Por Verónica Musa, desde Estambul.
Eren Keskin, nacida en 1959, es una abogada y militante de derechos humanos kurda, que ha asumido un papel destacado en el movimiento de derechos humanos en Turquía. Ha sido repetidamente perseguida por el Estado turco por su activismo en defensa de los derechos humanos y la causa kurda, y adoptada como presa de conciencia por Amnistía Internacional por su valiente defensa de la libertad de expresión.
Keskin es reconocida internacionalmente por su trabajo innovador visibilizando la violencia contra las mujeres perpetrada por agentes estatales. También co-fundó un proyecto de asistencia jurídica de mujeres víctimas de violación y otros abusos sexuales, proporcionando representación legal gratuita a las víctimas de delitos sexuales cometidos por las fuerzas de seguridad turcas.
Nos encontramos en sus oficinas del barrio de Cihangir en Estambul, en un encuentro organizado por el Centro de Verdad Justicia y Memoria (Hafiza Merkezi). En este diálogo, Keskin hablará sobre las políticas represivas del Estado turco, que tienen a las mujeres como a uno de sus principales blancos.
-Su trabajo para visualizar la violación y la violencia sexual contra las mujeres perpetradas por agentes del Estado es visionario, en un momento en el que todavía no había mucha comprensión de la cuestión. ¿Qué la llevo a comenzar esta tarea?
-Los abogados que trabajábamos temas políticos en la década de 1990 en Turquía siempre fuimos conscientes del uso de la violación como método de tortura, aun cuando para las mujeres constituía una verdad silenciada. En 1995 escribí un ensayo por el cual me enviaron a la cárcel por seis meses. La distancia “abogado-cliente” no estaba presente entre las mujeres que compartíamos la cárcel: éramos iguales en ese espacio, compañeras de infortunio. Allí escuché por primera vez las horrendas historias de violencia sexual que otras mujeres me confiaron. Me puse a pensar qué se podía hacer específicamente por este tipo de delitos, cómo podrían ser denunciados, probados y juzgados.
Cuando me liberaron, me reuní con una abogada feminista alemana y juntas establecimos el proyecto para proporcionar acceso jurídico gratuito a las mujeres víctimas de violencia sexual por parte de agentes del Estado. Comenzamos visitando cárceles y hablando con presas políticas. Nos enteramos que la mayoría de las violaciones fueron cometidas durante el período arbitrario de detención, por la policía o las fuerzas de gendarmería, antes del traslado a las prisiones. Hubo muchos desafíos en aquella etapa, uno de ellos lo proporcionaron las mismas organizaciones políticas a las que estas mujeres pertenecían: siendo una organización de hombres -como cualquier otra cosa en la sociedad- se oponían a considerar la violación como un delito diferenciado de la tortura y la degradación general de la que todos los presos políticos fueron objeto.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando un canal de televisión kurdo mostró el trabajo de nuestro equipo que estaba recién comenzando. Las mujeres comenzaron a solicitar nuestros servicios, y así conseguimos los primeros casos.
Ha habido muchos otros desafíos adicionales. La forma en que la ley estaba redactada, por ejemplo, caracterizaba el crimen de violación como un crimen contra la ética y la familia en lugar de un crimen contra la persona. Además, requería la penetración de un pene dentro de una vagina, lo que ponía los casos de violación con objetos fuera de la definición legal.
Por otra parte, no existía una definición de acoso sexual. Los protocolos para las “pruebas de virginidad” de una mujer estaban diseñados y se utilizaban para disuadir y castigar a las mujeres más que para documentar el delito. La documentación de los delitos sexuales sigue siendo un problema en Turquía aunque, gracias a nuestro trabajo, en el año 2005 se produjeron mejoras en la normativa. Ahora los tribunales aceptan informes de daños psicológicos producidos por clínicas privadas. La evidencia física, sin embargo, todavía tiene que ser producida por el instituto forense. Criticamos fuertemente esto, ya que implica que las pruebas para procesar a un agente estatal solo pueden ser proporcionadas por otro agente del Estado, sin alternativa. Con el tiempo, aumentamos el alcance de nuestro trabajo para incluir a las mujeres convictas por delitos comunes y personas transexuales víctimas de violencia sexual en la cárcel.
Durante los 18 años que venimos trabajando no hemos logrado la condena de un solo agente estatal en Turquía. Estos son hombres que todavía están en servicio activo, ¡que incluso han sido ascendidos! Por el contrario, tuvimos muchos casos exitosos ante la Corte Europea de Derechos Humanos.
No hemos recibido nuevas solicitudes en casi cinco años. Entendemos que la violación bajo custodia del Estado ha disminuido un poco, no porque las fuerzas de seguridad hayan llevado a cabo ningún tipo de reforma (que no lo han hecho), sino porque hay mucha más exposición en los medios masivos de comunicación. El movimiento de derechos humanos está mucho más organizado, conectado y universalizado estos días.
El gobierno afirma que sus agentes reciben formación en violencia de género. Sin embargo, (las organizaciones de mujeres) no conocemos el contenido de esta formación, ni nos dejan participar o impartir estas supuestas capacitaciones. El problema de Turquía es la tremenda desconexión entre la ley y la práctica. No existe el imperio de la ley en este país.
He asistido a varias manifestaciones de las “Madres de los Sábados” (Cumartesi Anneleri) en la Plaza Galatasaray de Estambul. En uno de estos encuentros, un participante mencionó a la Argentina como un modelo a seguir para el enjuiciamiento de los militares. ¿Prevé el fin de la impunidad para los crímenes-desapariciones, torturas, asesinatos extrajudiciales y violaciones perpetrados por las fuerzas armadas y los paramilitares patrocinados por el Estado durante 1990 en el marco de la cuestión kurda?
-No tengo mucha esperanza, creo que va a tomar tiempo. El Estado turco está construido sobre la base de un genocidio cometido contra los armenios y, cien años después, todavía no puede ser admitido.
La desaparición en custodia del Estado no fue un método innovador sino una técnica de terror utilizada históricamente. Creo que la rendición de cuentas tomará mucho más tiempo en Turquía. Puede que ocurran algunos cambios, mejoras, pero no creo que llegue a ser testigo del fin de la impunidad.
–Mi madre solía decir cuando yo era niña que llegaría el día en que nuestras calles tendrían el nombre de los desaparecidos. En Argentina, ese día llegó aunque tuvieron que pasar muchos años. ¿Hay esperanza que esto ocurra en Turquía?
-(Sonríe) Imagínese en Turquía nuestras calles siempre han llevado los nombres de genocidas. Yo no soy muy optimista.
-Un desarrollo importante en la lucha contra la impunidad en Argentina fue el papel de los hijos de desaparecidos. HIJOS utilizo la técnica de “escrache” o humillación pública de los autores de atrocidades en un momento en que no podían ser juzgados debido a las leyes de impunidad. Algo similar ha ocurrido en otros países que sufrieron la violencia del Estado en América Latina. ¿Hay algo parecido en Turquía?
-Todo el movimiento de derechos humanos está detrás de las Madres de los Sábados en distintas capacidades. Los jóvenes también participan en el movimiento de derechos humanos. Las madres están más expuestas como una manera de suscitar las simpatías de una población, que en su mayoría reacciona a estas demandas con la etiqueta de “terrorista”, ya que la maternidad en nuestra cultura se respeta mucho. No existe nada parecido a los escraches de represores, salvo cuando en las protestas de los sábados los familiares relatan su caso y nombran a los responsables si conocen los nombres, sobre todo los niveles de comando superior ya que esos son los nombres que generalmente la gente sabe.
-¿Existen estadísticas sobre el número de mujeres víctimas de violencia sexual durante el pico del conflicto kurdo?
-La violación siempre ha sido utilizado como un método de guerra. Piensa en lo que ahora sabemos que ocurrió en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, en Yugoslavia, Bosnia. Por supuesto, también es un método de guerra contra el pueblo kurdo. Sabemos que hay un gran número de mujeres afectadas a pesar del pequeño porcentaje que hablan sobre ello. Aunque las estimaciones se mantienen en la oscuridad, los efectos están aquí presentes, en el elevado número de suicidios de mujeres, por ejemplo. La violación, las desapariciones, todas las formas de violencia extrema, son política desde la misma fundación del Estado turco. Nunca ha habido ninguna medida de reparación, jamás.
-Usted mencionó la desconexión entre la legislación y la práctica en Turquía. ¿Qué haría falta para cerrar o al menos reducir esta brecha?
-Llevará un cambio político, y tiempo y trabajo. ¿De qué democracia podemos hablar con Recep Tayyip Erdoğan en el poder? Hay esperanza de que estas elecciones (del domingo 7 de junio) traigan alguna posibilidad de cambio. Estábamos esperanzados con las conversaciones de paz entre el gobierno y el PKK, y la posibilidad de la creación de una Comisión de la Verdad. Incluso ese proceso se ha estancado ahora.
Tal vez, con el aumento de la representación de los kurdos en el Parlamento, la demanda de verdad y justicia será escuchada.