Por Agustín Bontempo / @agusbontempo
En los últimos días salieron a la luz los nuevos dietazos que se asignó la casta gobernante. Mientras, aumenta el número de pobres en el país y el salario promedio queda absorbido entre la inflación y los tarifazos. El abismo como horizonte social.
Cuando a una persona se le consulta por la “economía”, la respuesta se refiere, en general, a su economía en particular. Y entonces, todos y todas vamos a coincidir más o menos en decir que la inflación aprieta, el ajuste tarifario condiciona y el salario (incluso los más onerosos que hay entre la clase trabajadora) se limita. Sin embargo, la situación es más compleja aún.
Un gremio triunfador
Quien lea estas líneas sentirá envidia por el gremio que representa a la casta gobernante. Mientras en la televisión se sacan los ojos para proclamarse representantes del pueblo (y vemos cómo esto va en aumento en años electorales), esta semana la Cámara de Diputados de la Nación dio una nueva muestra del resguardo y alianza de clase al aprobarse un aumento de aproximadamente 30 mil pesos en concepto de representación y gastos, acompañado por todos los bloques políticos a excepción del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Pero esto no se da de manera aislada: las y los legisladores nacionales ya contaban con un aumento salarial del 10 por ciento asignado en marzo y otro que se espera para el mes de septiembre.
Cuando hablamos de este vergonzoso aumento, nos referimos a personas que tiene salarios que oscilan los $130.000. Entre ellos, están las y los oficialistas -que reclaman paciencia frente al ajuste- y la oposición, acompañadores seriales que no se han rehusado a la medida, mientras hablan de situación difícil para las y los trabajadores cuando tienen un micrófono por delante.
Hay algo que debemos reconocerle a los garantes de la pobreza y es su coherencia enriquecedora. No solamente por lo antes mencionado, sino porque al mismo tiempo que el poder legislativo se aprueba el dietazo, el Poder Judicial -que está representado por los jueces del 2 x 1 a favor de los genocidas- continuó su escalada “paritaria” y así los integrantes de la Corte Suprema de Justicia alcanzarán el modesto salario de $300.000, mientras que los jueces de primera instancia quedarán limitados a un total de tan sólo $160.000.
Pero el gremio de los gobernantes no se olvida del Poder Ejecutivo. Aunque esta semana aún no consiguieron ningún aumento, los salarios de los máximos representantes ya rondan los $200.000. Así, mientras las y los Ministros están ganando cifras apenas superiores a $180.000, el presidente de la República, Mauricio Macri, alcanza los $210.000. Incluso el negacionista y ex ministro de Cultura de la Ciudad, Darío Lopérfido, que fue enviado a Alemania vaya a saber uno para qué, a las y los argentinos nos costará $200.000 por mes, más una carga única de casi ¡40 mil dólares! Está claro que, para ellos y ellas, el tope salariar del %20 es gratificante.
Consejo del salario
El próximo 27 de junio se llevará adelante la reunión del Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil. Allí, el gobierno, el empesariado y la burocracia sindical tratarán de fijar el nuevo piso salarial a partir de la variable del famoso %20. Si esto es así, el salario mínimo en nuestro país será de alrededor de $9.500.
Pero para que el círculo de enriquecimiento funcione, necesariamente debe haber más actores en escena: además de las formidables ganancias de los gobernantes, están los sindicalistas burócratas como Héctor Daer o Carlos Acuña , del triunvirato de la CGT, que cobran más de $200.000. Salarios llamativos si lo vemos desde el ojo de las y los trabajadores reales. ¿Serán ese triunvirato, entonces, el que discute las paritarias de los funcionarios?
Finalmente nos encontramos con el sector empresario; el mismo que hoy goza de regalos impositivos y que en algunos sectores vienen teniendo ganancias galácticas. Por supuesto, no hablamos de los pequeños y medianos que, junto a las y los trabajadores, vienen salvando al país de la quiebra gracias a las cargas que se pagan en concepto de IVA y tarifas esencialmente.
¿Qué pasa con las y los trabajadores?
El país de sueños cumplidos y maravillas en el que viven algunos está en las antípodas del que vive la mayoría de las personas. Y eso que hablamos de la misma tierra. De acuerdo con el último informe de la UCA, en la Argentina hay más de 8 millones de pobres, la mayoría de ellos en situación de hambruna.
A pesar de que el propio INDEC estipuló que para no encontrarse bajo la línea de pobreza se necesitan al menos $13.000 por mes, el salario mínimo que impulsa el gobierno apenas supera los $9.000. Esto sin contemplar que la canasta familiar ronda los $23.000 sin sumarle gastos de alquiler, situación por la que atraviesa la mayoría de las y los ciudadanos.
Todo este trajín de cifras tiene el objetivo de poner sobre la mesa la inviabilidad de un modelo económico que detonará por la puerta social. Las mismas personas que exigen paciencia y esfuerzo a los millones de pobres e indigentes, a las y los trabajadores precarizados, a las y los jubilados con jubilaciones congeladas y escasez de medicamentos, son quienes ganan cifras millonarias por año.
No solamente se enriquecen a costa de sus salarios de película, sino que mientras ajustan tarifas a salarios de por sí enflaquecidos, quitan cargas impositivas para los sectores que históricamente ganaron a costa del sudor de la mayoría de la población.
El país se endeuda de a miles de millones y las ganancias se concentran en un reducto cada vez más reducido mientras los puestos de trabajo se pierden, los negocios cierran porque no hay consumo (es una cuenta escolar saber que si no hay trabajo, no hay salario y, por tanto, no hay consumo) y la gente cae masivamente en la pobreza. El panorama demuestra que no hay productividad para sortear la deuda interna y externa que se está generando. Por otro lado, el cooperativismo se muestra cada vez más como una alternativa real, aunque sufre los mismos embates por parte del Estado, que no genera condiciones de producción o paga salarios que distan mucho del mínimo necesario para vivir.
La situación tiende a ser más grave de lo que aparenta. Sobre todo por el panorama que se avizora en cuanto al futuro. Todo nos hace pensar que serán varias las generaciones que sufrirán las consecuencias y que deberán reanimar a un organismo en agonía. Pero en este presente, y en este, el país del nunca jamás, el cinismo es un arma de destrucción y el abismo el horizonte social que se le ofrece a la clase trabajadora.