En tiempos en que las categorías y las palabras son trivializadas y deshistorizadas, volver a las certezas es importante. No retrocedemos, ni en nuestras conquistas, ni en nuestros lenguajes. La riqueza la generamos nosotrxs
Por Pablo Nolasco Flores
¿Cuántas horas van?
¿Cuánto trabajás?
¿Quién se la llevó?
¿Quién se la cobró?
Dime, Guillermina (2004)
“Se acabó la Teoría de la Explotación” exclamó el presidente Javier Milei. Con una reflexión vulgar y de sentido común se contentó por haber derribado el corazón de la teoría marxista. Acto seguido, explicó su hallazgo y remató: “salvo que sean los trabajadores los que estén explotando a los empresarios, porque los trabajadores le compran dinero a los empleadores a cambio de trabajo.”.
En una nueva construcción discursiva para atacar las formas de explicar las penurias que viven millones de personas en el capitalismo, Milei creyó haber derribado una teoría que fundamenta científicamente como el capitalismo se sostiene con el trabajo de las personas.
El capitalismo necesita explotar para lograr su supervivencia
La teoría de la explotación de Marx vino a explicar aquello que “no se ve” en la cotidianidad. Una enorme cantidad de personas, día tras día, asisten a sus lugares de trabajo, ya sea formales o informales, estatales o privados, a entregar tiempo de sus vidas a cambio de un salario expresado en dinero para poder satisfacer sus necesidades materiales y espirituales. Son los trabajadores, entregando su tiempo, quienes crean valor. Ponen a funcionar las máquinas, manejan los transportes, atienden los hospitales, enseñan en las escuelas y ponen a funcionar los softwares. Todas estas actividades generan un valor muy superior al que reciben como salario. Es el trabajo excedente o plusvalía. En un sentido estricto, la explotación tiene que ver con una relación social, donde una mayoría crea un enorme cúmulo de riqueza, pero gran parte de ella va a parar a las arcas de las minorías empresariales. Sin esta relación social, el capitalismo no sería posible.
No hay libertad con relaciones sociales de explotación
Ya lo había desarrollado Marx. En el capitalismo la libertad está enajenada. Las personas estamos atadas a lo que podemos ofrecer a cambio de otra cosa que necesitamos para vivir. La mayoría de las personas viven de su fuerza de trabajo. Venden su tiempo a cambio de un salario que les permita consumir las cosas que otros producen. Venden su tiempo por dinero. Entonces, por esencia, el ser humano no es libre. En todo caso, el ejercicio de su libertad va a estar condicionada a lo que puede ofrecer. La libertad nunca puede ser ideal, sino que siempre es material. Si la fuerza de trabajo tiene un bajo precio en el mercado, las posibilidades del ejercicio de la libertad va a estar limitada.
Cuando el capitalismo necesita aumentar sus ganancias precisa que los trabajadores entreguen más tiempo de vida a cambio de un menor salario. Entonces, los márgenes de libertad son cada vez más acotados. No hay tiempo de ocio para el disfrute ni para las pasiones creativas. No se lee, no se pasea, no hay tiempo para el encuentro con las amistades y las familias. Se cambia vida social por tiempo destinado a trabajos mal remunerados.
La libertad de explotar
No. Milei no derribo ninguna teoría de la explotación. Por medio de reflexiones y explicaciones sin un sentido y un correlato en la realidad, intenta dar vuelta un argumento para sumar un nuevo fundamento a sus adulaciones hacia los capitalistas explotadores. En otras oportunidades ya había manifestado sus simpatías por ellos. “Son benefactores sociales”, “Son héroes que zafan de las garras del Estado”. Inclusive se animó a decir que las personas tenemos la libertad de optar por morirnos de hambre si no estamos dispuestos a trabajar por un salario.
La explotación goza de buena salud. Los trabajadores que no llegan a fin de mes y combinan diferentes tipos de empleos, lo demuestra. También los argumentos que la explican y la revelan cobran vigencia. Habrá que empezar a retomar esta vieja herramienta explicativa para construir los anhelos y deseos de una vida mejor.
Lucha de clases y politización
Seguramente la mayoría de las personas que día tras día venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario no conozcan a Marx y mucho menos sepan la teoría de la explotación. Sin embargo, padecen en sus cuerpos y sus mentes el multiempleo, la sobrecarga de actividades y los pésimos salarios. Es probable que pocos trabajadores, por no decir ninguno, acuerden con el presidente sobre su idea de que son los trabajadores quienes le compran dinero a los empleadores a cambio de trabajo. Será cuestión entonces de volver a lo clásico: la lucha de clases existe, los trabajadores la están perdiendo y este gobierno representa la arremetida de quienes ganan. Será cuestión de politizar el cansancio mental y físico en un sentido opuesto. Trabajar menos, ganar más y utilizar ese tiempo para el crecimiento espiritual. Esa es la batalla cultural que los trabajadores tenemos que dar