Palabras urgentes para reflexionar sobre la situación de Bolivia y la rabia que habita nuestro cuerpo.
Por Claudia Korol
“Somos la plaga”
KarenPastrana y Nina Uma
Tengo tantas palabras que no logran salir del nudo en la garganta. Tantos gritos amasados en el estómago. Tantas heridas en la piel. ¡Tantas heridas que jamás cicatrizan! Tengo tanto dolor en las manos. Tantas lágrimas en los ojos. Tanta bronca que me envevena la sangre. Tanta indignación que me desalma.
Tengo también tantas alegrías en el corazón. Alegrías que se comparten con las hermanas que esperaron este día rebelde de Chile, esta respuesta popular al golpe en Bolivia, este despertar del Abya Yala, esta refundación de los modos de sentir las revoluciones. Pero ¡ay! … mis hermanas… quién sabe desde qué dimensión lo pueden celebrar. Si alguien las encuentra les dicen que las siento cada día. Las alegrías tienen la mirada de la distancia y la ausencia. Son alegrías que se modelan en clave de rebelión, indígena, originaria, ancestral, popular. Alegrías que se ponen a soplar las nubes, para mirar la luna, que soplan la melancolía, para seguir caminando con firmeza. “Nunca tibias”, “arreciemos la lucha”, dicen en el momento de flojera mis hermanas. Vamos latiendo siempre con el corazón del pueblo, nunca adelante ni atrás, en el tiempo y modo de su andar.
Tengo tantas rabias al encontrarme con algunas teorías que se pretenden sabias, pero que no logran ni quieren sentir la vibración de un pueblo golpeado de golpes, y masacrado de balas. Palabras que huelen a un racismo camuflado. Indiferentes a los gritos de los pueblos que se levantan, con sus modos de nombrar lo que les quitaron y lo que nunca podrán quitarles. Pueblos que respiran y sudan dignidad y coraje, mientras aquellas sabiondas palabras dibujan jeroglíficos en academias y teatros.
Tengo tantas piedras en la mochila vieja. Tanto fuego rehaciéndose en el camino. Tantas hondas descolgándose de la memoria. Tanta barricada. Tanto olor a goma quemada. Tanto grito piquetero, carajo. Tanto viva chile, mierda. Tanto Haití exigiendo nuestra mirada. Tanto Ecuador que no se doblega. Tanta maestra de Chubut cortando rutas. Tanto pasamontañas y paliacates, pañuelos, banderas, símbolos de identidad y de revuelta. Tantas mujeres de polleras tejiendo y bordando la esperanza. Tanta piba, tanta cabra chica, tanta wawa, tanta gurisa enseñando que el pueblo no se cansa. Que va a caer, porque nosotras tenemos la decisión que caiga. La wiphala se respeta. El pueblo no se rinde, no se vende, no se entrega. La libertad no se transa. La vida no tiene precio. La muerte no tiene olvido. La impunidad no es refugio para nadie. A donde vayan los iremos a buscar.
Karen y Nina rapean diciendo que somos plaga. Y así estamos, en modo ¡cuídense! que sus golpes nos golpean pero no nos desbaratan. No pateen -así de bestias como son- el hormiguero. No sacudan -así de ignorantes como son- el avispero. De cada sacudida nos rehacemos, y volvemos más fuertes a la barricada. Somos las mujeres de abajo, las invisibles, las que les venden sus verduras, las que limpian sus resacas, las que les cuidan sus wawas. Mejor se cuidan ustedes, che, dueños y dueñas del palacio y la academia. Acá, en la intemperie, guardamos el fuego de las revoluciones pasadas, y de las que vendrán, porque las amasamos ayer, hoy y mañana.