Por Noor Jimenez Abraham* / Foto por Noelia Leiva
Las nuevas masculinidades, necesarias para cambiar el statu quo que niega los derechos de las humanas, están mayoritariamente en manos de mujeres que se sienten avasalladas por una tarea poco reconocida y mal remunerada. Las voces de lo que se vivió en el taller “mujeres y educación”.
Del 10 al 12 de octubre el 30 Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en Mar del Plata puso en juego una variedad de temáticas en las que las mujeres expresaron sus planteos ante las situaciones actuales: medios de comunicación, tiempo libre, fábricas recuperadas, deuda externa, relación con el cuerpo, pobreza, arte y cultura, salud, sexualidad, femicidio, violencia obstétrica, desocupación, pueblos originarios, adicciones, acceso a la tierra y otras muchas que atraviesan sus vidas según la edad, el contexto, sus elecciones y otras características de la realidad; pero, sin dudas, una de las claves para una sociedad que respete sus derechos tiene que ver con la educación, es decir, con el trabajo a realizar para formar en nuevas masculinidades.
Precarizadas
Las mujeres, que tienen en sus manos una parte del modelo cultural con el que crecerán aquellos con mayores posibilidades para responder desde otras perspectivas, se manifestaron muy preocupadas por su situación laboral, a la que muchas definieron como “precarizada”, en las distintas zonas del país, dada la cantidad de horas trabajadas, los retrasos en los pagos y las elevadas exigencias cotidianas.
Gran número de ellas se difinieron como cabezas de familia que no tienen estabilidad laboral, dado que las más jóvenes o quienes recién comienzan con la actividad tienen que esperar muchos años hasta titularizar sus horas, por lo que dependen de suplencias que en cualquier momento pueden acabar. “Soy jefa de hogar, tengo tres hijos, estuve meses sin cobrar, me ayudó mi mamá, el papá de los chicos no aporta y cobra el salario”, contó una asistente al taller de educación.
Otras agregaron ser profesoras con poco tiempo de recibidas o que se tuvieron que re insertar en el circuito laboral y se vieron en la necesidad de aceptar la oferta actual de programas de terminalidad de estudios como “Coa-Fines” en los que las condiciones son más precarias aún dado que no cuentan con los mismos beneficios que el resto del plantel con carga horaria fija.
Problemas que no sabemos cómo resolver
En lo que se refiere a la actividad misma de estas mujeres, diversas son las problemáticas que confluyen en su oficio: “Cada vez tenemos que hacer más de madres y contenedoras”, dijo una asitente de Córdoba; “Los gabinetes psicopedagógicos están desmantelados, no se reemplazan a profesionales de psicopedagogía o psicología que se jubilan”, agregó una maestra de Caba; “Para implementar ESI (Educación Sexual Integral) se nos obligó a hacer cursos en forma particular porque sólo había cupo para dos docentes en las capacitaciones oficiales”, expresó una profesora de Cipoletti; “Nos delegan problemas que no sabemos cómo resolver”, dijo una trabajadora oriunda de Berazategui.
“A veces reproduzco cosas que no quiero”, sentenció una maestra de Moreno, en referencia a la reiteración de estereotipos del “capitalismo machista” y agregó que por momentos tienen que cumplir roles que no les suelen adjudicar a los docentes varones.
Una representante de Pehuajó explicó que en su comunidad educativa la perspectiva de género no está lo suficientemente visibilizada y que si bien la movilización #NiUnaMenos hizo que se la trabajara algo más en las escuelas, existen problemáticas que cada día se agudizan en forma geométrica.
Nenes, sí; nenas, no
Se hizo también referencia a la diferenciación en el trato que se percibe en los colegios privados, en los que, según la representante de La Plata, acostumbran a determinar por género lo que se puede o no hacer: “el nene, sí; la nena no”. Con respecto a los colegios confesionales, representantes de Caba y Córdoba manifestaron que se sigue sin separar escuela de religión, circunstancia que parece profundizarse con el paso del tiempo.
En lo que se refiere a las adolescentes que son madres, las profesoras y maestras enfatizaron que aún cuando las escuelas tratan de incluirlas con tareas para hacer en sus hogares, las alumnas quedan fuera del aula, por lo que con el tiempo suelen abandonar sus estudios.
Una sindicalista de SUTEBA (Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires) declaró que el gremio docente tiene un 70% de afiliadas de las cuales el 40% son jefas de familia, mientras la representante de UEPC (Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba) enfatizó indiginada que los cursos que les ofrecen están relacionados con la belleza personal.
Con miedos por situaciones de violencia recurrentes, bajo niveles de estrés por la necesidad económica de cubrir varios cargos, estas trabajadoras expresaron que sienten que ejercen uno de los oficios más precarizados justamente porque son mayoría mujeres, a lo que irónicamente una de ellas agregó: “sin salarios dignos no podemos pensar, sin pensar, no podremos trabajar”
*Doctora en Ciencias de la Comunicación Social