Por Paula Satta* / Foto: Analía Cid
Ante la convocatoria de algunos partidos políticos de izquierda y sindicatos a un paro general para el 8 de marzo, un aporte desde el feminismo autónomo y autogestivo a la tradición de lucha del movimiento de mujeres y feminista.
Las mujeres decidimos movilizar este 8 de marzo articulando demandas del movimiento feminista y de mujeres que son históricas y muchas de ellas ya instaladas en la agenda política nacional, como este día de lucha y encuentro. Sin embargo, este año las voces y demandas de mujeres de más de 45 países se han articulado en cada contexto local y regional, uniéndose para cuestionar las bases de un capitalismo heteropatriarcal, racista, militarista y colonialista en un Paro Internacional de Mujeres con una consigna clara: “¡Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras!” (1).
Una primera aclaración es importante. Teniendo en cuenta que se utiliza una herramienta de lucha histórica de la clase obrera como es el paro, podría hacerse una rápida referencia al ámbito de las relaciones del trabajo en términos estrictos, es decir, parar la producción. Las mujeres cobramos un 30% menos de salario por igual tarea que los hombres, nos acosan y nos violentan en los espacios de trabajo, somos precarizadas porque aún hay puestos destinados a mujeres y otros a varones y nuestro acceso a la sindicalización también es menor en función de los roles que ocupamos como mujeres en esta sociedad.
Sin embargo, aunque uno de los objetivos concretos de este 8 de marzo es parar la producción, es necesario entender qué implica hacer un paro internacional de mujeres, hacía dónde queremos ir con esta consigna. No es la primera vez que el movimiento feminista utiliza esta herramienta de lucha, por citar un ejemplo emblemático, en octubre de 1975 el 90% de las islandesas hicieron una huelga que se llamó “El día libre de las mujeres”, en la cual no solamente pararon, sino que organizaron una huelga de cuidados y de las tareas domésticas, que implicó el cierre de escuelas, hospitales y fábricas. Hoy también es una de las consignas fuertes del 8M, denunciamos a viva voz que somos nosotras quienes realizamos las tareas de reproducción de la fuerza de trabajo, es decir que las mujeres hacemos posible que la masa de trabajadorxs pueda continuar produciendo, y que es así como el capitalismo sostiene su maquinaria. ¿Cómo lo hacemos? Mediante el trabajo doméstico y los trabajos de cuidado, que remiten no solamente al ámbito del hogar y de las relaciones sexo-afectivas, sino también al cuidado de distintos sectores de la sociedad, somos las mujeres quienes ocupamos las profesiones ligadas al cuidado de niñxs, adultxs mayores, enfermxs, discapacitadxs. Es por eso que exigimos la redistribución de este trabajo “invisible” no remunerado y que el Estado debe hacerse cargo con políticas de igualdad concretas, como las guarderías en todos los lugares de trabajo o la extensión de la licencia por nacimiento incluyendo a hombres y mujeres en el cuidado de lxs recién nacidxs.
Es éste un punto fundamental donde las feministas hacemos hincapié en esta convocatoria a un paro y movilización de mujeres y no a un paro general. Sin embargo, debemos seguir escuchando que somos “anti-hombres” porque no queremos marchar con ellos en primera fila ni los convocamos a movilizarse sino a realizar las tareas que suelen ser consideradas una “ayuda” a las mujeres y no un trabajo fundamental para el sostenimiento de los hogares y de la sociedad toda. ¿Por qué debemos sostener largas jornadas de discusión con compañeras que reducen la discusión a una cuestión moralista de “odio hacia los hombres”? Como si nosotras quisiéramos “aislarnos” cuando la disputa con los hombres la damos en todos los frentes día a día, en las camas, en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en la calle, en los espacios de militancia, pero sobre todo, y cotidianamente, en las casas con hermanos, hijos, tíos, novios, esposos y padres.
He aprendido del feminismo y en particular de la gran Virginie Despentes a dar vuelta los razonamientos para poder explicar una situación de injusticia como mecanismo pedagógico de comprensión. ¿Acaso exigimos para el 8 de marzo que los hombres sean explotados, violados, acosados, precarizados, discriminados, asesinados? ¿Tenemos que seguir explicando que “el feminismo no es como el machismo pero al revés”, que “el feminismo no ha matado jamás a nadie y que el machismo mata todos los días”?
Hay una contradicción político-ideológica en que los hombres se sumen a este paro y movilización, no hay una cuestión “personal” contra los hombres, hay una decisión política. Exigimos que se visibilice la particularidad (y centralidad) de la dominación hacia las mujeres en el sistema en el que vivimos y que cesen todas las formas de violencia, discriminación y explotación. Los hombres NO son los sujetos de esta transformación y lucha contra el heteropatriarcado porque no son precisamente los dominados en este sistema que además continua sosteniendo y avalando una cultura machista a través de los medios de comunicación. Lo que exigimos es que los hombres se hagan cargo al menos este 8 de marzo (¡y todos los días!) de su posición situada privilegiada. Hay ya demasiados aportes de compañeras que hacen una tarea pedagógica enorme (y que muchas veces desvía nuestras fuerzas) para que los hombres que quieran acompañar entiendan que se puede aporten desde ese lugar, con acciones que sumen a la transformación, la primera de ellas, y fundamental, no participando de nuestros espacios porque “acompañan” la lucha sino escuchando, observando y aprendiendo a acompañar según lo que nuestro movimiento amplio y diverso necesita.
Dejemos de malgastar energías entre nosotras por la participación o no de los hombres el 8M. Vistámonos de violeta y salgamos a la calle teniendo claros nuestros objetivos y nuestras demandas para que, como dice Silvia Federici, salgamos a la calle con una visión estratégica de lo que queremos construir, “es verdaderamente la misma lucha: luchar contra la contaminación, contra el capitalismo, la precarización de la vida y el despojo y luchar contra el patriarcado son momentos diferentes de una misma lucha. Pienso que esta movilización puede ayudar a crear conciencia sobre la interconexión de estas luchas. Ojalá tengamos la capacidad de crear un terreno de unificación entre mujeres distintas” (2).
Este paro internacional de mujeres no cesará de crecer, aunque intenten callarnos desde todos los frentes, incluso quienes creemos que deberían estar entre nuestras filas. Escuché a una compañera en una asamblea decir “yo no soy feminista, soy feminista revolucionaria”, y me pregunto: qué clase de feminismo construimos si lo despojamos de su radicalidad, pero una radicalidad de las prácticas, no de los discursos y posicionamientos, que no tiene correlato en la vida de las mujeres, mejor dicho, en nuestras vidas. Pervertir las relaciones de dominación incluso dentro de los mismos espacios de poder, ese es el gran potencial revolucionario del feminismo. Estamos juntas, más juntas y poderosas que nunca, ese es el potencial de la sororidad como herramienta de alianza y lucha política. Mujeres, tortas, trans, travestis, gordas, putas, brujas aborteras que no nos unimos por un determinismo biológico, sino porque nos reconocernos en la opresión como mujeres en esta sociedad y acordamos una transformación de nuestras vidas, guiadas por nuestras decisiones, deseos y autocuidados. No nos callamos, nos entrelazamos, nos acompañamos y cuando nos organizamos para resistir, el miedo cambia de lado. Somos malas y podemos ser peores, pero sobre todo, podemos parar el mundo. Y hacia allá vamos este 8 de marzo.
*socióloga y activista feminista de la ciudad de La Plata. Integrante de la Campaña por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito.
(1). Sobre las demandas y la construcción de este Paro Internacional de Mujeres recomiendo la lectura del artículo “Entre asambleas y redes sociales se construye el Paro Internacional de mujeres” de Claudia Laudano.
(2) “El paro como momento de comprensión y transformación” de Silvia Federici.