Por Pablo Tano. A nadie deja indiferente la muerte del innombrable. Hizo del fútbol una maquinaria inaceptable y ahora… ¿Ahora qué?
“El fútbol es la mentira demostrada en el juego”, citó alguna vez el cuestionado Julio Grondona en el programa El Sello (2003), por TyC Sports. Y agregaba: “Es el arte del engaño como recurso, no como trampa”. Sabía de fútbol el viejo Don Julio. Eso es indiscutible e irrefutable. Pero qué pena más inmensa ver como el poder corrompe y seduce. La intención del buen gesto sucumbe ante la miseria humana. Qué desatino no saber utilizar en buen sentido el conocimiento con tantos años como dirigente deportivo. El influyente vicepresidente primero de FIFA construyó una ingeniería financiera para transformar en la Argentina un fenómeno social y popular como el fútbol.
“El fútbol es pasión, economía y deporte”, decía. Supo transformarlo en un producto millonario. Supo explotarlo durante 35 años. Y por ello también así fue incrementando su patrimonio y rodeándose de familiares y amigos de confianza. Una conducción personalista. Caudillista. Nunca aceptaba un “no”. Pasaron hasta gobiernos de facto y él siempre firme. Ni una palabra más ni una menos. Un hábil declarante. Un estratega para generar recursos –no siempre llegaban a las arcas de la AFA- y resolver situaciones. Pero qué pena, qué desagradable, llegar al poder instalado por un tal… Lacoste… Por la Dictadura. Aunque él siempre se defendía: “A mí me eligieron los clubes, no el almirante (Alberto) Lacoste”. Se creía tan omnipotente con esa “filosofía de la calle” que traía de Sarandí, que sólo la muerte dio por terminado su reinado. “De la AFA me van a sacar patas para adelante”, sostuvo una vez. Se acabó. ¿Y ahora? Ojo con las redes de cómplices que quedarán dando vuelta por la calle Viamonte. Atenti con lo sembrado que lleva nombre propio. The End. ¿El Fin?