Las recientes declaraciones del primer ministro británico David Cameron sobre la posición argentina ante Malvinas generaron fuertes repercusiones. La ridícula acusación de “colonialista” hacia nuestro país forma parte de una escalada diplomática que llega a este punto a 30 años de la última guerra por la posesión de las islas.
El miércoles 18 de enero, el primer ministro de Gran Bretaña David Cameron acusó a la Argentina de ser un país “colonialista” por su política diplomática hacia las Islas Malvinas. Además justificó su planteo diciendo que “esa gente (la de Malvinas) quiere seguir siendo británica y los argentinos quieren que hagan otra cosa”.
Estas declaraciones se dan en un contexto muy particular y a poco de cumplirse 30 años de la Guerra de Malvinas (1982). El gobierno argentino viene impulsando una fuerte campaña diplomática para buscar apoyo ante este histórico reclamo de soberanía y de presión sobre el Reino Unido. Se han declarado recientemente a favor de este planteo argentino el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Además, los Estados Partes del Mercosur y Estados Asociados adoptaron una declaración el pasado 20 de diciembre mediante la cual prohíben el arribo a sus puertos de buques que enarbolan la bandera ilegal de las Islas Malvinas. Por otra parte, y en el mismo sentido, el gobierno argentino viene pidiendo a Chile que cancele los dos vuelos semanales que se realizan desde Punta Arenas a Malvinas y que hacen escala dos veces por mes en Río Gallegos.
Tanto el canciller argentino, Héctor Timerman, como varios funcionarios del Gobierno nacional salieron inmediatamente a contestar la acusación de Cameron. El canciller aseguró que “Llama la atención que Gran Bretaña hable de colonialismo cuando es un país sinónimo de colonialismo” y luego agregó que el gobierno “no va a contestar ningún agravio en tono militarista. La única vía que tiene Inglaterra para salir de este embrollo es la negociación directa con la Argentina”.
Esta política preocupa seriamente al Imperio Británico ya que la imposibilidad de acceder a puertos sudamericanos para barcos malvinenses y la posible cancelación de los vuelos implica un problema económico importante. Los recientes descubrimientos de reservas de petróleo y la posibilidad de explotarlos precisan de cierta infraestructura. En ese marco, la falta de puertos cercanos dificultaría seriamente el usufructo de este recurso.
El imperio defensor de la autodeterminación
El argumento que esgrime actualmente Gran Bretaña es el del derecho a la autodeterminación de los pueblos. En ese sentido como los malvinenses quieren seguir manteniendo su estatus de “territorio de ultramar” de Gran Bretaña, Argentina tendría una política “colonialista” por reclamar la soberanía sobre las islas.
Es una realidad que los habitantes de las islas sostienen esto públicamente tal como afirmó Dick Sawle, miembro de la Asamblea Legislativa del gobierno británico en las Islas Malvinas: “Argentina tiene que respetar los deseos de los isleños, y nosotros queremos quedar bajo la soberanía de Gran Bretaña, no queremos tener soberanía argentina”. Sin embargo hay una cuestión engañosa en este asunto.
El derecho a la autodeterminación surge durante el siglo XX en los países que se encontraban ocupados por una potencia colonial. En ellos existía una o varias naciones oprimidas que reclamaban el derecho a decidir si querían o no permanecer bajo la tutela del país ocupante. No casualmente varias de estas naciones se encontraban bajo el dominio británico.
En el caso de Malvinas la situación es diferente. Los habitantes de las islas son ingleses que expulsaron de ese territorio a los habitantes que allí se encontraban. Además, durante generaciones los argentinos no han podido o han tenido serias dificultades para acceder a las islas debido a la política de inmigración británica para con ese territorio. De esta forma Gran Bretaña proclama el derecho internacional ante el hecho consumado y negando la historia de la ocupación de las islas.
Apoyo al derecho internacional (a veces)
Así como recientemente Cameron se ha mostrado un paladín de la autodeterminación de los pueblos, ha decidido seguir ignorando la resolución del Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que desde 1965 sostiene que “en las Malvinas hay una situación colonial que se debe resolver por medio de negociaciones”.
Cabe recordar que, como señaló Timerman, en la actualidad “de las 16 disputas de soberanía colonial que la ONU está tratando, 10 involucran a Gran Bretaña como la potencia colonial”. Asimismo existen 10 resoluciones de la ONU que avalan el reclamo argentino de soberanía.
Desoyendo estas resoluciones y el pedido de diversos países y organismos multilaterales, el Reino Unido se viene negando a abrir una mesa de negociación con Argentina sobre el tema. Además, en los últimos meses ha acrecentado su arsenal militar en el archipiélago. Actualmente, según el periódico ingles The Times, las Malvinas cuentan con cuatro modernos aviones Thyphoon en Mount Pleasant, base aérea con radar, y una fragata o un destructor de patrulla en el área. En las Islas también se mantiene estacionada una guarnición de mil 700 hombres, casi equivalente a la población local, y a ello habría que añadir la posibilidad de submarinos nucleares en la zona, ante la negativa del Ministerio de Defensa británico de revelar la ubicación de sus buques de ese tipo.
En un intento por tapar la crisis interna, igual que como lo hiciera Margaret Thatcher hace 30 años, Cameron busca desviar la discusión. Esta vez, sin embargo, la situación mundial es otra y no parece haber ningún Galtieri que le haga el favor. En contraposición, la unidad de los países latinoamericanos sobre esta cuestión parece indiscutible: en pleno siglo XXI América Latina no esta dispuesta a seguir tolerando resabios coloniales.