto vas a ver que ya se puede tomar pitos naturales, mates de muchas frutas, de quinua, todos matecitos naturales, a pequeña escala, producción natural. Si miras, hace algunos años era solo té, nescafé, nada más.
En el pasado, las señoras que emigraron del Norte Potosí vendían en canastitas porotos. Hoy esas señoras venden galletas, chocolates, y no es porque son empleadas de la empresa, sino porque la gente no le compra porotos y les compra eso. Por suerte, hay otras señoras que venden pitos y ya tienen carritos. Si en vez de botarlas de la calle le doy mejores condiciones, voy a favorecer el buen vivir. Porque en paralelo, en El Alto se están construyendo plazas de comida (shopings). El vivir bien son esas cosas chiquititas, hay que fortalecerlas como política municipal.
Nos parece importante trabajar este tipo de cosas por más pequeñas que sean, como es el espacio público, las rejas en las plazas que están comenzando a aparecer. Lo hacemos por temas de seguridad, pero la verdadera seguridad no es mayores sanciones penales, sino la ocupación del espacio con la gente. Eso genera seguridad. Aunque sigue la individualidad, hay que pensar cómo trabajar el tema comunitario en las ciudades. Cómo regular las ferias de manera que sigan existiendo pero sin impedir el tráfico, cómo hacer que no surja esa pelea, que se mantengan las ferias que es algo tradicional, pero puedan ser uno o dos días a la semana, como es el caso de la feria de la 16 de julio (la más grande de El Alto y Bolivia).
El Estado no está terminando de asumir y respaldar estas iniciativas, hay respuestas aisladas y nada claras. Imagínate si estas cosas que estás planteando se transforman en políticas públicas. De todas maneras, somos pocas las organizaciones que reclaman este espacio. El gobierno no está proponiendo esto por iniciativa propia, pero están dispuestos a abrir el espacio. Lo que pasa es que faltan propuestas de esta naturaleza. Se hace lo que ya se conoce. Si uno mira desde el espacio de las políticas municipales, no encuentra diferencias entre propuestas de partidos de derecha e izquierda, todas están en esta línea de modernización.
-Pareciera que tras la efervescencia de los movimientos sociales en el 2000-2003, ahora con la aparición de un Estado benefactor la gente se ha vuelto a sus casas y ha dejado de participar.
-En el 2003 se dio una especie de horizontalidad en los movimientos sociales. Pero cuando se asume el poder, se ve la estructura sindical como una especie de escalera para llegar al poder, y desde arriba también hay una especie de cooptación de los dirigentes. La gente sabe que accediendo a estos lugares tiene un lugar privilegiado. En algunos momentos, estas representaciones no estarían sumando el sentir del pueblo y en otros casos sí, pero en general hay un respaldo fuerte al presidente Evo Morales.
El Estado no trabajaba con sujetos sino con objetos, no consultaba, decidían todo desde arriba. A partir de 2003, se empieza a demandar: la Constitución, la nacionalización como sujetos, pero sucede que cuando se plantean estas propuesta, el Estado las asume y las empieza a aplicar. Aunque ya no lo hace con coparticipación, con corresponsabilidad, y otra vez, a pesar de sus protestas, la gente vuelve a ser un objeto, se vuelve a la distancia. Nosotros hemos estado luchando porque nos parece interesante que hay que romper este esquema de esperar a que el Estado resuelva los problemas. En estos últimos años, hubo una mayor participación de algunas organizaciones indígenas en el gobierno, pero no de la gente directamente. Hay una mirada muy corta de la gestión del gobierno, de la oposición, y se está perdiendo el sentido que nos habíamos planteado.
-¿Cuál sería este sentido?
-Había dos temas centrales que tienen que ver con la opresión cultural y la desigualdad económica. Éste ha sido durante todo este tiempo un enunciado interesante del gobierno, que se llamó como una revolución cultural. Tiene que ver con un cambio de horizonte, y no con la mirada corta de la cultura, sino con una cosmovisión. Lo que está juego es el proyecto moderno capitalista, y por eso se inscribe el vivir bien en este horizonte que va más allá de esta crisis. El otro tema tiene que ver con la desigualdad económica, la brecha que se ha generado entre pobres y ricos. Este proceso ha posibilitado efectivamente que se cierre esta brecha. Pero hay un tema pendiente que es el horizonte hacia dónde queremos ir. Yo siento que cada vez más el horizonte del vivir bien está quedando en consigna, porque el tema económico permite la continuidad del gobierno. No sé si llamarla una pérdida de brújula, y no tiene que ver con un tema local, sino con la economía mundial, que está requiriendo materias primas, y la Argentina y Brasil han perdido su papel de países productores para convertirse en países proveedores de materias primas. Entonces no se está buscando una alternativa y otra lógica de pensar la economía.
Por eso, hay que trabajar sobre nosotros mismos. Creo que por ambos lados, de parte del gobierno y de las organizaciones indígenas, ha habido un grave error: se ha decidido construir reformas económicas de inversión. Muchas de estas decisiones van contra este discurso de la Madre Tierra, entonces no se está siendo consecuente. Y la gente que se ha quejado de esto, ha reducido el tema en una cuestión ambientalista.
* Esta entrevista es parte de una serie de charlas sobre el “proceso de cambio” que vive Bolivia y que forman parte de la investigación para el libro “La Bolivia de Evo Morales (crónica del país de las mamitas)” que se editará se editará este año como parte de la colección Cuadernos de Sudestada.