El gobierno presentó un informe para la tercera revisión del acuerdo firmado con el FMI en junio del año pasado. Entre otras cosas pidió un “waiver”, el término técnico para pedirle “perdón” al Fondo.
Por Francisco Cantamutto | Foto de Emiliana Miguelez
¿Por qué el gobierno argentino le pidió perdón al Fondo Monetario Internacional? Porque se prometió un ajuste, como las otras veces que hemos recurrido al FMI, por encima de las posibilidades políticas del país. Es por eso que se tiene que incurrir una y otra vez en este pedido de disculpas que no hace sino certificar la función de tutelaje que el FMI tiene sobre nuestra economía.
El waiver, en esta ocasión, implica que no se va a poder cumplir la promesa de déficit cero para este año y se pidió admitir un déficit primario del 0.5%, algo que ya se había negociado pero que sin embargo necesita la aprobación del staff del Fondo, donde puede haber algún tipo de tensión. El programa del FMI para la Argentina es insostenible y esto ha sido marcado y enfatizado por representantes del staff no solamente técnico, sino también de parte de políticos, algunos ligados a países de la Unión Europea.
Sin embargo, el apoyo de Estados Unidos al gobierno de Macri, vinculado a un interés geoestratégico, indica que más allá de las tensiones internas del Fondo seguirían sosteniendo el apoyo de este año, clave para llegar a las elecciones de octubre en no tan malos términos.
Durante todo el 2019 una de las tensiones más importantes va a tener que ver con los movimientos del dólar, el principal objetivo en materia de política económica del país, lo cual de por sí representa un fracaso. Uno podría postular como objetivos una mejor distribución de la riqueza, la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables, etcétera. Sin embargo, todas las herramientas del Estado apuntan a simplemente sostener el valor del dólar en relación al peso.
En esta tarea, además, debido a los límites ideológicos del propio gobierno, el Estado está atado de pies y manos ha perdido herramientas de intervención. Es por eso que no puede intervenir demasiado en el mercado cambiario ni regularlo. Lo que hace es vender a cuentagotas en el mercado actual usando parte de los fondos que le dio el FMI. Además de estos fondos puede intervenir en el mercado de dólares futuros, que no es especialmente útil en un escenario de corrida cambiara y la tasa de interés de referencia de la política monetaria que se visibiliza a través de las Leliq.
Desde que inició el año, con estas últimas corridas bancarias que elevaron el valor del dólar de 38 pesos hasta llegar a casi 45, la única reacción del gobierno ha sido subir esta tasa de referencia hasta los 67 puntos. En las Leliq, este instrumento en manos de los bancos de muy corto plazo que se renueva cada 7 días, reposan las expectativas de contener las fugas. El problema es que, llegado a este punto, futuras subas de la tasa de interés ya no son creíbles para atraer y retener capitales. Como esto es sabido, los grandes operadores del mercado han comenzado, ya desde el año pasado, a retirar los fondos, dolarizando sus carteras. No obstante, la tasa de interés es tan atractiva que aun retiene una parte de estos fondos renovándose dentro del mercado financiero.
Es por eso que la conversación con el FMI tiene que ver con poder operar en el mercado cambiario actual, utilizando de una manera diferente los dólares disponibles. Actualmente el FMI admite utilizar hasta 60 millones por día, lo cual representa alrededor del 10% del volumen de operación normal del mercado cambiario y es ciertamente insuficiente para contener una corrida. El gobierno querría no tener que vender para poder acumular los saldos diarios y utilizarlos de golpe en un solo día cuando la situación amerite.
Este es uno de los elementos técnicos con los cuales se está negociando para poder contener las corridas que se descuenta que van a ocurrir. Esta dolarización de cartera de los grandes operadores ya los primeros dos meses ha cerrado con fuga de capitales en alza y no se espera que pase otra cosa de acá a las elecciones. Si además las posibilidades de reelección de Cambiemos se siguen erosionando, se va a intensificar la incertidumbre económica y se va a incrementar la dolarización de las carteras.
Se ha hablado en estos últimos días de la posibilidad de un corralito, lo cual no es descartable del todo. Lo cierto es que los sectores medios que hasta 2016 y 2017 pudieron acceder a algunos de los beneficios económicos que prometía este gobierno, como la compra de bienes importados, la compra de dólares o los viajes al exterior, han perdido esa capacidad durante la crisis del año pasado. En este momento, están con dificultades para llegar a fin de mes y para sostener sus niveles de consumo más que para la compra de dólares. Esto se visibiliza en el aumento del uso de tarjetas de crédito para financiar consumos, así como una venta de dólares en el mercado minorista que indica que estos sectores medios están perdiendo ahorros para financiar el consumo presente.
Si no tienen ahorros disponibles para salir a cambiarlos por dólares, un corralito es una medida que no tiene demasiado sentido. La mayor masa de recursos que están en disputa son las Leliq que alcanzan alrededor del billón de pesos y que están en manos de los bancos. El problema es que si el gobierno tomara una medida para contener estos instrumentos que fuera contra los intereses del sector financiero perdería, junto con el FMI, al principal y casi único sector poderoso que aun sostiene con recursos al gobierno. Una medida de este tipo podría disparar la corrida que se busca evitar.
Por supuesto que el gobierno está atado de pies y manos debido a las propias restricciones que se impuso al firmar el acuerdo con el Fondo y no debido a una situación global, más allá de la corrida real hacia los países centrales, saliendo de la periferia. Argentina ha sido el país que se ha visto más expuesto en todo el mundo. Esto indica que hay un factor nacional que excede a cualquier movimiento global.
De toda esta incertidumbre e inestabilidad no se puede esperar sino mayores pesares para los sectores populares que, ante cada corrida, ven un incremento de la inflación que se vehiculiza principalmente en los alimentos y toda la cadena de valor, impulsado por la suba de los precios de los combustibles y el transporte. La única herramienta que tiene el gobierno para contener esta subida inflacionaria es algo pactado desde el principio con el Fondo, que es la suba de las asignaciones, anunciadas en un 46%. Este valor no llega a compensar la inflación total del 2018 que se situó más cerca del 49%. Sin embargo, aunque insuficiente, es un pequeño alivio a los sectores más vulnerables. Junto a esto, y repitiendo el esquema de 2017, el gobierno va a habilitar préstamos personales de bajo volumen vía ANSES. Por supuesto que esto es un alivio aún menor porque se trata de mayor endeudamiento.