Cuando el 19 de julio de 1979 las columnas guerrilleras del FSLN entraron en Managua, Dora María Téllez era una sandinista a cargo de una tropa de mujeres. Hoy, a cuarenta años de la Revolución sandinista, Téllez es historiadora y dejó el FSLN en 1996 con fuertes denuncias contra Ortega. Compartimos esta nota escrita en 2012, que recorre aquellos días de 1979 y esos otros donde el horizonte no parecía ser alentador.
Por Nadia Fink / Foto Portada: Margarita Montealegre
“La número ‘Dos’, única mujer del comando, es Dora María Téllez, de veintidós años, una muchacha muy bella, tímida y absorta, con una inteligencia y un buen juicio que le habrían servido para cualquier cosa grande en la vida”. Así describía Gabriel García Márquez a la Comandante Dos, en una extensa crónica publicada en 1978 sobre la toma del Palacio Nacional de Managua que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llevó a cabo el 22 de agosto de ese mismo año.
El Comandante Cero era Edén Pastora, en lo que fue la llamada “Operación Chanchera” (porque entraba al corazón mismo de la “casa de los chanchos”, donde se encontraban los parlamentarios del régimen somocista). Para ingresar al Parlamento en pleno día, se hicieron pasar por una patrulla de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería de la Guardia Nacional. La única mujer que participaba de la toma debió aceptar que una decidida compañera pegara unos cuantos tijeretazos a su pelo largo, para que nadie notara que había una chica debajo de la boina negra y el uniforme militar.
La misión era pedir la liberación de todos los presos políticos (entre los que se habían incluido 20 presos sandinistas asesinados por la dictadura, pero que el gobierno se negaba a reconocer) y la publicación por todos los medios de los partes de guerra y comunicados políticos. Anastasio Somoza Debayle, el cuarto heredero de la dinastía familiar que oprimía Nicaragua desde hacía más de cuarenta años, se enteró de la noticia mientras almorzaba cómodamente en su residencia y las negociaciones comenzaron: La Comandante Dos, por su “tenacidad y buen juicio”, fue la encargada de llevarlas adelante.
Después de desplantes y postergaciones, Somoza debió ceder a todas las peticiones del FSLN. Así empezó a vislumbrarse el triunfo de la Revolución: muchos rehenes dentro del Palacio expresaban su simpatía y solidaridad, les preparaban café a los guerrilleros, e incluso se ofrecían a permanecer allí como voluntarios. Mientras, los presos políticos en Managua (y antes de que el dictador impartiera cualquier orden) ya habían sido avisados de la pronta liberación por sus propios guardias, muchos de los cuales en distintas cárceles les expresaban su simpatía. Cuando el 24 de agosto 25 sandinistas, cinco negociadores y cuatro rehenes partían del Palacio Nacional hacia el aeropuerto, la gente salía espontáneamente a las calles y una larga fila las y los acompañaba en su trayecto.
Dora María Téllez, con 22 años, había recorrido un largo camino para llegar a ese momento. Nacida en la ciudad de Matagalpa un 21 de noviembre de 1955; en 1973 partió a la ciudad de León para estudiar medicina. Enseguida se unió al FSLN, en principio dentro del movimiento estudiantil. De a poco se fue involucrando y empezó a formar parte de una célula de seguridad, en un período que caracterizó como de “firme y silenciosa acumulación de fuerzas”. En enero de 1976 tuvo que pasar a la clandestinidad. Dejó su casa natal con una nota para su madre y su padre, en la que les contaba la experiencia de asistir su primer parto: “¿Sobrevivirá este niño? (…). Mi trabajo estará concluido solamente cuando estos niños puedan vivir en un mundo nuevo y diferente”. Y no sabía Dora, cuánto de eso conseguiría como ministra de Salud Pública.
Pero todavía estaba en la clandestinidad. Viajó a México y luego a Cuba para recibir entrenamiento especial en medicina de guerrillas. Luego fue a Panamá y llegó a Honduras, donde dio clases en primeros auxilios a quienes se preparaban para la ofensiva de octubre de 1977. Recuerda de ese momento la moral “fantásticamente alta” de las compañeras y los compañeros, “la clase de moral que se tiene cuando uno está a punto de entrar en combate. Yo lo llamo ‘llevar la victoria en la mirada’”.
A fines de septiembre regresó a Nicaragua, y en 1978 fue la toma del Palacio… ese camino que abrió la posibilidad del cambio en Nicaragua. Era 1979 y en mayo, el FSLN rechazó toda posibilidad de diálogo con Somoza, mientras afirmaba que el país “se encamina a la guerra total y definitiva”. El 4 de junio se inició una huelga general que paralizó todo el país. El 20 de ese mismo mes, Dora cumplió la segunda misión más importante de esa etapa del sandinismo: la toma a su mando de la ciudad de León, la segunda en importancia del país. “León es el principio del fin de la dictadura”, había dicho en 1956 Rigoberto López Pérez, antes de asesinar de cinco balazos a Anastasio Somoza García y de ser ultimado por la Guardia Nacional. No se equivocaba Rigoberto, aunque habría que esperar años para que la dinastía Somoza cayera en forma definitiva.
“Era una muchacha delicada y pequeña que, más tarde, durante la ofensiva final, fue una de las combatientes más aguerridas. Dora María Téllez, estudiante de medicina, dirigió las tropas que dominaron la primera ciudad que se liberó en Nicaragua en 1979. Su estado mayor militar estaba integrado casi totalmente por mujeres”, escribió Gioconda Belli, compañera de Dora en el FSLN, muchos años después en su autobiografía novelada El país bajo mi piel.
El sandinismo había triunfado y empezaba la desmovilización de las y los combatientes: ahora el trabajo era político. Al frente de la Secretaría Política del Comité Departamental en Managua, a Dora le costaba el regreso a la vida civil: la sensación permanente de peligro y el régimen estricto de la vida militar contrastaban con lo que ahora ella definía como un “trabajo político pesado; teníamos que movernos mucho, hacer que las cosas caminaran”. Fue en 1985, cuando ocupó el cargo de ministra de Salud Pública, donde Dora pareció encontrar un nuevo lugar de combate: durante los cinco años en los que permaneció en el cargo llevó a cabo una intensa campaña de vacunación entre la población más joven, que fue premiada por Naciones Unidas por ser “un avance excepcional en materia de salud” y dejó a su salida el Ministerio con un presupuesto de 60 millones de dólares solamente para medicinas.
Pero antes de las elecciones presidenciales de 1996, Dora María junto con Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal y otros compañeros y compañeras decidieron abandonar el FSLN “a causa de contradicciones sobre la política y la acción del partido, en relación a la democracia interna, la lucha política y social y las reformas constitucionales, en clara oposición a la creciente tendencia caudillista de Daniel Ortega”.
Foto: Medio El Confidencial
Combatir con las palabras
Dora María Téllez no murió joven, combatiendo por el triunfo de la revolución en su país. Quizá hubiese sido más sencillo abordar ahora a este personaje si las contradicciones propias del ser humano, más las de un partido que ingresa a la vida institucional, no hubieran sucedido. Si Dora hubiera quedado en la memoria como esa joven “bella, tímida” o “delicada y pequeña”…
El nuevo partido que formó, el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), se constituyó el 21 de mayo de 1995 en homenaje al nacimiento de Sandino. El artículo 2 de su Estatuto expresa: “La profundización de la democracia debe ser cada vez más amplia y firme en Nicaragua (…). Desarrollo económico con justicia social, ejercicio y participación democrática son valores consustanciales que el partido defiende con igual energía”.
La lucha por la democracia, ahora, es la nueva bandera de la Comandante. Los ex compañeros y compañeras de guerrilla hoy permanecen enfrentados, sobre todo, en un nuevo combate de palabras y posturas políticas.
El MRS participó en dos ocasiones en elecciones nacionales y también fue despojado de su personería jurídica dos veces; en 2000 y en 2008. Puede leerse al respecto, en la web del partido: “En ambos casos por la pretensión del orteguismo de eliminar al MRS del escenario político, valiéndose del pacto político entre Daniel Ortega y Arnoldo Alemán”. Vale abrir un paréntesis para hablar sobre Alemán: político y empresario, proveniente de una familia de dirigentes somocistas, fue presidente en 1997 –en su acto de asunción, el cantante del PJ, Palito Ortega, entonó “Yo tengo fe”, eslogan de su campaña–. Por corrupción y lavado de dinero fue enjuiciado y sentenciado a 20 años de prisión. Pero en 2009 fue sobreseído de esos mismos cargos por la Suprema Corte de Justicia, y desde hace años el fantasma de un pacto con Daniel Ortega ronda en el país.
Ante la ilegalización de su partido, Dora permaneció en huelga de hambre en pleno corazón de Managua, durante 13 días. Su salud empezaba a deteriorarse, varias organizaciones de mujeres hicieron llegar su preocupación, y numerosas personalidades, entre las que se encontraban Eduardo Galeano, Juan Gelman y Noam Chomsky, firmaron un pronunciamiento dirigido al gobierno orteguista: “Conocemos y admiramos la valentía y compromiso de Dora María Téllez. Su integridad, prestigio, dedicación nos motiva a pronunciarnos para solicitar al gobierno de Nicaragua que medite muy bien sobre las consecuencias de no atender las demandas que ella representa: que no se cierren los espacios políticos y que haya un diálogo nacional para resolver la crisis alimentaria que, como muchos otros países, enfrenta Nicaragua. Ninguna de estas demandas es irracional y un gobierno que quiera el apoyo popular debe responderlas”.
Sin embargo, para el MRS, la situación no se modificó demasiado respecto del proceso electoral. En las elecciones municipales del 4 de noviembre pasado, en las que el FSLN ganó con varias denuncias de fraude, un comunicado expresaba: “El MRS no participó en este proceso electoral en ninguna forma, pero nos integramos a la Campaña Cívica para demandar elecciones transparentes. (…) Durante las votaciones siguieron los abusos: no acreditación y expulsión de fiscales opositores, impedimentos para votar a miles de personas que fueron desaparecidas de los padrones donde siempre habían votado (truco conocido como “ratón loco”), adulteración de actas y boletas y falsificación de resultados. La asistencia del pueblo a las votaciones es la menor habida en los últimos treinta años”.
En los años que lleva en el nuevo partido, Dora se recibió de historiadora, luego de cursar sus estudios en la Facultad de Managua. Un compañero de aquellos años, Carlos Navarro, escribió en el Nuevo Diario de Managua: “Siempre mostró en clase una agudeza mental extraordinaria para analizar los procesos históricos y como mujer inteligente rechaza las ideas definitivas, acepta los problemas y los asume dándoles una perspectiva profunda y compleja”.
Con esa “agudeza para analizar los procesos históricos”, Dora deja un puñado de conceptos y análisis que vale la pena traer al presente. En febrero de 2005 decía: “Ese es el problema de los dos grandes partidos presentes en esta crisis (FSLN y el Partido Liberal Independiente): que ya no tienen programa. Lo han ido perdiendo en el camino. El programa del sandinismo, que era para construir una sociedad justa, era mucho más sencillo en el momento del triunfo de la revolución porque las cosas estaban más claras. Era fácil saber que había que hacer un ejército nuevo, una reforma agraria, una reforma urbana… Pero en los años 90, con la crisis del socialismo y de los paradigmas, la izquierda se quedó sin referente claro y enfrentada a la globalización, al poder del mercado, a la ideología neoliberal y conservadora”.
En un momento donde los discursos y los medios dominan la escena política, en el que muchas de las políticas de gobierno se construyen más a través de la palabra que de la verdadera acción, Dora plantea: “¿Qué papel darle al mercado en nuestras sociedades? Para alguna gente de izquierda, sólo mentar al mercado es ser capitalista. Falta valor para abordar a fondo estos temas, y por eso mucha izquierda prefiere no trabajar programas sino mantener discursos. Y discursos fuertes y radicales, un discurso ‘revolucionarista’ –como decía Lenin– porque en estos tiempos escuchar esos discursos reconforta”.
La justicia social y la lucha contra la pobreza siguen siendo verdadera bandera de lucha para Dora: “¿Y cuando hablamos de justicia social, de qué estamos hablando? Es una pregunta fundamental ahora, cuando todo el mundo habla de los pobres: el gobierno, los organismos internacionales, el Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional. Hace 20 años hablar de los pobres era radical y subversivo. Ahora la pobreza ya no es un asunto político; es una razón estadística”.
El remate se lo dejamos a su mirada sobre la democratización de los partidos políticos vigentes; habla de su país, pero tal vez resulte familiar: “Lo mejor que puede pasar en Nicaragua es que los partidos políticos se vayan democratizando, que sean partidos que tengan límites en el ejercicio de su poder, que aprendan a cultivar el trabajo en sus bases sociales, que sean menos clientelistas, que sean menos autoritarios, que estén menos dominados por el caudillismo”.
En esta construcción política, tal vez la crítica más aguda que pueda hacérsele a Dora (quien hoy es sinónimo de honestidad para los nicaragüenses), como al mismo MRS es que en la lucha por desterrar el fraude electoral y el caudillismo convoquen a sumarse a fuerzas que nada tienen que ver con su horizonte de ideales. Luego de las elecciones del 4 de noviembre, expresaron: “En el MRS creemos que este es el momento para construir la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales para luchar por el cambio total del podrido sistema electoral, para lograr elecciones limpias y transparentes, condición esencial de la democracia en Nicaragua. Ese es un imperativo para todos y todas, más allá de los intereses particulares de cada uno, de la orientación política e ideológica, de las formas de organización y expresión”.
¿Se puede pregonar una unidad con quienes siempre han sostenido banderas opuestas a los ideales sandinistas? ¿Se puede construir a partir de posturas tan disímiles; por reivindicaciones sociales las unas, por la vigencia del gran capital, las otras? ¿Es lo que en criollo se llama ‘hacerle el juego a la derecha’ posibilitar alianzas o políticas que luego serán difíciles de dejar de lado?
“Sería ideal que los partidos políticos se pelearan por erradicar la pobreza, que compitieran por eso. ¿Cómo va a ser un problema para mí, si soy de izquierda, que los liberales erradiquen la pobreza? Mejor, ya inventaré otra reivindicación como bandera”, dice Dora desde su blog, y nos deja pensando en cuál será la mejor forma de seguir luchando por una mundo mejor, más justo, en el que los viejos ideales no se vayan lavando, ni se vayan perdiendo por el camino del oportunismo y la hipocresía.