Por Leonardo Candiano. Los hermanos Pablo y Mauro Cardozo presentan Donde empieza la canción, su primer disco con composiciones propias, en el que la música popular rioplatense hace yunta con otros géneros.
El próximo martes 22 de abril a las 21:00 horas en Café Vinilo -Gorriti 3780, Palermo- el dúo conformado por los hermanos Pablo y Mauro Cardozo presentará Donde empieza la canción, su primer disco de estudio realizado íntegramente con composiciones propias.
Bien afirmados en la música popular rioplatense, el dúo (con Pablo en composición, y guitarra, y Mauro en composición, guitarra y voz) se le anima a la fusión con lo clásico, el jazz y sonidos eléctricos.
Sin embargo, no se trata de un trabajo ecléctico ni heterogéneo. La poesía de sus letras y el armonioso entramado estilístico de los sonidos logrados en las canciones, generan una unidad que transcurre por los 11 temas que componen el disco. En ellos se evidencia, además, sobrevolando el álbum de principio a fin, la ineludible figura de Luis Alberto Spinetta como influencia notoria.
Pero si el poeta de nuestro rock ha tenido múltiples epígonos, no es esa la actitud de los Cardozo ante su obra. “El flaco” funciona como una matriz desde donde construyen su nuevo punto de partida, desde donde empieza su canción para recorrer propios caminos. Esto lo logran porque la lucidez compositiva que se observa aquí -en letra y en música- no trastabilla en ningún momento.
De producción independiente, Donde empieza la canción llega tras más de 20 años de trabajo en innumerables escenarios por parte de estos dos profesores de música del Conservatorio de Morón, quienes complementaron su formación institucional con la escuela de la calle y con la experiencia lograda en la cotidiana práctica musical que los lleva anualmente desde hace más de una década de gira por diversos lugares de Europa, desde España a República Checa. Si en 2009 habían editado el instrumental Guitarra Hermana, ahora con este disco lanzan sus temas propios, con letra y música íntegramente originada por ellos, salvo en “Calamita”, donde la música es de Bárbara Legato.
El álbum es el resultante de un acicalado trabajo de años, y eso se nota en cada tema, en cada rasgueo, en cada tonalidad lograda por la suave voz de Mauro Cardozo, una voz sin estridencias, pulida, que mantiene el clima intimista del disco durante todo su recorrido.
Donde empieza la canción arranca con ritmo de candombe, los tambores de Gustavo Rocco marcan el paso de “Ay mamá”, tema que anda solito por el cordón, como dice su letra, viendo a Doña Cirila, que aunque baja la persiana de su negocio, atiende igual, como en cualquier barrio sucede. Esta temática será una constante durante el álbum, que parece presentar estampas del barrio y de la infancia de Mauro y de Pablo, escenarios que aparecen como recuerdo, sí, pero también como territorio a recuperar.
Le sigue el aire nostálgico y bien tanguero de “Milonga de las comarcas”, que advierte sobre la ausencia que establecen el paso del tiempo y las derrotas, y que rememora esa bandolina de canciones urgentes que cae en la huella con la vieja tonada, eso que en lejanías camina toda la pampa, los vestigios de antiguos naufragios y paisanos errantes de comarcas vencidas a orillas del río. La canción alza la voz y funciona como un conjuro que atenta contra el silencio que suena a destierro. Allí el acordeón de Gustavo Nasuti y el punteo y arpegio de las guitarras de los Cardozo colorean el gris sonido de la milonga.
La música se asemeja a un puerto en “Canción para Leandro” -donde comienza a destacarse el piano de Bárbara Legato-, porque logra amarrar, aunque sea durante un suspiro, las voces y las risas de aquel que no está, enciende almas ausentes, hace crecer mares y los deja navegar. La ausencia, precisamente, será otro contenido recurrente, y se hace presente no sólo en esta canción, sino también, por ejemplo, en la folklórica “Siempre así”.
“Brujo cantor” vuelve al ritmo del tamboril -con Alejandro Corvalán en piano y voces-, y en el repique del candombe suena la raíz de la música de los Cardozo. La brevísima “La razón que impulsó el mandarín”, por su parte -también con Legato al piano-, aclara que, como todo puerto, la canción trae cosas con su marea, una vieja kermese, una tarde entregada al fulgor, un brillo y una voz. El perfume de una flor. En resumen, la niñez, sus imágenes y sus reminiscencias casi proustianas.
Luego de la extrema tranquilidad de “La confianza del guerrero” y de “Calamita”, pasamos al vertiginoso sonar de las guitarras en “Niño luz”, para luego cerrar con “Bajo el manto azul” y “Gigante en la luna”.
Donde empieza la canción no se contiene en un género preciso, y allí reside gran parte de su identidad. Es folklore, es milonga, es candombe, y es mucho de eso junto y mezclado con sonidos “modernos”. Lo que aseguramos es que se trata de un valioso aporte a la música rioplatense, un aporte que se expande allende sus fronteras genéricas.
Esto podrán disfrutarlo en vivo quienes el próximo martes se acerquen a Café Vinilo, donde además de las canciones del disco, el Duo Cardozo presentará otros temas propios aún no grabados, demostrando que si la canción empezó en este álbum, ya hoy tiene un mayor recorrido. Junto con ellos, se harán presentes como invitados gran parte de quienes colaboraron en el disco, como el acordeonista Gustavo Nasuti, Alejandro Corvalán en piano, Gustavo Rocco en tambores y Raúl Campana en redoblante y platillos.