El 16 de agosto se realizó una marcha en la Ciudad de México en contra de los feminicidios. La consigna fue #NoMeCuidanMeViolan. La marcha fue convocada porque una niña fue abusada por cuatro policías que al día de hoy no han sido detenidos y cuya investigación y proceso ha tenido severas irregularidades.
Por Lorena Ahuactzin Guevara y Sebastian Kohan Esquenazi / Foto: Santiago Arau Pontones
La manifestación fue multitudinaria y terminó con varios destrozos de inmuebles y algún acto de violencia efectuado por un hombre que, ante las cámaras de televisión que transmitían en vivo, golpeó al periodista, acto que da para suponer que era un infiltrado que quería deslegitimar la expresión masiva de las mujeres. Hasta ahí nada nuevo. Los destrozos, pues, son consecuencia del hartazgo de las mujeres de este país que, al igual que las del resto de los países del mundo, son maltratadas y asesinadas todos los días.
Todos los medios de comunicación le dieron a la marcha una cobertura que jamás de le hubieran dado si las mujeres no hubieran roto algunos vidrios de las estaciones de Metrobus y algunas otras intervenciones no demasiado pacíficas. Nunca les importó tanto la reivindicación de las mujeres hasta el día en que vieron la oportunidad de criminalizar al movimiento feminista. Unos cuantos vidrios rotos alarma más a los medios de comunicación y a la opinión pública, que la violación y el asesinato de miles de mujeres, que al parecer ya están naturalizados en la vida cotidiana.
Una de las intervenciones más llamativas de la manifestación fue que el Ángel de la Independencia, principal monumento histórico de la Ciudad, amaneció más colorido que nunca, pitarrajeado y grafiteado con consignas feministas. Esa mañana algunos afortunados lograron sacarle fotos al Ángel de los Colores, convertido en un monumento de la realidad, hasta que el gobierno, escandalizado, lo mandó a vallar para que no se vea. Un vallado alevoso que no solo escondía la realidad sino que iba acompañado de un discurso sobre el valor económico que costaría borrar los grafitis y la cantidad de meses que tardarían en hacerlo. Un montaje increíble que pretendía darle al asunto una gravedad que no tenía y escandalizar a la población. Hasta que aparecieron las restauradoras y dijeron que nada era tan grave, y que no solo no era tan difícil borrarlo sino que no debía ser borrado hasta que las mujeres no tuvieran asegurada su integridad.
¿Qué hubiera pasado si las pintadas se hubieran generado por la celebración de un triunfo de la selección mexicana? ¿Se hubiera criminalizado de igual forma a los hombres? No lo creo.
Aquí la carta de El colectivo independiente denominado ‘Restauradoras con Glitter’ dirigida al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum:
Del tamaño de la manifestación es el tamaño del hartazgo. No hay marcha atrás.