Por Gerardo Leclercq
El pasado 20 de marzo a los 101 años de edad falleció David Rockefeller, un ícono del capitalismo moderno y una de las figuras más influyentes de Norteamérica y el mundo. Con su muerte desaparece el último nieto vivo del fundador de la dinastía, Jonh Rockefeller, considerado el estadounidense más rico de todos los tiempos y una de las personas más acaudaladas de la historia moderna. La historia del clan Rockefeller es la historia del capitalismo.
La carrera de David Rockefeller estuvo marcada por su paso por el “Chase Manhattan Bank”, (CMB), institución bancaria estrechamente vinculada a su familia y cuya expansión internacional lideró en los años 70. Además, en 1973, fue fundador de la “Comisión Trilateral” , entidad que aglutina a personalidades del mundo de la economía y los negocios de las 3 principales regiones de la economía capitalista, Estados Unidos, Europa y Japón. Dicha entidad es considerada como la predecesora del Consenso de Washington.
Los inicios del clan Rockefeller
Jonh Rockefeller fundó en 1870 en Ohio la petrolera Standard Oil, y mediante acuerdos secretos con las compañías de trasporte ferroviario consiguió un fuerte abaratamiento de los costos de transporte (a cambio de un flujo constante de petróleo trasladado). Estos convenios, que violaban la ley norteamericana, permitieron a los Rockefeller vender su petróleo más barato y mandar a la quiebra a un extenso sector de pequeñas y medianas empresas, ganando para sí el control de la industria petrolera. Se estima que en 1878 la Standard Oil controlaba el 90% de las refinerías de petróleo del país.
A comienzos del siglo XX la empresa se expande en forma vertiginosa. Este rápido e intenso crecimiento se da producto de la transformación que significó para el sistema mundial la implementación de los combustibles fósiles (con la aparición del automóvil). Volviéndose el petróleo un eje crucial para el funcionamiento de la maquinaria capitalista.
Otro aspecto importante para comprender su exponencial desarrollo, fueron los contratos o concesiones que la empresa Standard Oil (o filiales) obtuvieron a nivel internacional.
Gobiernos militares o dictaduras civiles, impuestas en su mayoría por gobiernos de los Estados Unidos, firmaban cheques en blanco y con negociaciones que favorecían siempre al privado. Mediante este mecanismo saquearon los recursos naturales de América Latina y el mundo en general, demostrando la estrecha vinculación que existió (y existe), entre un puñado de familias acaudaladas que, ligadas al poder político, hacen valer su influencia para instalar y perpetuar un modelo de desarrollo que los beneficie siempre.
Pero en 1911 la corte suprema de los Estados Unidos, valiéndose de la Ley Sherman (antimonopolios), obliga la disolución de la Standard Oil. Jonh Rockefeller vende su parte de las acciones obteniendo grandes dividendos, posteriormente reinvertidos en otras ramas de la producción (industria del acero y el carbón, ferrocarriles, y lo que marcaría su futuro: el sistema financiero). Finalmente el grupo se dividió en 34 empresas, que en la actualidad conforman el núcleo principal de la industria petrolera de los Estados Unidos.
La relación del clan Rockefeller con la Argentina
Fue David quien mantuvo un diálogo fluido y constante con nuestro país. La primera visita que realizó fue en 1945 durante la Segunda Guerra Mundial a pedido del presidente Franklin Delano Roosevelt. Para ese entonces David Rockefeller no era una figura trascendental a nivel internacional, pero sí un importante hombre de negocios en los Estados Unidos.
En 1979 y ya como titular del CMB regresa a la Argentina, para analizar la posibilidad de realizar inversiones. Para aquel entonces la prensa nacional lo presentó como “amigo personal del ministro de economía Martínez de Hoz”. Ambos se conocieron en la década del 60 mientras Martínez de Hoz ocupaba un cargo en la Secretaria de Comercio Exterior.
En noviembre de 1980 regresa a nuestro país para asistir a una convención del CMB. Es agasajado por la dictadura militar, se reúne con Videla, Viola y Martínez de Hoz, y expresa su deseo de una “democracia tradicional” para la Argentina.
En 1986 regresó a una reunión del consejo directivo de la Sociedad de las Américas. Previo a esa reunión pasó por la ciudad de Olavarría. Junto a personalidades del ámbito político, empresarial y sindical (tanto locales como extranjeros) compartieron una cena organizada por la anfitriona Amalia Lacroze de Fortabat (miembro de la secretaría de cultura de la Sociedad de las Américas). Dato curioso, la lista de invitados nunca se dejó conocer. Posteriores filtraciones dieron a conocer el nombre de algunos de los invitados. A fines de ese mismo año regresa nuevamente y se reúne con el que consideraba un amigo, el presidente Raúl Alfonsín. En esa oportunidad se registraron marchas en la ciudad de Buenos Aires en repudio a su presencia.
En la década del 90 visita el país en varias oportunidades, en todas producto de las invitaciones de su amiga Amalia Lacroze de Fortabat, fue ella misma la que propició el encuentro entre el para entonces presidente Carlos Menem y el magnate.
El ultimo capitulo entre David Rockefeller y la Argentina lo podemos encontrar en el acuerdo firmado por el Estado Nacional y la multinacional Chevron (hija de la Standard Oil) respecto de la reserva de petróleo no convencional “Vaca Muerta”.
Como se ve, David Rockefeller fue y es parte del capitalismo moderno. Tanto él cómo su apellido están ligados íntimamente con el desarrollo y consolidación de un sistema basado en el sometimiento, la opresión y la depredación de los recursos naturales