Por Maii Kis. “El puente azul” es una historia de amor y de distancias. Una obra cargada de emociones y sentimientos con dos tramas paralelas: Por un lado un inmigrante italiano que viene a trabajar a Argentina y deja a su enamorada en Itália, algo común para principios de S XX; por el otro, una cantante actual que viaja por el mundo y conoce a un amor en París.
El actor y quien tuvo la idea original de la obra, Mariano Mazzei, conversó con Marcha y dijo: “Es una obra que te invita a reflexionar sobre la historia propia y de los seres queridos”. El espectáculo se presenta los domingos a las 16:00 en el Centro Cultural 25 de Mayo (Av Triunvirato 4444).
- ¿Cómo surge esta historia?
Mariano: Yo tenía hace tiempo la idea de hacer un homenaje a mis abuelos. Ellos, como la mayoría de los inmigrantes de principios de Siglo XX (época en la que transcurre la obra), vinieron desde Italia a nuestro país para “hacer la América”, como se decía en ese momento. Ese fue el disparador, aunque la historia no es exactamente la de ellos.
En la obra, un inmigrante italiano viene a trabajar y deja a su enamorada en Italia. Ellos se comunican solamente a través de cartas. En aquella época, las cartas tardaban mucho tiempo en llegar e incluso algunas se perdían.
– Decís lo de las cartas y no puedo evitar pensar en cómo la tecnología cambió esa situación.
M: Con respecto a eso, en “El Puente Azul” hay dos parejas: Una del S. XX y otra de principios de este siglo. Ellos guardan un vínculo que no podemos revelar para que quienes vayan a ver la obra puedan descubrirlo, pero son dos historias de amor que se muestran en paralelo y transcurren con casi 100 años de diferencia.
A las dos historias de amor les pasa lo mismo: el mar se interpone, la distancia es la que se cuela en las dos parejas impidiendo concretar ese amor. La pareja más actual utiliza el skype y el whatsapp para comunicarse. Y aunque ellos puedan verse y escucharse a través de computadoras o teléfonos celulares, la situación es similar a la de antaño porque de todas maneras no pueden estar juntos.
- En la obra, vos y Dolores Ocampo interpretan a todos los personajes. Hay escenas en las que pasan de la risa al llanto ¿Cómo es el trabajo actoral para lograr eso?
M: Interpretar varios personajes en una misma obra es un desafío interesante para cualquier actor. En “El Puente azul” particularmente, Dolores y yo debemos entrar y salir en cuestión de segundos de un personaje de una época a otro personaje de otro tiempo y lugar, ya que el espectador ve las dos historias en paralelo. Pasamos del 1900 al 2000 y más allá de estas dos parejas también se interpretan otros personajes.
- En un momento, pasan del llanto a un canto alegre en París. Dos emociones, un cambio muy grande ¿Ustedes llegan a ver las caras y la reacción de la gente con estos cambios?
M: Nosotros estamos haciendo esta obra desde el año pasado y sabemos que el público nos acompaña en la emoción y en las risas. Ellos viven cada momento junto a nosotros, eso se ve y se siente. La obra es muy emotiva y también tiene momentos divertidos. Además, pienso que la música es un medio ideal para transitar emociones y eso nos ayuda a construir cada momento.
- Hablas de la música…. ¿Cómo se prepara una obra con música original y en vivo?
M: Lo primero que hice fue juntarme con Fernando Albinarrate, autor de la música y del texto. Recién con la dramaturgia y la partitura de la obra en mano, busqué a Dolores Ocampo, que es una actriz excepcional y una gran cantante, y es con quien siempre soñé representar este espectáculo. Ahí comenzamos el trabajo de aprender y estudiar la música de la obra junto con Anahí Scharovsky, nuestra entrenadora vocal. Y más tarde con todo lo musical aprendido empezamos a trabajar con Emiliano (El director) sobre el texto en sí y la puesta en escena.
- Muy particular la puesta en escena.
M: Eso es mérito de Emiliano. Construyó una especie de puente, una pasarela para contar esta historia. La sala del Centro Cultural 25 de mayo es redonda y es hermosa, pero había que encontrarle la manera de que la acústica nos favorezca. Entonces elegimos usar un rincón particular del espacio circular y allí se armó esa pasarela, el puente, donde transcurre la obra todo el tiempo. Lo atractivo de esta puesta en escena es que es austera: están el piano y el violín, los dos actores y nada más.
- Yo vi la obra y me fui pensando sobre mi pasado y mi historia familiar. ¿Te planteaste dejar un mensaje así con la obra?
M: Lo que pasa es que el teatro tiene esa magia: uno ofrece una obra y el espectador la toma, se emociona y reflexiona con lo que le toca, y eso es lo lindo. Personalmente siento y compruebo que esta obra cala de manera especial en el espectador. La gente se va emocionada. Es una obra que te invita a reflexionar sobre la historia propia y la de los seres queridos y muchos me dicen que sienten que es un reencuentro con sus abuelos. Una de las ideas que tuve al pensar este proyecto era celebrar el esfuerzo, el amor, el empeño y el trabajo que realizaron nuestros bisabuelos al dejar su país y venir a construir una nueva vida acá. Muchos de nosotros somos el resultado de eso.