Por Francisco Longa. De la devaluación de principio de año a la línea de largada electoral para 2015. Avances y retrocesos en un año de alto voltaje político que incluyó conflictividad, virajes y reacomodamientos. En esta primera entrega, un análisis del bloque kirchnerista.
Entre otros acontecimientos de alto impacto en la vida política nacional, el 2014 será recordado seguramente como el año en que el gobierno nacional operó una importante devaluación de la moneda, en el que recrudeció la conflictividad sindical y en el que los pases y contrapases de políticos entre partidos modificaron el tablero electoral para 2015.
El gobierno y un complejo escenario de acuerdos y conflictos
En el terreno del bloque kirchnerista, la fuerte devaluación de principio de año se sumó como pauta de buena conducta a los acuerdos que desde 2013 el gobierno de Cristina Fernández venía entablando con los actores que dirimen el acceso al crédito externo: el Club de París, el Ciadi (en virtud del pago por el porcentaje expropiado a Repsol) y los bonistas extranjeros. Este viraje respecto de la política financiera de años anteriores –que si bien siempre cumplió con los vencimientos de deuda, al menos mantenía una retórica confrontativa- le ayudó al gobierno a distender un poco la presión que el establishment económico hubo ejercido fuertemente desde mediados de 2013.
No obstante, haberse cruzado en este camino de recomposición con un 8% de bonistas especuladores –los famosos Buitres- y con los fallos adversos de Griesa, volvieron a situar a la Casa Rosada en un complejo escenario de acuerdos y conflictos. Esa complejidad y el hábil tratamiento del gobierno para lograr la dirección –casi moral- del conflicto, logró generar la identificación de la mayoría de la opinión pública con la causa de la Patria frente a la avidez imperialista de los Buitres. De esta forma se explica en parte la recuperación de la imagen positiva de Cristina Fernández durante el conflicto mencionado. Llegando al final de año, y caducada la cláusula Rufo, el gobierno logrará una vez más sortear el escollo de la manera más productiva en términos de rentabilidad política: pagar bastante –aunque no todo- de lo que los mercados exigen, a la vez que erigirse como los depositarios de la defensa de la patria, frente a un enemigo que a nadie puede generarle simpatía.
Al tratamiento de la cuestión de los Buitres se sumaron otras medidas políticas que finalmente redundaron en un enfriamiento de las demandas internas de los sectores concentrados de la sociedad. Solamente por citar algunos aspectos: la respuesta represiva como locus novedoso para el tratamiento de la conflictividad sindical –los casos de Lear, Gestamp, Tatsa-Emfer y Paty lo demuestran inapelablemente-, la consolidación de Sergio Berni como sujeto a cargo de la seguridad –con la anuencia de un Ministerio de Seguridad que incluso respaldó las operaciones inconstitucionales de inteligencia llevadas a cabo por la gendarmería en el conflicto de Lear- y la recomposición del vínculo con Daniel Scioli como figura de confluencia de los esfuerzos oficialistas por conservar estructuras de poder internas post 2015, fueron algunas de las medidas propiciadas para revertir el terreno que el kirchnerismo perdió a manos de Sergio Massa en las legislativas de 2013.
Lo dicho puede constatarse, por ejemplo, en la desaparición por completo de las protestas opositoras por derecha. Ante un 2013 pletórico de siglas que la clase media más reaccionaria pretendió convertir en ‘gestas patrias’ -8A, 8N, 20N- el 2014 despejó por completo de la calle a dicha oposición; esto puede leerse como un rasgo positivo en la construcción de hegemonía del bloque de gobierno, a la vez que como un indicador de las concesiones que este año obtuvieron los paladines de la restauración conservadora; es en este marco que afloraron las lecturas acerca de la ‘derechización’ del gobierno kirchnerista.
¿Derechización o reformulación de la estrategia de acumulación política?
Antes que hablar de ‘derechización’, cristalización que al menos debería ser un nodo de indagación, sí podríamos decir que asistimos, desde finales de 2013 y durante 2014, a una reformulación en la estrategia de acumulación política del bloque de gobierno. Esta reformulación, en virtud de alcanzar una entrega ordenada del poder, y ante la incapacidad del gobierno de ganar por medio de la confrontación nuevas posiciones progresistas, ha tomado un rumbo conciliador. La ‘carta de navegación’ que esa conciliación traza, incluye una respuesta más homogénea –y por cierto negativa- frente a las demandas crecientes de los sectores más dinámicos de la clase trabajadora, un perfil político asociado al orden público, y el combate al delito común como tópicos estelares de una agenda que parece construida por las corporaciones y los sectores concentrados.
Este escenario, sin embargo, debe ser matizado respecto de otros indicadores que nos permitan una mirada de espectro completo acerca del actual escenario de poder en el país. Por un lado, los logros en materias de inclusión y ampliación de derechos en el país no han cejado en 2014. Los datos acerca de los decrecientes niveles de pobreza en Argentina arrojados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las recientes conclusiones de la Unesco respecto de la creciente escolarización, son apenas emergentes –como lo fue sin dudas la puesta en órbita del primer satélite geoestacionario de fabricación nacional- de un escenario macrosocial y macroeconómico que en términos generales no ha dejado de mejorar. Esto puede redundar en una ampliación del consenso respecto de estos últimos años de gobierno y llevar a la presidenta a ser la primera mandataria en entregar el poder luego de dos períodos de gestión y con amplios niveles de aprobación y con indicadores ‘saneados’.
Por otra parte, este año será recordado también como un año donde el kirchnerismo llevó a cabo una demostración de su acumulación política, como nunca antes lo había hecho. Se trata de los actos políticos realizados por el Movimiento Evita, La Cámpora y Nuevo Encuentro, en los estadios de Ferro, Argentinos Juniors y Atlanta, respectivamente. Con excepción del acto realizado por el Evita, que fue en un micro estadio, los otros espacios políticos lograron movilizar a decenas de miles de adherentes. Sin la convocatoria espontánea e ‘independiente’ que un acto con artistas populares puede convocar, demostrar esa capacidad de aglutinamiento militante no puede explicarse solamente a partir de la gran caja del Estado –y su consiguiente aparato- que dichas organizaciones efectivamente manejan. Inédito en la vida política reciente en el país –deberíamos remontarnos al acto del MAS del `89 en Ferro- la vitalidad de la militancia kirchnerista aparece como un aspecto envidiable para cualquier espacio político con afán de construcción de poder. Si a esto le sumamos la mística del heredero, en el caso de La Cámpora con el cierre del acto a cargo de Máximo, la columna del ‘haber’ del kirchnerismo se engrosa aún más.
No obstante, todo este capital acumulado entrará seguramente en un terreno de espinas durante y post 2015, cuando las organizaciones del espacio oficialista tengan que definir una estrategia electoral. La tensión entre una candidatura conservadora, con chances reales de triunfo, y un candidato de perfil ‘profundizador’, pero que no logre siquiera llegar al ballotage, está planteada.
Esperando a Cristina
Los agrupamientos kirchneristas con menos vuelo propio –a la vez los más numerosos- esperan obedientemente la decisión de Cristina. Al parecer, la presidenta ungirá a Scioli de la forma menos explícita posible, en función de despegarse de los aspectos conservadores que seguramente traería aparejada una gestión presidencial del gobernador de Buenos Aires, al tiempo que lo suficientemente clara como para negociar espacios en las estructuras de poder post 2015, que le permita a su tropa seguir controlando resortes importantes del Estado. El azuzamiento de candidatos como Randazzo o Uribarri, parece una jugada ‘de complemento’, que ayude a mostrar hacia afuera un kirchnerismo al mejor estilo de los partidos políticos Catch All, capaz de albergar cómodamente a figuras otrora incombinables, como Pérsico, Berni, Larroque, Scioli y Kicillof.
De la ecuación resultante entre la elección de Cristina y del entramado de fuerzas al interior del futuro bloque de poder que seguramente comande Scioli, dependerá el futuro de la fuerza social más importante de los últimos años en el país. De la lucidez de sus dirigentes y de la confrontación con los otros actores de la política y la economía nacional (aunque también internacional), también depende la suerte que ataña al país los próximos años; fórmula que tendrá que definir en qué medida articular los cambios y las continuidades.