Por Gabriel Casas.
En este nuevo diálogo con Ángel Cappa, nos acercamos al “sentir argentino” del juego con la sensación de que ha cambiado el concepto de juego: ¿Por qué se premia y viva a los aguerridos y se exige a quienes administran la pelota, tocan y generan el juego? Sólo algunas pistas, para seguir preguntándonos.
Hola Ángel, ¿cómo estás?
Un amigo me recordó la frase de Jorge Valdano de que “hay jugadores que llevan la cruz del hincha adentro de la cancha”.
Anoche fui a ver a San Lorenzo y siempre me llama la atención la conducta de los simpatizantes respecto de ciertos jugadores. En especial, a los más dotados técnicamente. Es el caso de Belluschi y Quignon. Es que Belluschi sabe tanto, que sin ser un diez es el conductor del equipo. Las asistencias en los dos primeros goles fueron una maravilla. Y con Quignon, encuentra a alguien que habla el mismo idioma. Lo raro, es que son los jugadores a los que los hinchas, en general, no les perdonan un error sin fastidiarse. En cambio, a Mercier lo aplauden hasta cuando la tira al lateral. Creo que el hincha, en general, cree que si se pusiera la camiseta, jugaría como Mercier. Metería, correría y marcaría. Se tiraría al piso a barrer a cualquier rival. Por eso tanta devoción por alguien que hace tiempo dio su mejor versión. No podrían hacer los tacos, sombreros, caños y pisarla como lo hacen Belluschi y Quignon. Entonces, no se identifican con ellos.
No es cuestión de minimizar la función de Mercier, sino resaltar la contradicción (al menos que veo yo) con respecto a los otros. El buen juego de San Lorenzo lo generaron Belluschi y Quignon, no Mercier. Lo extraño es que son los mismos que festejan eufóricos con un “ole” cuando hacen esas jugadas. Pero después les reclaman cuando la pierden o no les sale un caño, un taco o un sombrero. En cambio, al que se raspa el culo con el piso, lo apoyan siempre. Es raro.
¿Se juzga todo desde lo pasional? ¿El hincha sabe ver fútbol despojado de sí mismo?
En la Argentina, históricamente, el paladar negro de los hinchas que van a la cancha, era mayor propiedad de los de River e Independiente. También Huracán y Argentinos Juniors. Ahora, veo que el futbolista más ovacionado de River es Ponzio. Un volante central aguerrido. ¿Tanto habrá calado el mensaje de que ganar es lo único que sirve, sin importar la manera, como para dejar de lado la belleza en el juego?
Cuando la Selección Argentina volvió del mundial de Brasil, el héroe nacional era Mascherano. No era Messi, que sin él, Argentina quizás ni siquiera hubiera pasado la primera ronda. En el juego, no había merecido ganarle a Irán, siquiera.
Bueno, me gustaría leer algunas reflexiones tuyas al respecto.
Abrazo,
Gabriel.
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Amigo Gabriel.
Me alegro de continuar con nuestro diálogo futbolero.
Te diría que la primera impresión que me dan tus palabras es que el concepto futbolístico en Argentina ha cambiado. Y mucho.
Un exjugador argentino, Mario Pavés, me dijo una vez en México donde vivía: “Ángel, lo más importante es el pase. El gol lo hace cualquiera”.
Era un hombre que había jugado -de 10 por supuesto- en la década del 50 en la Argentina y que después lo hizo con mucho reconocimiento en México.
Tal vez haya exagerado, ya que no es tan fácil hacer goles, ni cualquiera está capacitado para hacerlos, pero en el fondo esa afirmación da mayor relevancia al juego que al resultado.
Siempre repito -porque me parece excepcional en esta época- una declaración de Xavi, el exjugador del Barcelona y la selección española: “Me duele más fallar un pase que fallar un gol”. Es una defensa a ultranza del juego sobre el resultado, más o menos como la de Mario Pavés, y ese era en general el concepto que prevalecía en la Argentina.
Se reconocía, naturalmente, el esfuerzo de los luchadores, de quienes aportaban su esfuerzo al equipo, pero se le daba más valor al talento.
En la tribuna se festejaba el toque y que los rivales no las pudieran agarrar. “La ven pasar…y no la pueden agarrar”, era el cantito más celebrado para gritar el orgullo del buen juego de su equipo.
Por eso los talentosos, aunque no corrieran demasiado, eran los preferidos y siempre se esperaba su aporte de claridad para definir los partidos.
Una vez a Bochini, según leí por ahí, le preguntaron qué le parecía Cruyff. “Corre… pero juega bien”, respondió como disculpándolo por correr “demasiado” según se podía interpretar.
El mismo Cruyff me dijo un día que cuando veía por televisión que tal o cual jugador había corrido, no sé, 10 o 12 kms. en un partido, pensaba “pobre tipo lo mal que debe de haber jugado.”
Bueno, esa defensa del talentoso -que es en definitiva la defensa del juego, del buen juego- fue cambiando en casi todo el mundo, y también en nuestro país.
Con sólo escuchar los cantos de las tribunas pidiendo “huevo, huevo”, tenemos una idea del cambio del concepto y del gusto.
Para mí hay dos cuestiones que son imprescindibles, o eran, para ver y entender y disfrutar del fútbol: sensibilidad y conocimiento.
La pregunta que te hago es: ¿Se ven esas virtudes no sólo en la gente, sino en la mayoría de los periodistas?
Y dejo en el aire tu respuesta, aunque la intuyo.
Un abrazo, y hasta la próxima.
Ángel Cappa.