Semblanza de José Gervasio Artigas, parte del Dossier “Bicentenario: la Independencia en debate”, producido conjuntamente por Marcha y Contrahegemonía.
El Adiós
Por Eduardo Galeano
Usted. Sin volver la cabeza, usted se hunde en el exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en la fronda.
Usted no dice adiós a su tierra. Ella no se lo creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para siempre.
Se agrisa el paisaje. Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento. ¿Le devolverán la respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen?
Quienes de esa tierra broten, quienes en ella entren, ¿Se harán dignos de tristeza tan honda?
Su tierra. Nuestra tierra del sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la mejor palabra que ella ha dicho.
Memorias del fuego II
Las caras y las máscaras
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Biografía
José Gervasio Artigas nació en Montevideo el 19 de junio de 1764. Fueron sus padres Don Martín José Artigas y Doña Francisca Antonia Arnal. Después de estudiar en el colegio franciscano de San Bernardino, se dedicó a las tareas rurales en las estancias de su padre. En determinado momento desea independizarse de su familia, abandona las estancias de su familia y se dedica a arriar ganado a tierras portuguesas por lo que obtenía mercancías que contrabandeaba en las estancias orientales, práctica habitual de la época para combatir el monopolio comercial español. En esa etapa conoce profundamente a la campaña oriental y sus clases populares, estableciendo vínculos que serán decisivos en el futuro.
En 1797 ingresó en el regimiento de Blandengues, creado para combatir el robo de ganado, el contrabando en la Banda Oriental, y proteger la frontera con el Brasil. Sin duda se trataba de un intento de retorno a su clase social y de volver a formar parte de la gente “decente” pero ese proyecto personal chocaría con la profundización de las contradicciones sociales en la Banda Oriental, que lo llevaría a su ruptura definitiva con la estructura de dominación colonial. Al parecer formó parte de la expedición dirigida por el militar español Félix de Azara que intentó armar colonias fronterizas para frenar la expansión portuguesa para lo que se entregaron tierras a pobladores. El proyecto fracasó rápidamente pero influiría fuertemente en su decisión posterior de distribuir las tierras entre los más pobres. En 1805, siendo ya oficial del Cuerpo, debió retirarse del ejército por razones de salud y se casó con su prima Rafaela Villagrán. Con ella tendrá tres hijos: José María, Francisca y Petronila. Pero lamentablemente, las dos niñas morirán a los pocos meses de su nacimiento, lo que deprimió tanto a Rafaela que terminó por enloquecer. Artigas debió retornar al servicio activo y en 1806, durante las invasiones inglesas participó en la reconquista de Buenos Aires y en la defensa de Montevideo a las órdenes de Liniers.
En febrero de 1811, el antiguo Gobernador español de Montevideo, Javier de Elío, nombrado ahora Virrey del Río de la Plata, le declaró la guerra a la Junta revolucionaria creada en Buenos Aires en mayo de 1810. El entonces capitán Artigas desertó y se puso a disposición del gobierno porteño, que le dio el grado de teniente coronel, 150 hombres y 200 pesos para iniciar el levantamiento de la Banda Oriental contra el poder español. El 28 de febrero de 1811, dos campesinos, Pedro José Viera y Venancio Benavídez, con el apoyo del sublevado comandante militar de la región, Ramón Fernández, daban en Asencio (Soriano) el grito de libertad del pueblo oriental y se disponían a luchar junto a Artigas.
Artigas fue reclutando un verdadero ejército popular formado por los gauchos orientales, los peones rurales, arrieros, negros esclavos y libres, mestizos, indígenas, ocupantes de tierra sin títulos, las mujeres no “decentes”: el amplio mundo de las clases populares que quería poner fin a la sociedad colonial que los empobrecía. Al mismo tiempo convocaba a miembros de las clases propietarias de la sociedad oriental incluyendo terratenientes, comerciantes, oficiales militares y sacerdotes pero que desde el inicio verían con preocupación el carácter predominantemente plebeyo de ese movimiento social heterogéneo que denominamos artiguismo. Con estas fuerzas, el 18 de mayo de 1811 derrotó a los realistas en el combate de Las Piedras y puso sitio a Montevideo hasta que sorpresivamente y sin consultarlo, el Primer Triunvirato firmó el 20 de octubre un armisticio con Elío por el cual se comprometía a retirar las tropas patriotas. El acuerdo entregaba a los españoles el poder sobre toda la Banda Oriental y gran parte de la provincia de Entre Ríos.
Disgustado con este desenlace, seguido por sus milicianos y la mayoría de la población oriental, Artigas se retiró hacia Entre Ríos para reorganizar la lucha. De todos lados llegaban familias huyendo de la persecución española a colocarse bajo su protección y a ofrecerse para luchar contra los españoles y los portugueses, que habían comenzado a penetrar desde el norte de la Banda Oriental por pedido de Elío. Mil carretas y más de 10 mil personas (hombres, mujeres y niños) con sus pocos ganados y pertenencias, cruzaron el río Uruguay y se instalaron en Ayuí, cerca de la actual Concordia (Entre Ríos) en un recorrido que llevaría largos meses. Era el famoso éxodo del pueblo oriental donde los que se sumaban prendían fuego a sus ranchos y campos, envenenaban los pozos de agua y destruían todo lo que no pudieran llevarse para dejar tierra arrasada al enemigo. El Primer Triunvirato envió a Manuel de Sarratea para reemplazar a Artigas en el mando de las tropas orientales. El líder de las fuerzas porteñas conspiró secretamente contra el jefe oriental y tramó su muerte, por lo que intentó comprar la voluntad de su primo, Fernando Otorgués. La lealtad de éste puso al descubierto la conspiración, y ya quedaba muy claro que para la elite criolla que dirigía la revolución desde Buenos Aires Artigas representaba un peligro que había que eliminar. Sólo cuando a fines de 1812, tras la caída del Primer Triunvirato, Sarratea fue reemplazado por Rondeau, y se le devolvió su mando a Artigas, los orientales aceptaron unirse a las tropas porteñas para poner nuevamente sitio a Montevideo.
Al inaugurarse la Asamblea del Año XIII, la Banda Oriental eligió sus representantes en el Congreso de Tres Cruces y por inspiración de Artigas, les dio precisas instrucciones de contenido federalista y revolucionario: inmediata declaración de Independencia, constitución republicana, libertad civil y religiosa, igualdad de todos los ciudadanos, gobierno central con respeto a las autonomías provinciales y el establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires. Argumentando pretextos formales, la Asamblea rechazó los diplomas de los diputados orientales. Rondeau convocó otro Congreso para elegir nuevos diputados, fieles al predominio porteño y Artigas rompió entonces abiertamente con Buenos Aires. El Director Supremo Gervasio Posadas lo declaró “traidor” y puso precio de 6.000 pesos a su cabeza.
La Asamblea del Año XIII, presidida por Carlos María de Alvear, temía que la incorporación de los artiguistas produjera una virtual alianza entre el caudillo oriental y San Martín para apurar una declaración de independencia, que el grupo alvearista, en consonancia con los intereses de Gran Bretaña, ahora aliada de España, pretendía retrasar lo más posible.
José Artigas fue el primero en plantear claramente en el Río de la Plata las ideas del federalismo. Así se lo contó él mismo al general Paz: “Tomando por modelo a los Estados Unidos yo quería la autonomía de las provincias, dándole a cada estado un gobierno propio, su constitución, su bandera y el derecho de elegir a sus representantes, a sus jueces y a sus gobernadores entre los ciudadanos naturales de cada estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo”.
Para 1814, la popularidad de Artigas se había extendido a varias de las actuales provincias argentinas, afectadas, al igual que la Banda Oriental, por la política de libre comercio y puerto único, promovida por Buenos Aires, que arruinaba a los artesanos y campesinos del Interior. Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba se unieron a los orientales, formando la Liga de los Pueblos Libres. Como Protector de la Liga, Artigas luchó junto con los jefes litoraleños contra el centralismo del Directorio. La liga formó una especie de mercado común regional en el que se protegía a los productores locales, unificando los aranceles aduaneros de sus miembros a la vez que se fomentaba la agricultura a través del reparto de tierras, animales y semillas. No pagaban impuestos las máquinas, los libros y las medicinas. Los comerciantes ingleses sólo se podían establecer en los puertos de la Liga pero el comercio interior quedaba en manos de los actores locales. Un elemento clave que atraía a las provincias del interior, incluidas fracciones de sus clases propietarias, es que el artiguismo ofrecía como alternativa al predominio del puerto de Buenos Aires, los puertos de Montevideo, Colonia y Maldonado.
En 1815 el movimiento revolucionario oriental recuperó Montevideo, ocupada hasta entonces por las tropas porteñas, y se convocó en Concepción del Uruguay el 29 de Junio de 1815 al Congreso de los Pueblos Libres. Allí estaban los diputados por la Banda Oriental, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Misiones. Sus primeros actos fueron jurar la independencia de España, izar la bandera tricolor (igual a la de Belgrano pero atravesada por una franja roja, símbolo del federalismo) y la resolución de no concurrir al Congreso de Tucumán convocado por el Directorio, en protesta por la actitud del gobierno porteño de ser cómplice de la anunciada invasión portuguesa a la Banda Oriental, que se concretaría en agosto de 1816 para terminar con Artigas.
Sin duda la medida más relevante tomada durante el apogeo del artiguismo fue la elaboración del Reglamento Provisorio para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados, impulsado en 1815, que establecía el reparto de tierras y ganado entre los más pobres de la campaña. Se atacaba de esa manera el latifundio y el artiguismo se erigía en el único caso de una revolución independentista sudamericana que pretendía transformar el punto central de la estructura colonial: la concentración de la propiedad de la tierra. La puesta en marcha del Reglamento generó enormes expectativas de las clases populares, que en muchos departamentos se lanzaron directamente a repartir tierras de connotados terratenientes, así como el terror de las clases propietarias orientales, en particular de aquellas que manejaban el Cabildo de Montevideo. Éstas hicieron todo lo posible por trabar la aplicación del reparto de tierras y ganado. Cuando descubrieron que no había marcha atrás en la decisión y que Artigas avalaba las ocupaciones realizadas por los gauchos pobres de la campaña conspiraron activamente a favor de la invasión portuguesa y recibieron alborozados la toma de Montevideo por los invasores en enero de 1817.
La respuesta de Artigas consistió en llevar la guerra al propio territorio portugués impulsando por medio de su compadre, el líder guaraní Andresito Artigas, el ataque directo de poblaciones de Brasil así como la unificación como pueblo de las tribus guaraníes independientemente que habitaran territorio brasileño, de las Provincias Unidas o del Paraguay. Al mismo tiempo intentaba que Buenos Aires le declarara la guerra a Brasil para lo que era necesario derribar el gobierno porteño del Directorio cuyas concepciones se asemejaban cada vez más a la de una monarquía.
A fines de 1819 Artigas concibió un plan militar. Él atacaría el campamento portugués en Río Grande mientras las fuerzas de Entre Ríos y Santa Fe atacaba Buenos Aires. Pero mientras el caudillo de Santa Fe, Estanislao López, y su aliado de Entre Ríos, Francisco Ramírez, invadían exitosamente Buenos Aires y triunfaban en Cepeda, Artigas era derrotado por los portugueses en Tacuarembó.
Aprovechando esta situación de debilidad de su antiguo jefe, los caudillos firmaron con Buenos Aires, a espaldas de Artigas, el Tratado del Pilar. El acuerdo no mencionaba para nada una declaración de guerra a Portugal, abandonando a su suerte al caudillo oriental y previendo entre sus cláusulas secretas su aniquilamiento. Ante la traición, Artigas decidió unir sus escasas fuerzas con las de Corrientes y Misiones por medio del Pacto de Abalos. Entró en Entre Ríos dispuesto a someter a Ramírez, pero fue derrotado sucesivamente en diversos enfrentamientos por lo que debió marchar hacia el exilio en el Paraguay. Allí fue recibido por el jefe de la revolución paraguaya Gaspar Rodríguez de Francia pero a su vez fue enviado a un pueblo instalado en lo profundo de la selva, la aldea de Curuguaty, lo que se asemejaba más a un confinamiento que a un asilo con plena libertad. Artigas vivió en una modesta chacra apenas acompañado por su ayudante, el negro Ansina y rodeado de indios que lo llamaban en guaraní Caraí Marangatú (Padre de los pobres). Después de tres décadas de exilio en el Paraguay murió a los 86 años, el 23 de setiembre de 1850. Sus restos fueron repatriados al Uruguay en 1855.
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