Cuál es la situación económica actual y hacia dónde vamos. Marcha dialogó con Eduardo Lucita, integrante de Economistas de Izquierda (EDI).
La compleja situación económica actual del país abre diversos interrogantes. El final de la gestión kirchnerista, lo que se avecina como una crisis, la coyuntura financiera internacional y un joven ministro de economía que aplica recetas para el consumo interno, el bolsillo aprieta y la inflación no da tregua. De estos y otros temas habló el economista Eduardo Lucita en una entrevista exclusiva para Marcha.
-¿Cómo ves el escenario de la economía Argentina hoy?
Es un análisis complejo. Todo proceso devaluatorio implica una fuerte transferencia de ingresos de los sectores de menores ingresos, hacia los sectores más concentrados de la economía, sobre todo hacia el sector exportador; sumado a un proceso de alza de precios en la Argentina. Esto genera un proceso inflacionario, que el Gobierno está tratando de morigerar.
Otra cosa que sucede es que cae la actividad económica. Por lo tanto, no solo está en riesgo una caída salarial, sino que también están en peligro los niveles de ocupación. El anuncio del jueves de la presidenta va en este sentido, buscando paliar esta posible caída blanqueando a trabajadores en negro.
Hay que decir que eso se ha hecho en muchos otros países y nunca ha dado resultado, y menos en un caso donde todo indica que la actividad va a caer. Cuando la economía está en alza puede servir, pero acá, más que pasar de trabajador en negro a estar en blanco, lo más probable es que los capitalistas traten de reducir la plantilla salarial. Así que no creo que eso funcione.
La otra cuestión es que hay un sinceramiento de la economía a partir de la devaluación, del reconocimiento del proceso inflacionario y del déficit fiscal, y, sobre todo, el problema de la restricción externa. Una vez más, como pasa siempre, en momentos de crisis en la economía Argentina, el conflicto estalla por el sector externo, la falta de divisas.
La característica principal que tiene la situación crítica actual es que, a diferencia de lo que normalmente sucede desde la segunda mitad del siglo pasado hasta ahora, donde estas crisis sucedían con déficit de comercio exterior, en la Argentina de hoy hay superávit. En el 2013 hubo 9000 millones de dólares de superávit del comercio exterior, a pesar de que se pagó otro tanto de la factura energética. O sea, el problema no viene por el comercio exterior, sino que viene por la cuenta capital, es decir, faltan dólares, no ingresan dólares al país. Todo esto, el giro que ha dado el Gobierno, el acercamiento al FMI, el pago en el CIADI, el tratar de resolver los juicios con los Hold Outs, la necesidad de arreglar con el Club de París, tiene que ver con abrir canales de financiamiento externo que el país necesita y que se va a notar en el segundo semestre.
-Desde el Gobierno se dice que no hay otra manera de conseguir esos fondos que con estos ajustes moderados, ¿cuáles serían las alternativas si no son estas las medidas?
El gobierno tal como está planteado no tiene muchas alternativas. Cada vez que hay crecimiento en las economías capitalistas dependientes, sobre todo las que cuentan con características estructurales como la nuestra, llega un momento en que hay desequilibrios y hay que hacer un ajuste. El asunto no es negar el ajuste, sino quien lo paga. Para resolver esto habría que haber avanzado en una reforma tributaria profunda, habría que haber investigado la deuda para saber qué efectivamente hay que pagar y habría que reponer los seis puntos y medio que Cavallo eximio de las contribuciones patronales de las grandes empresas. Según los cálculos realizados con los salarios de este año, se recaudarían 100 mil millones de pesos y con eso se resolvería el problema del déficit fiscal. Habría que poner un control de cambio serio y tratar de evitar que continúe la fuga de capitales del país. Según las declaraciones de la presidenta, este Gobierno es un pagador serial: ha pagado 172 mil millones de dólares de deuda pero, aparte de eso, se fugaron 80 mil millones de dólares. Es decir, el excedente de la economía argentina en esta década fueron de 250 mil millones de dólares, ¿a dónde fueron a parar? Hay ciertos mecanismos que lógicamente van a causar tensiones, porque la implementación de políticas profundas van a tocar intereses capitalistas serios.
Hay que avanzar en ciertas medidas que no necesariamente van a cambiar el sistema capitalista, pero que sí van a afectar seriamente las tasas de ganancias de los capitalistas en una dinámica de características permanente que termina cuestionando el orden establecido, pero no hay muchas otras salidas para el capitalismo argentino.
-Hay algunos sectores que hablan de un ajuste profundo y otros que hablan de un ajuste morigerado, ¿cuáles serían las características diferenciadas que está teniendo este proceso “heterodoxo” que plantea el Gobierno?
El ajuste moderado es lo que intenta hacer el gobierno. Hubo una devaluación pero no dejaron libre el tipo de cambio, sino que lo fijaron en 8 pesos. Hay una corrida de los precios que es necesaria por la devaluación pero el Gobierno trata de atemperarlo con el tema de los precios cuidados y ciertos acuerdos de precios. En un ajuste más ortodoxo el dólar queda libre y los precios se van a donde tengan que irse, no hay paritarias por más que se le hayan querido poner un techo. En un ajuste ortodoxo se eliminan las paritarias y se fija el aumento salarial por decreto, o se suben las tasas de interés que efectivamente subió el banco central, pero se eliminan las tasas subsidiadas que acá se siguen manteniendo.
Es decir, el Gobierno ajusta pero no tanto como quisieran otros sectores y algunos organismos internacionales. Esto marca, para la derecha que está creciendo en la perspectiva electoral, un problema, ya que no pueden cuestionar seriamente la orientación del Gobierno, a lo sumo pueden decir que es insuficiente, sin lograr diferenciarse de la política del Gobierno. A grandes rasgos, estas son las diferencias entre un ajuste más profundo y un ajuste morigerado.
-¿Cuáles son los escenarios que se abren hacia adelante, pensando en la posibilidad de pérdida de puestos de trabajo, aumento de la inflación, etc.?
Hay que ver cómo queda la situación financiera del gobierno frente al déficit fiscal, pero, en la crisis del 2009, que fue muy fuerte, la implementación del sistema REPRO (Programa de Recuperación Productiva) le permitió al Gobierno transitar bastante bien esa crisis sin que hubiera grandes niveles de desocupación. El problema es saber si tiene capacidad financiera para sostener hoy un nuevo régimen del REPRO.
-Se está hablando de un acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión Europea que podría generar una liberación de varios de los productos básicos que produce la Argentina, ¿cómo puede afectar esto?
Eso puede afectar fundamentalmente al sector industrial, principalmente a la industria automotriz. Pero además, esto hay que verlo en otro marco más amplio. Se está gestionando un acuerdo de comercio entre EE.UU. y la Unión Europea que va a cambiar el panorama comercial mundial. Por este motivo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, salió a decir: “hay que firmar antes el acuerdo UE y MERCOSUR”. Incluso llegó a decir: “si Argentina no lo firma lo vamos a hacer nosotros”. Porque evidentemente firmarlo después para Brasil sería un problema. En este sentido, en cualquier caso va a ser un problema. Pero firmarlo después que EE.UU. va a ser más problema todavía. Puede afectar seriamente, sobre todo al sector automotriz argentino, que es un sector deficitario y de baja productividad desde sus inicios. Siempre ha vivido del flujo de la renta agraria, pero, así y todo, no es un sector competitivo internacionalmente. Un acuerdo de estas características implicaría una nueva caída del sector industrial y atar la economía al sector primario extractivo del país.
-¿Cuáles son los desafíos que los trabajadores deben enfrentar para no perder la capacidad económica que han tenido en este tiempo?
Primero, la defensa de los puestos de trabajo si se profundiza la crisis, junto con la reducción de la jornada laboral y el reparto del trabajo existente. Es evidente que se deben defender los salarios y esto se logra luchando. De todas maneras, si se profundiza aún más la crisis, el problema no se va a resolver solo desde lo sindical. El problema es netamente político. Esas luchas van a haber que enmarcarlas en un proyecto político alternativo a la situación actual, porque han emergido con fuerza los límites estructurales del capitalismo argentino. Si no se remueven esos límites, no hay salida, por más lucha que tengamos.