Por Claudio Acuña. El paso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por el G20 tuvo repercusiones a todo terreno, su intervención sobre el tipo de crisis que vive el sistema fue novedosa al menos por el lugar, los participantes y el contexto en el que la hizo.
Su análisis de la situación del capitalismo en la actualidad abre una reflexión que es necesaria, sobre todo por la incidencia que tienen sus palabras, y más aún, tomando como referencia el masivo apoyo popular logrado en las últimas elecciones presidenciales.
Entiendo que la opinión hecha por Mariano Féliz en Marcha (¿La alternativa es… capitalismo en serio o anarco-capitalismo?), está atravesada cuando menos de imprecisiones y linealidades en el pensamiento con las cuales difiero.
Para despejar dudas, e imaginando que Mariano es un crítico implacable del gobierno, entiendo que Cristina no es revolucionaria, es peronista (como ella mismo aclaró). Que su proyecto no se plantea una redistribución de la riqueza que afecte los intereses de los grupos dominantes y por ende acabar con las inequidades del sistema, pero también es evidente que no lo podemos caracterizar como un modelo que se basa en la utilización de la plataforma construida por el proyecto neoliberal, (que) con algunos cambios, el proyecto del kirchnerismo se construye en profundizar (sic) lo peor de la herencia neoliberal, como afirma de manera tajante y con la certeza de estar frente a una continuidad según nos da a entender el autor. Opino que aquí ocurrió todo lo contrario.
Frente a la crisis del 2001, similar a la que se vive en Europa actualmente, la salida que proponen allá es el ajuste; ajuste que ya han comenzado a experimentar dramáticamente los pueblos en Grecia y España (con el “socialista” Zapatero) y ahora también en Italia. En nuestro país, frente a la crisis la salida no fue el ajuste sino un gobierno que llevó adelante un conjunto de medidas de redistribución y reparación. Esto comprende –a grandes rasgos– un nuevo rol del Estado, de la política, y cambios con respecto a la institucionalidad que mejoraron visiblemente la situación social y económica de buena parte de la población. El kirchnerismo y Cristina han sabido construir una nueva hegemonía –claramente diferente a la del neoliberalismo de los noventa–, un bloque que involucra a las mineras trasnacionales, empresarios, sojeros, ruralistas, trabajadores en blanco y en negro, amas de casa, jubilados. Esta situación –que está relacionada en sus aspectos positivos con la crisis del 2001– no significa ignorar los amplios sectores que aún siguen marginados y excluidos, pero sí dar cuenta de la complejidad política. El gobierno ha logrado cerrar los aspectos más disruptivos que había en el 2001, proponiendo un nuevo sentido común alrededor de su modelo. Ciertamente es tramposa la disyuntiva capitalismo en serio vs. anarco–capitalismo, pero también puede resultar falaz hacer simplificaciones sobre la perspectiva del sistema y de los factores en que se apoya para su dominación. Asistimos a una crisis novedosa con una dinámica impredecible que no alcanza con poner de relieve cifras, porcentajes y datos que demuestran su fracaso.