Por Carina López Monja – @carinalopezm/ Foto por Ricardo Stuckert
En su discurso en Sao Bernardo, el expresidente fue contundente: “Quieren la foto de Lula preso. Lo que ellos no saben es que el problema de este país no se llama Lula, el problema de este país son ustedes”. Lula se refería a las miles de personas del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST), del Movimiento Sin Tierra (MST), del movimiento sindical y de los partidos políticos que se encontraban allí. La decisión del juez Moro de meter en prisión a Lula fue uno de los mayores ataques a la democracia, pero puede tener el efecto contrario al que espera la derecha fascista: la imagen de Lula sobre una marea roja de pueblo y la demostración de unidad de todo el campo popular brasilero expresan la firme decisión de dar batalla, no sólo por la libertad de Lula, sino por otro Brasil posible.
La democracia y el futuro de Brasil en juego
El próximo sábado se cumple un mes del asesinato de Anderson Gomes y Marielle Franco, una de las concejalas más votadas en la última elecciones en Río de Janeiro y aún la investigación de quién la mató no ha avanzado en nada. Marielle era una voces más activas para denunciar la intervención militar federal en Río que decretó a mediados de febrero el gobierno golpista de Michel Temer. De hecho días antes de ser asesinada había denunciado la actuación de la policía en una favela y se preguntaba: “¿Cuántos más tendrán que morir para que acabe esa guerra?”.
En Brasil se vive un estado de excepción y aún no se toma dimensión de la gravedad en la que se vive. Al atentado a la caravana de Lula hace pocos días le siguió su detención arbitraria e ilegal. Los poderes fácticos (el principal conglomerado mediático O‘Globo, el Poder Judicial y los militares en la voz del jefe del Ejército de reserva Luiz Gonzaga Schroeder Lessa) pusieron en evidencia que la decisión de llevar a prisión a Lula nada tiene que ver con una causa sobre corrupción, sino con una decisión del establishment de mostrar tras las rejas al candidato mejor posicionado en las encuestas para las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre y de intentar que no pueda candidatearse y ser el próximo presidente de Brasil.
El propio Lula recordó las palabras que le dijo al juez que ordenó su detención tiempo antes: “Usted no tiene condiciones de absolverme porque la Globo está exigiendo que usted me condene y usted va a condenarme”, y agregó frente a la multitud: “Tanto el TRF4 como Moro, la Operación Lava Jato y la Red Globo, tienen el sueño de que yo no pueda ser candidato a la presidencia de la República en 2018”.
El Tribunal Supremo brasileño no sólo fue sometido a presiones mediáticas o militares como los dichos del general que advirtió que “las fuerzas armadas deberán restaurar el orden”, sino que hubo jueces como Rosa Weber, que modificó el mismo voto que había tenido con anterioridad. Por su parte el juez Moro nunca pudo presentar pruebas que probaran los delitos de Lula, pero afirmó que tenía “la convicción nacida del conjunto de indicios”.
Del golpe a Dilma Roussef a hoy, el estado de excepción y la ofensiva contra los sectores populares se agrava día a día, sumando el asesinato a referentes sociales, el atentado a Lula y la amenaza de un golpe militar. La intervención militar que hoy se vive en Rio puede extenderse a otras provincias y el avance del fascismo precisa de resistencia activa. Como afirmaron los dos candidatos presidenciales por la izquierda Manuela D´Avila y Guillerme Boulos en un artículo que escribieron juntos: “Este no es un ataque contra Lula, sino contra todo el campo progresista y de los derechos sociales”.
Ocupacao San Bernardo: resistencia, unidad y lucha
Tras conocerse la decisión del juez Moro, Lula se dirigió al sindicato metalúrgico ubicado en San Bernardo, a las afueras de San Pablo. Allí comenzó una vigilia el viernes por la noche que fue creciendo en cantidad y donde un clamor planteaba que Lula no debía entregarse a la justicia y había que sostener la resistencia.
Finalmente el sábado la misa en honor a Doña Marisa, su esposa fallecida, se convirtió en un multitudinario acto político, donde Lula agradeció el apoyo de la diversa y unitaria concentración y planteó algunas reflexiones centrales de cara al escenario que vive Brasil antes de entregarse y quedar detenido. La presencia de movimientos sociales y fuerzas políticas heterogéneas demostró que primó la unidad para rechazar la decisión de detener al expresidente y para confluir en el reclamo #LulaLivre.
Las inmensas columnas del Movimiento de Trabajadores Sin Techo, del Movimiento Sin Tierra, de la CUT, del Partido Comunista de Brasil, de la CUT y del PT, entre otras reflejaron una voluntad de resistencia y lucha que seguramente seguirá expresándose en el futuro. Un dato para tomar nota y sacar aprendizajes desde Argentina.
En su discurso de casi una hora, Lula hizo un repaso por su vida política, la lucha sindical, habló sobre la causa judicial que enfrenta asegurando que es inocente y destacó los logros sociales que tuvo durante su gobierno. Pero tal vez lo más importante fue lo que planteó hacia adelante. Por un lado, hizo eje ya no en su figura sino en la multitud que lo escuchaba, colocando el protagonismo en quienes están resistiendo hoy la ofensiva antipopular del gobierno de Temer. “Ellos no saben que el problema de este país no se llama Lula, el problema de este país son ustedes (…). Ellos tienen que saber que la muerte de un combatiente no detiene la revolución. Tienen que saber que ustedes, quién sabe, son incluso más inteligentes que yo, y quemarán neumáticos, organizarán manifestaciones, ocupaciones en el campo y en la ciudad”, aseguró Lula.
Por otro lado, asumiendo que hay grandes chances de que lo inhabiliten para competir y ganar las elecciones presidenciales, Lula saludó en el cierre de su discurso a los candidatos de la izquierda, del PSOL y del PCDB que se presentarán en octubre. “Quiero decirles a ustedes, Guilherme [Boulos] y Manuela [D´Ávila], a los dos, que para mí es motivo de orgullo pertenecer a una generación, que ya está en su final, y ver nacer a dos jóvenes en este país disputando el derecho de ser presidente de la República. Más allá de las diferencias políticas, la presencia y el apoyo a quienes encarnan procesos organizativos y de lucha fundamentales hoy en Brasil, fue una expresión fundamental de cara a la resistencia que se viene articulando y en la construcción de una nueva alternativa política para Brasil que cambie de raíz el perverso modelo que se vive hoy.
El futuro, en manos del pueblo organizado
El Comité Popular en Defensa de Lula y la Democracia, conformado por decenas de organizaciones y movimientos populares que se aglutinan en el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo han convocado a movilizaciones unitarias para exigir la libertad de Lula. El próximo miércoles 11 se realizará una jornada internacional de lucha y el 14, al cumplirse un mes del asesinato de Marielle Franco, se realizarán movilizaciones en todo Brasil con la consigna “Marielle vive, Lula libre”.
Desde el momento de detención de Lula, miles y miles comenzaron a organizar ocupaciones, movilizaciones y vigilias, incluso siendo reprimidos por la policía, para sostener de manera permanente el reclamo de libertad del primer preso político desde la vuelta a la democracia en Brasil.
Más allá de las diferencias existentes sobre las medidas que llevó adelante Lula durante su gobierno, hoy el ex presidente se ha convertido en una referencia de lo que las élites son capaces de hacer para garantizar su poder y desterrar cualquier proyecto progresista (ni hablemos de un proyecto que se proponga la ruptura con el sistema). La tarea de lograr la libertad de Lula lo antes posible será una pelea de primer orden, en una batalla contra la corporación judicial, mediática y del gobierno de facto.
Como afirman Guillerme Boulos y Manuela D´Avila, “Es urgente la construcción de una unidad democrática contra la prisión arbitraria de Lula, la escalada de intolerancia política y la garantía de elecciones libres. La defensa de la libertad de Lula es una divisoria de aguas en esta batalla. No dejaremos las calles ni la lucha. Además de las elecciones es el futuro de Brasil el que está en juego”.
La derecha fascista quiso alimentar la desesperanza con la imagen de Lula preso, pero el tiro les va a salir por la culata. La marea roja que se vio estos días en Brasil va a multiplicarse por todo el país con miles de militantes en las calles, en las ocupaciones, en la lucha, resistiendo en unidad la ofensiva del fascismo y proponiendo nuevas alternativas para que haya un futuro más justo y digno en Brasil. Esa imagen, aunque no sea tapa de los grandes medios, llena de esperanza.