Por Julia de Titto. Mañana se realizará la XXI Marcha del Orgullo LGBT en la Ciudad de Buenos Aires. Desde Marcha, entrevistamos a María Luisa Peralta, activista lésbica, que analizó el presente del movimiento, y dio su visión sobre la mirada social respecto a la diversidad sexual.
María Luisa Peralta es una activista lesbiana. Bióloga de profesión, hoy sostiene una editorial y es docente. Desde el año 1996 participó en diversos colectivos de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT) y de lesbianas. El último en el que militó fue el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género y la organización de los “Diálogos del activismo lésbico” y el archivo de “Potencia Tortillera”.
María Luisa tiene un hijo de 6 años en comaternidad con su ex pareja. Este año lograron que su partida de nacimiento se rectificara y que aparecieran ambas como madres a pesar de no estar casadas por cuestiones ideológicas: ella es anarquista y su ex pareja, comunista. “Si las parejas heterosexuales no están obligadas a casarse para anotar a sus hijos e hijas, nosotras tampoco”, cuenta que charlaban al momento de plantear esa batalla jurídica. Este año lo lograron y su hijo tiene, ahora legalmente también, dos madres. Marcha habló con ella, que nos contó su visión sobre la Marcha del Orgullo LGBT que se realizará en Buenos Aires mañana a las 18, de Plaza de Mayo a Congreso. También compartió sus reflexiones sobre la situación actual del movimiento y el impacto de la aprobación del matrimonio igualitario y la Ley de Identidad de Género.
– ¿Cual es la importancia de la Marcha del Orgullo y cuáles son sus principales reivindicaciones?
La consigna oficial de la marcha tiene que ver con la educación: “Educación en igualdad para la diversidad”. Pero la gente muchas veces va por muchas otras cosas. Hay cosas que en algunos momentos generan más simpatía, y otras que son más duras y quedan dejadas de lado. Una de las cosas que todavía estamos teniendo que soportar mucho son agresiones violentas y cuestiones de prejuicios fuertes. Una chica de una organización de LGBT de Misiones, después de haber participado del Encuentro Nacional de Mujeres recibió amenazas muy violentas. También hay crímenes que no se han aclarado, como el caso de un muchacho de Prefectura que desapareció de la casa días después de anunciar que se iba a casar con el novio y nunca más se supo qué pasó con él. El asesinato de “Pepa” Gaitán, un adolescente que se ahorcó en La Rioja, y así hay un montón de situaciones de violencia, de homofobia, lesbofobia, transfobia, que todavía están y que no han entrado como reclamo principal de la Marcha pero que deberían tener un lugar más importante. La educación es importante, pero esa consigna junto con un afiche lleno de caritas sonrientes, da una idea demasiado optimista de la situación en la que estamos. También forma parte de las consignas el reclamo por el derecho al aborto, que la Marcha del Orgullo la suele llevar, y este año es con más fuerza quizás, porque hace un año perdió estado parlamentario el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y el aborto sigue sin legalizar.
-¿Qué son las llamadas “contramarchas”?
Las “contramarchas” las empezamos en 2003. Todo un sector del movimiento LGBT que estábamos muy vinculados al movimiento piquetero, las asambleas barriales, muy metidos en la lucha contra el ALCA, organizamos esa “contramarcha” que tenía una bandera que decía “Contra el capitalismo y el patriarcado”. Después, en 2004, había un montón de gente detenida por haber resistido la reforma al código contravencional que penalizaba otra vez a las personas en situación de prostitución y a vendedores ambulantes, etc. y la Marcha del Orgullo oficial decidió llevar la consigna del matrimonio y omitir hablar de las personas presas. Entonces hicimos esa contramarcha. Y en años siguientes la “contramarcha” tuvo distintos grados de organización y de claridad en las consignas. En el último tiempo no vengo participando justamente porque no ha tenido una cosa de discusión previa. Pero la idea fundamental es que hay todo un sector de gente que marchamos, a veces agrupados en la contramarcha y a veces dispersos, pero que por lo general tenemos otras posiciones, otras ideas y otras prioridades. Siempre estamos en la marcha.
-¿Qué cambios ves en la sociedad en el último tiempo respecto a los temas que tienen que ver con las personas LGBT?
Se han cambiado muchas cosas en la sociedad. Es un proceso largo. Yo no creo que, como suelen decir otras personas del movimiento, sean cosas que el gobierno kirchnerista nos dio y parece que la historia arranca en 2003. La verdad, es que la historia del movimiento LGBT arranca a fines de los 60. Hemos tenido situaciones y momentos muy duros en los 90, porque todas las políticas de precarización laboral, siempre se ensañan primero con la gente más vulnerable. Y nos ha costado mucho tiempo ir cambiando la mirada social sobre el colectivo LGTB y sobre algunos grupos en particular. Quizás los varones de clase media gays han sido aceptados con más rapidez que las travestis pobres en prostitución. Con distinto ritmo, pero hubo todo un trabajo. El movimiento no se mantuvo aislado, sino que interactuó con una enorme cantidad de otros movimientos sociales, el feminista, el de mujeres por fuera del feminismo, con los movimientos barriales, en toda la movida del 2001 estuvimos muy involucrados, con la universidad, con los organismos de derechos humanos. Todo eso fue, de a poco, generando un cambio en la mirada sobre nosotros. Y luego sí, en el gobierno kirchnerista hubo una recepción a estos reclamos históricos que, de todas maneras, es compatible con el discurso del gobierno en cuanto a la igualdad y la ampliación de derechos. Pero que un gobierno pudiera presentar esto como algo políticamente redituable, fue parte de ese proceso. A su vez, que se hayan aprobado esas leyes, potencia esos cambios, e involucra a más gente que antes no estaba involucrada.
– Y concretamente sobre la aprobación de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género ¿qué impacto tuvieron?
Respecto al matrimonio igualitario, me pareció impresionante la forma en que una enorme cantidad de personas heterosexuales se movilizaron para apoyar esa ley. Eso antes no pasaba. Unos años antes hubiera sido impensable que un diputado, por ejemplo, se parara en el medio del recinto y dijera “yo tengo un hijo gay”. Nos hicimos visibles, al llegar un momento en que la gente que nos apoyaba decidió hacerse visible y reconocerse como personas que tenían vínculos afectivos, familiares, de amistad, laborales con personas LGBT. Las leyes potencian ese cambio social, tienen un efecto de validación social muy importante. La ley de identidad de género, es fundamental. A las personas trans les cambia radicalmente la existencia. Es una ley que además del cambio de nombre, preve intervenciones quirúrgicas para quienes lo deseen, es un cambio enorme en la calidad de vida, la salud, etc. Marca un antes y un después. Dentro del Senado se aprobó sin un solo voto en contra, a pesar de que pensábamos que ahí iba a pesar más el conservadurismo. Había gente que la apoyaba con convicción, y otra gente que quizás evaluó que era contraproducente mostrarse en contra de esa ley, por eso faltaron. Hubo cambios en los últimos años, y creo que estas leyes hacen que esos cambios sean más profundos. Pero quedan cosas para avanzar en el cambio social. Una ley es fácil, hay sesión, se vota, se aprueba, ya está. El cambio social es más difícil, pero está ocurriendo y no hay mucha vuelta atrás.