Entre los días 12 y 14 de octubre se realizará en La Plata, “territorio querandí”, el 34° Encuentro Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries. No se trata solamente de un cambio de nombre, sino de un momento histórico que tiene el carácter de una profunda revolución.
Por Claudia Korol
Asumir el carácter plurinacional del movimiento de mujeres y disidencias, significa cuestionar en profundidad el colonialismo, uno de los pilares en los que se sostiene y refuerza el sistema de dominación patriarcal capitalista, racista, adultocéntrico, y el régimen heterosexual. Por eso se vuelve paradójico que esta “revolución” política, cultural, epistemológica, se pueda concretar finalmente un 12 de octubre, convirtiendo aquella fecha del mal llamado “descubrimiento de América”, en el “desencubrimiento del Abya Yala”.
Abya Yala es el nombre puesto por el pueblo kuna, habitante de Panamá y de Colombia, al continente, y tiene distintos significados: sangre que corre libre, tierra viva, tierra que florece. Nombrar, dar nombre propio, es apropiarse, no en el sentido privado de propiedad, sino en la posibilidad de ser y sentirse parte. El lenguaje territorializa. Así como entre decir América –invocando voluntariamente o no a Américo Vespucio- y decir Abya Yala –en clave ancestral- existe una tensión de territorialidades, otro tanto sucede entre nombrarse “nacional” o “plurinacional”. El feminismo que resulta de esa tensión, de ese proceso, tiene en sus manos la gigantesca tarea de reconocer, visibilizar y entrelazar las múltiples identidades culturales, ancestrales, de pueblos y naciones originarias, las diferentes corporalidades sexo-genéricas, la pluralidad de existencias que se rebelan ante el sistema de dominación heteropatriarcal.
La “revolución feminista” no es una nueva ola, no es la última moda. Es un movimiento rebelde en el que los cuerpos plurales y diversos y las diferentes luchas buscan su lugar, y exigen ser nombradas. Desde que el feminismo dejó de ser el sueño de unas pocas y se volvió una experiencia que transforma la vida de miles de mujeres y de personas en fuga del régimen patriarcal, atravesó sucesivas crisis que mueven el tablero de lo conocido, y desplazan los focos para alumbrar violencias estructurales, naturalizadas por la cultura patriarcal durante siglos.
Cada tanto parece que el entusiasmo y las pasiones se atenúan, se aplanan, que son asimiladas y digeridas por el tiempo electoral, por los buenos y malos “humores” del mercado, e incluso por el cansancio que provocan tantas discusiones –muchas de ellas ásperas-, que convierten citas fabulosas en territorios de “desencuentros”. Sin embargo, la chispa vuelve a encenderse, acá y allá, y todo arde… todo brilla como la diamantina mexicana. No hay Bolsonaro que resista, cuando una marcha de más de cien mil mujeres indígenas, negras, campesinas, atraviesa el Brasil. La revolución feminista dinamita fronteras sin pedir permiso. La clave de su magia tiene el rostro de los muchos encuentros, abrazos, “acuerpamientos”.
La cita del 34° Encuentro en La Plata, revuelve las aguas profundas de los feminismos, y las tormentas por momentos parecen cubrir el horizonte. Pero no se trata de metáforas. En distintos lugares se realizan debates interminables, acciones colectivas, reuniones para pensar y proponer caminos que vuelvan al 34° encuentro un momento histórico, en el que la revolución feminista vuelva a ser revolucionada en clave plurinacional y disidente.
La conjunción de la “marea verde”, el “ni una menos”, el ”yo sí te creo”, el “mirá cómo nos ponemos”, hoy se potencia con la propuesta de descolonizar a los feminismos, creando un movimiento plurinacional, antirracista, anticolonial, antipatriarcal, donde lo que defina no sea la biología sino la ideología, y se produzca el encuentro de mujeres de diferentes procedencias, de distintas generaciones, de variados cuerpos, memorias y deseos, y de diversas identidades: mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries, negras, indígenas, campesinas, migrantes, villeras, laburantes de jornada completa, de trabajo invisible, estudiantes. Todas nombradas, sin tener que pedir permiso para estar.
Ése es uno de los grandes desafíos del 34° Encuentro, que se realizará a pocos días de las elecciones nacionales. Que se pueda priorizar el fortalecimiento de las luchas históricas de las mujeres, de los movimientos antipatriarcales, de las disidencias, por sobre los intereses electoralistas que tienden a fragmentar los procesos de creación feminista y popular. Anticipar la derrota política del macrividalismo en su territorio, movilizar las energías para que quienes lleguen a distintas instancias de gobiernos, estén exigidos/as de respetar los intereses y necesidades de los sectores populares, especialmente de las mujeres, que con mayor rigor sufrimos la feminización de la pobreza, y de las disidencias que vienen siendo atacadas por las políticas de odio y de discriminación crecientes que se promueven desde el poder.
Los sucesivos golpes económicos y financieros que el macrividalismo ha venido dando para profundizar la necropolítica extractivista, se descargan con violencia sobre los cuerpos de las mujeres que “paran la olla” todos los días, y que tienen que realizar magia para garantizar la sobrevivencia y el cuidado de las familias cada vez más vulnerables.
En la cita de octubre, que se espera que sea la más multitudinaria de la historia de estos encuentros, los debates muestran el crecimiento en amplitud y en diversidad de los feminismos y su permanente transformación, tumultuosa, aguerrida, atravesada por las pasiones que supone un modo de hacer política desde los cuerpos, las comunidades, las zonas de exclusión, los centros de trabajo, de vivienda y estudio. Un espacio cargado de tensiones y contradicciones, donde la fuerza va oscilando entre la potencia de los feminismos populares, comunitarios, plebeyos, y los círculos de “buenas prácticas” institucionalizadas, disciplinadas y ordenadas, que se conforman con conservar lo logrado y merman su potencia transformadora.
La propuesta de cambio de nombre por “Plurinacional”, fue reclamado en varias oportunidades desde los talleres de mujeres originarias que se reunieron en otros encuentros. La demanda fue recuperada desde el primer Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen vivir realizado en Ensenada, que dio origen a la campaña “Nos queremos plurinacional”. Otros colectivos como Feministas de Abya Yala, asumimos esta propuesta, que atravesó todos los debates de Trelew. A pesar del fuerte posicionamiento que hubo en los talleres y en distintas iniciativas (como en el Taller 42 organizado por las Mujeres Indígenas por el Buen vivir, en la mesa de Feministas de Abya Yala, y en la propia marcha del encuentro), el cambio no se aprobó, debido a las maniobras realizadas por la mayoría de la Comisión Organizadora en el plenario final, donde no pusieron el tema en discusión, como se habían comprometido desde el documento que abrió el encuentro.
“Plurinacional”
En estos debate, confrontan con la perspectiva plurinacional corrientes que reivindican “lo nacional”, como elemento homogeneizante de los movimientos populares, y en este caso del movimiento de mujeres, concepción que desconoce que los Estado Nación en nuestro continente han sido construidos sobre la base de sucesivos genocidios de los pueblos originarios, de los pueblos negros esclavizados, y que este genocidio hoy continúa cuando el patriarcado capitalista y colonial criminaliza a los pueblos y a las mujeres que defienden cuerpos y territorios.
Los nacionalismos exacerbados, racistas, colonialistas, xenófobos, son cuna de los fascismos existentes, de los bolsonarismos, de los macrividalismos, que en la misma lógica despliegan políticas extractivistas de destrucción de la naturaleza, de saqueo de los bienes comunes, de violencias contra pueblos y mujeres originarias y negras, migrantes, empobrecidas, y de odio hacia lesbianas, travestis, trans, disidencias.
La revolución feminista es un movimiento que puede impedir el avance de estas políticas de muerte y de odio. De hecho, es el movimiento social que pudo ponerse de pie en Argentina, con la marea verde, el Ni Una menos, los paros internacionales de mujeres, lesbianas, travestis, trans; que se puso en marcha en Brasil, con el Ele Nao y ahora con la Marcha de mujeres indígenas, negras, y campesinas; en México, enfrentando la violencia patriarcal y realizando el primer encuentro de mujeres que luchan, para mencionar sólo algunas de las iniciativas de los feminismos. Subraya la filósofa feminista mendocina Alejandra Ciriza, que los estados nacionales se constituyeron “a partir de la construcción del proyecto de la Argentina oligárquica, que implicó un proceso de invasión de las nacionalidades y pueblos preexistentes. Implicó un genocidio, cuyas prácticas fueron retomadas en el año 76. No es nada casual que en el año 1979 la dictadura celebrara la mal llamada “Conquista del Desierto”.
Hablar de un encuentro plurinacional recupera esta historia tan compleja de nuestro país, que es efectivamente plurinacional, aunque ese carácter fue negado durante tanto tiempo. Es muy importante para nosotras como feministas reivindicar ese nombre de plurinacional, que implica poner en cuestión el carácter racista de este país. Este país se “construyó” negando las nacionalidades pre-existentes, y la multiplicidad de personas que constituyen este país. Negar eso es adoptar una posición blancocéntrica y racista. Son posiciones que tienen que ver con una determinada tradición oligárquica del feminismo, que se puede reconocer en Camila Horne de Burmeister, que proponía el voto calificado. Nosotras reivindicamos otro tipo de tradiciones, las de las anarquistas, las socialistas, las peronistas, por nombrar algunas de las tradiciones plebeyas. Hay quienes argumentan que romperíamos una tradición, pero las tradiciones se pueden renovar”.
Romper las fronteras
Uno de los temas centrales que atraviesan el convulsionado siglo 21, es el de las migraciones. Los pueblos migraron históricamente buscando horizontes de felicidad. “Migrar es un ejercicio ancestral” aseguran las mujeres originarias.
Con el crecimiento de las derechas conservadoras, los países han levantado muros para detener este movimiento. La criminalización de las personas migrantes, tiene niveles de crueldad incomparables. Por eso el debate sobre lo plurinacional, pone también en la reflexión los modos en los que el patriarcado capitalista y colonial estableció fronteras entre los pueblos. Adriana Guzmán, del Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia, nos dice: “Somos plurinacionales porque somos antipatriarcales. Las fronteras de las naciones, de los estados, las ha establecido el sistema patriarcal. Las fronteras sobre los cuerpos, las jerarquías sobre los cuerpos, las ha establecido el sistema patriarcal. Hablar de plurinacional en un encuentro de mujeres, es atrevernos a mirarnos todas, atrevernos a reconocer que todas estamos en el mismo espacio, es la convocatoria profunda a dejar una actitud colonialista, racista, ser capaces de autocriticar esos espacios y encontrarnos todas en una lucha antipatriarcal, que es de todos los cuerpos”.
Descolonizar implica comenzar a borrar las fronteras impuestas por el poder, que separan pueblos, culturas, y que también realizan una cartografía de cuerpos jerarquizados desde el régimen heterosexual.
Años atrás, Lohana Berkins era prácticamente la única travesti que participaba en los Encuentros. Ella abrió muchos caminos, enfrentándose cuando fue necesario a situaciones de discriminación, de violencia y de odio. Hoy son cientos de travestis y trans, que participan en los Encuentros, que realizan sus propios talleres, e incluso vienen promoviendo la marcha contra los travesticidios. Esas travestis, trans, junto a lesbianas, bisexuales, no binaries, exigen no ser invisibilizadas. Otra vez las políticas conservadoras, construyen fronteras y levantan muros. Sin embargo, la memoria de Lohana, la mariposa multicolor, tiene más fuerza en la subjetividad feminista que las políticas que construyen desde los límites de la biología.
Nuevas migraciones
Los feminismos populares, indígenas, negros, villeros, migrantes, campesinos, de trabajadoras de tiempo completo, de estudiantes, de ancianas, de jóvenes, están revisando a partir de estos diálogos y debates sobre el carácter de los Encuentros, temas tan profundos como la comprensión del sistema patriarcal.
Afirma Adriana Guzmán que “el patriarcado es “el sistema”. No es un sistema más, no es producto del capitalismo, no es consecuencia de la colonización, no es una forma de racismo. Es el sistema de todas las opresiones, de todas las dominaciones, y de todas las violencias que vive la humanidad y la naturaleza, construido históricamente sobre el cuerpo de las mujeres… La humanidad aprende a explotar y a dejarse explotar, porque en la casa hay una mujer que hace el trabajo de la casa, cocina, cría a los hijos, y a eso ni siquiera se le llama trabajo, y nunca se lo reconoce. La humanidad ha aprendido la explotación en el cuerpo de las mujeres. Ahí se sostiene el capitalismo también”.
El debate sobre el carácter plurinacional tiene antecedentes en experiencias tan diversas como es el caso de Bolivia, o en la propuesta de las mujeres kurdas, que traen a los encuentros su propia experiencia de revolución de las mujeres, de confederalismo democrático, y de poder popular plurinacional. En el caso de Bolivia, que ya es constitucionalmente un Estado Plurinacional, esto fue producto de una discusión histórica. Señala al respecto Adriana Guzman: “Nuestra posición frente al nacionalismo, fue importante en términos políticos, reconociendo que es parte de la construcción patriarcal, y que es un pacto con el colonialismo y el racismo, cuando nos obligan a ser bolivianas y negarnos como aymaras y como quechuas. Fue importante el debate de lo plurinacional, para reconocer nuestros cuerpos, nuestros territorios, los diferentes idiomas que hablamos, las formas en las que conocemos, en las que nos queremos y nos relacionamos. El debate de lo plurinacional significó discutir la reconstitución del territorio ancestral, la reconstitución del cuerpo, fuera de las obligaciones coloniales, patriarcales. La obligación heterosexual, la obligación de la dualidad, formas que habían atravesado la cosmovisión. En Bolivia no se hizo dentro del movimiento de mujeres y dentro del feminismo. Se hizo a nivel nacional, y algunas feministas dijeron “que ese tema lo discutan las indígenas, porque no es un tema del feminismo discutir lo plurinacional”. Aquí ha pasado al revés. “Ha empezado la discusión dentro del movimiento de mujeres y del feminismo”.
El miedo al cambio es una de las amenazas más grandes que tiene la revolución feminista. Pero frente a ello se trata de volver al origen, no para quedarse ahí, sino para recuperar fuerza en las identidades, y en la historia ancestral de las migraciones. Nada tan vital como migrar, en búsqueda de nuevos horizontes. Esa experiencia de los pueblos se encarna en la experiencia feminista, que con la misma tozudez y energía con que tiñe de verde los pañuelos y las raíces del pelo, pinta con los colores del arcoiris -de la wipala y de los movimientos lgttbi-, la tradición violeta de las brujas que nunca pudieron quemar en las hogueras patriarcales, y que llegan también a la cita, para colocar magia en los encuentros, sabiduría para sortear los obstáculos, sacando energía y alegría de la experiencia vital de la diversidad y de la fuerza del encuentro.