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    Sin categoría

    El cine de las pesadillas

    31 octubre, 20135 Mins Read
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    El cine de las pesadillas

    Por Matías L. Marra. Desestímese el hecho de que hoy las culturas anglosajonas festejan Halloween, noche de brujas. Este artículo lo toma simplemente como excusa para hacerse una pregunta: ¿por qué es importante el cine de terror?

    El estudio de los cines de géneros (de todos) es complejo. Si se parte de una caracterización de los rasgos comunes, inmediatamente a cada característica se le puede encontrar al menos una película que haya retomado esa codificación y la haya reinterpretado.

    A la vez, hay que sumarle que los géneros no son algo estanco. Los géneros mutan a la par de los tiempos. Por un lado, el verosímil de cada época es distinto y por lo tanto la forma en que el género apela a constituirse también. Por otra parte, y pensando ya estrictamente en el género sobre el que este artículo pretende hablar, el cine de terror, lo que asustaba hace diez años no es lo que asusta hoy.

    Entonces lo primero que hay que decir de las películas de terror es que son hijas de su tiempo. Esto sucede o bien por el exceso de producción de determinada temática que exige la industria, que produce muchísimas películas iguales en pocos años; o bien, y esto es lo que más nos interesa, por ser un reflejo de las ansiedades y miedos que cada época configura.

    Por eso el cine de terror más que estudiarlo por sus características tradicionales (que también son hijas de sus tiempos), resulta más interesante hacerlo desde varios puntos de vista: a nivel cinematográfico y a nivel de los estudios culturales. El estudio del cine de terror no debe cerrarse a la película únicamente, sino que hay que abrir el análisis y vincularlo con el contexto sociopolítico en el que fue hecha. 

    Como no es interés de este artículo historizar al género, nos remitiremos a casos particulares. El cine de terror español durante la última etapa del franquismo es un excelente ejemplo de este reflejo de ansiedades y miedos que mencionamos. Una película corta, La cabina de Antonio Mercero (puede verse en Youtube), muestra a un hombre encerrado en una cabina que nadie puede ayudar a salir, a pesar del intento de los de afuera. Lamentablemente, con la llegada de la democracia hubo un interés en hacer “películas serias” y el cine de terror dejó de encontrar su espacio en España.

    Luego de la caída de las Torres gemelas en Estados Unidos, se reconfiguró -nuevamente- la otredad en el cine norteamericano. En particular en el cine de terror, como ejemplo podemos mencionar Cloverfield de Matt Reeves y producida por J.J. Abrams. La historia transcurre en un Nueva York invadido por algo que no se sabe qué es. Los edificios tiemblan y es mejor salir a la calle. Luego nos enteramos que es un monstruo y la película deja de ser buena (no por el monstruo sino porque gira a otra cosa), pero es valiosa toda la angustia que genera el bajar las escaleras rápido.

    En días donde vale más el asco que el suspenso (el cine de terror parece haber olvidado toda la herencia del maestro Hitchcock), podemos decir que el género está muerto. Otra vez. El cine de terror muere y revive cada algunos años. Si bien hace muchos que no genera buenas películas más allá de casos aleatorios (probablemente el caso emblemático sea la saga Scream) la historia misma del cine de terror nos ha enseñado que, fiel a una de sus temáticas más extendidas, bien sabe operar como ese muerto-vivo que vuelve a crear nuevas pesadillas.

    Entonces, y volviendo a la pregunta inicial: ¿por qué es importante el cine de terror? Podemos decir que ver películas de terror y poder darle una vuelta de tuerca al visionado resulta una operación muy interesante, o mejor aún: muy apasionante. Si las películas de terror son hijas de su tiempo, además de divertirnos y asustarnos, podemos ir explorando los subtextos que las películas vienen a decir. O sea: pensar.

    ¿Por qué nos gusta asustarnos viendo películas de terror?

    Para cerrar el artículo, retomamos las cuatro razones que encontró el teórico catalán Roman Gubern en su texto Las raíces del miedo, coescrito con Joan Prat. La primera es el shock salutífero de adrenalina que producen las películas de terror, que Gubern asocia con las pulsiones eróticas. En segundo lugar, el terror nos gusta porque el intenso horror mostrado en la pantalla tiende a minimizar los problemas cotidianos, cumpliendo así una función evasiva. En tercer lugar, el espectador deposita en los personajes una doble identificación: por un lado con la víctima, con la que se solidariza; y por el otro con el monstruo, proyectando sobre este la agresividad acumulada en el día a día. Por último, Gubern explica que “la muerte del monstruo en la pantalla nos libera así de nuestros propios monstruos, aunque sea sólo en el plano de la fantasía”.

    Lejos de ser un cine para niños (con el perdón de los niños), como se lo intentó e intenta caracterizar aún, el cine de terror habilita sin problemas un montón de funciones que lo hacen uno de los espectáculos más intensos y atrapantes.

    Por más cine de terror.

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