Por Alejandro Wall especial para Marcha. Daniel Vila y Julio Grondona protagonizan una batalla mediática por el poder en la AFA, batalla que tuvo su punto más alto el martes pasado pero que promete tener más capítulos.
El hashtag, ese ordenador de temas que ofrece la red social de los 140 caracteres, se expandió casi como un chiste hace algo más de un año: #elprogramadefantino. El absurdo se había apoderado de los domingos por la noche. Hasta entonces, el espacio pospartido de los argentinos estaba reservado a Fútbol de Primera, que secuestraba los goles y musicalizaba sus imágenes exclusivas con jazz. Durante dos décadas la pelota perteneció a su reino. Pero el Fútbol para Todos lo liquidó. Le quitó su sentido: ya nadie necesitaba esperar hasta esa hora para ver los goles de su equipo. Llegó, entonces, #elprogramadefantino, así popularizado en Twitter, llamado El Show del Fútbol, un nombre que apela a la sinceridad: no importa el juego, lo que importa es el show.
Ese reacomodamiento mediático tiene una relación íntima con la batalla del martes 18 de octubre. El hombre que golpeaba la puerta de Viamonte 1366, mientras se autodenominaba como nuevo comandante de la AFA, utilizó a #elprogramadefantino como trampolín para sus intereses. Daniel Vila, además de presidente de Independiente Rivadavia de Mendoza, es un empresario mediático. Entre sus propiedades figuran el Diario Uno de su provincia, La Capital de Rosario, el operador de cable Supercanal, Radio La Red, América TV y el canal de noticias América 24. Pero la espada preferida de Vila es el #elprogramadefantino.
En la mesa en la que Grondona acumuló poder estuvo su alianza con el Grupo Clarín y Torneos y Competencias, que le otorgó un paraguas de la prensa a cambio de un acuerdo sin licitación, a precios bajos y por largo tiempo. La revista Noticias denunció su crecimiento patrimonial en 1994. Grondona es el hombre de Sarandí, pero desde hace rato vive en Puerto Madero. Jueces que quisieron hurgar en las cuentas de la AFA y en los contratos de la televisión terminaron bajo la cámara oculta de Telenoche Investiga, en el canal del Grupo que mantenía los derechos.
En 2009, con los clubes reclamando más dinero para alivianar sus cuentas, se terminó Clarín. Grondona se recostó en el Estado, que duplicó lo que pagaban los privados. Se terminó la Era del Codificado y comenzó la Era del Fútbol para Todos, la democratización de las transmisiones; la avanzada de la Ley de Medios, el botón de muestra. Grondona, con los 600 millones de pesos, hizo más igualitario el reparto los dineros de la televisión. “Yo hago socialismo con plata”, dijo. Los equipos grandes intentaron una rebelión. Pero era tarde. El jefe de la AFA se sostuvo en dirigentes de los clubes más pequeños.
Daniel Vila apoyó la ruptura del contrato con Clarín. Pero poco después se distanció de la AFA y del Gobierno. “Tiene una gravedad institucional solamente comparable con el Golpe de Estado de marzo del 76”, dijo sobre la Ley de Medios el socio de Manzano y de Francisco De Narváez.
Vila se reacomodó pronto. Recompuso los lazos con el Gobierno y su canal volvió al FpT. Pero insistió con su meta: ser presidente de la AFA. Enseguida entendió que con el sistema interno de la federación, Grondona era inmune, como lo supo Fernando Raffaini, el presidente de Vélez que no pudo recolectar los avales. Vila, entonces, se reclamó “un club, un voto” mediante una Ley del Fútbol. Hoy, según el estatuto, sólo participan de la Asamblea 49 equipos: todos los de Primera, ocho representantes de la Primera B Nacional, siete de la B Metropolitana, cuatro de la C, tres de la D, siete del interior (uno de cada liga afiliada).
La Ley del Fútbol, que en el Congreso naufragó en la Comisión de Deportes, tiene un punto polémico, el artículo 8, que abre la puerta para las sociedades anónimas. Vila recorrió las provincias con ese proyecto ley, mientras en #elprogramadefantino esmerilaban la figura de Grondona, acaso el personaje con mayor imagen negativa en el país.
En el botín por el que pelean están los millones del programa Fútbol para Todos. “¡Los Aliados marcharemos a Paris! El Régimen buscara asilo en Suiza”, escribió desde @danielevila, su cuenta de Twitter, un día antes de la Asamblea en la AFA. Por esas horas, además, desde su canal y C5N circuló una cámara oculta que dejaba expuesto a Grondona, que hablaba de testaferros y dinero en negro. “Yo no me puedo dejar seguir cogiendo por Fantino”, dice Grondona. Enfrente tenía a Carlos Ávila, fundador de Torneos y Competencias, que con la filmación se vengaba por viejos rencores.
Vila confiaba en la lluvia de amparos que llegarían del interior. El último cayó el mismo día de la Asamblea. De ahí sostiene que es válida la elección de los clubes que lo votaron en el hall de entrada. Pero los estatutos de la AFA, que está vacunada contra la acción de la Justicia ordinaria, marcan otra cosa. Si Grondona tuviera, por otro lado, una intervención externa (judicial, parlamentaria o gubernamental) usaría la bala de plata: la acción de la FIFA, que amenazaría con la desafiliación.
Grondona es uno de los restos que quedan de la dictadura militar. Lleva 32 años en el sillón de la AFA y tiene mandato para cuatro años más. Sólo en una elección tuvo opositor. Fue en 1991 con Teodoro Nitti, que sacó un voto. La AFA no es democrática. Los 46 dirigentes que votaron al jefe de Sarandí apostaron por una sucesión ordenada: que la herencia quede en casa. ¿Vila es la alternativa? ¿Un empresario televisivo con el negocio del fútbol en sus manos? Drácula nunca puede ser la opción de Frankenstein.
La noche del martes, Grondona se tomaba un vuelo a Zurich, la ciudad en la que se siente vicepresidente del mundo. Golpeado por sus problemas salud, que se ha encargado de negar, piensa en la sucesión. Mientras tanto, la imagen de Vila golpeando la puerta de la AFA se repetía por la TV. En el #elprogramadefantino, edición especial.