Por Carina López Monja* – @Carinalopezm
A pocos días de cumplirse un año de la llegada de Macri a la Casa Rosada, el presidente se auto aprobó con un 8 y reunió a su gabinete en un retiro espiritual. La discusión sobre gradualismo o continuismo en materia económica, la transversalidad y la disputa electoral de medio término, parte de los ejes de debate 2017.
El número elegido por Macri para calificar su primer año de gobierno fue producto de burlas y críticas de gran parte del arco político argentino. Las promesas incumplidas en la campaña (desde ganancias hasta las expectativas del segundo semestre), la brutal transferencia económica a los sectores concentrados, la compleja situación económica fueron justificadas por la “herencia recibida” y ameritan más un doble cero (por cada semestre del año) que un generoso 8. Sin embargo este primer cuarto de mandato también pone en debate cómo seguir, con una disputa hacia el interior del propio gobierno y un escenario económico que nunca despegó.
En una versión de “Gran Hermano” de gobierno, durante 48 horas los funcionarios se reunieron en Chapadmalal y analizaron su primer año al frente de los destinos del país, que se cumple el próximo 10 de diciembre. A pesar de que las inversiones no llegaron, creció la desocupación, la desigualdad y se agravó la situación económica de la mayoría de la población, Macri justificó la demora y aseguró que no era David Copperfield. “Lo central es el aprendizaje de 2016, para mí y para los que estaban por primera vez en la función pública, hay que entender que es un proceso, requiere tiempo”, aseguró.
Según él, sus logros fueron “recuperar el diálogo entre los argentinos, salir del cepo, que el INDEC vuelva a funcionar”. Sin embargo, hasta los más entusiastas adeptos asumen que el parate económico, la expectativa de un segundo semestre con lluvia de dólares y la promesa de mejoras no se cumplieron. A esto hay que sumarle el endeudamiento, la especulación financiera y las inversiones que no llegan. Un año después, la aprobación de Macri se redujo, según distintas encuestadoras en 30 puntos y sólo un 19% considera que la situación económica es buena.
Tal vez el mayor logro de Cambiemos sea lograr finalizar el 2016 sin mayores sobresaltos. Como decíamos hace unas semanas en esta columna, “el gobierno demostró su capacidad para llegar a acuerdos en el Congreso, negociar –cual experimentado dirigente del PJ– dinero por votos y aprobación de leyes, sumó a sus filas y dividió a parte de la oposición política y logró contener el conflicto social, a pesar del brutal ajuste y las movilizaciones que se sostuvieron (contenidas) durante todo el año”.
El mismo esquema no podrá sostenerse en un 2017 electoral y sin crecimiento, teniendo en cuenta algunos de los puntos que siguen.
Transferencia de recursos, consecuencias en el consumo
El primer año de Macri estuvo signado por la transferencia de recursos de los sectores humildes a los de mayor poder adquisitivo. Los grandes ganadores de la gestión PRO fueron las patronales del campo (con la eliminación de retenciones a las exportaciones), las empresas mineras, los bancos, las empresas eléctricas y el capital inmobiliario. Los sectores industriales, el comercio y todos aquellos que dependen del consumo perdieron como en la guerra.
Un ejemplo de esa transferencia, calculado por el Centro de Economía Política Argentina, es lo que implica el monto destinado a la Emergencia Social en comparación con las retenciones perdidas por las medidas de gobierno. Según el CEPA, la transferencia de recursos del Estado hacia los exportadores ascenderá en 2017 a 84.708 millones de pesos, nueve veces más que el monto destinado a los trabajadores de la economía popular en el marco del acuerdo.
La caída del poder adquisitivo no sólo generó una situación económica difícil para el pueblo argentino, en donde la inflación se comió el salario, sino que contrajo o hizo colapsar a importantes sectores de la economía. Los índices oficiales dan cuenta de este escenario y el propio Miguel Braun, secretario de Comercio, se sorprende de que no haya repuntado el consumo. Promete que “llegará el año que viene”. Algo parecido a lo que se dijo en el segundo semestre. En el cierre de año se ensayan programas para reactivar la economía como el Ahora 18, los pagos extras y los bonos navideños, pero son parches en un esquema que se profundizó durante todo el año y que tiene, en las paritarias 2017, una nueva batalla por parte de los trabajadores.
Despidos y aumento de la desigualdad y la pobreza
La segunda promesa de que no haya despidos en Argentina ya no tiene efecto. El acuerdo firmado el pasado 23 de noviembre entre empresarios, sindicatos y gobierno que establecía el compromiso de no despedir ya cuenta con nuevas suspensiones y cesantías que muestran que lo escrito con la mano se borra con el codo.
La destrucción el empleo, impulsado desde principio de año por el Ministro de Modernización Andrés Ibarra en el ámbito público y que rápidamente se extendió al ámbito privado ya cuenta con 6.145.821 despidos en el sector privado, cifra oficial que según observatorios se llega a triplicar.
Esta semana iniciará con un paro petrolero, luego de conocerse la decisión de YPF de cesar la actividad en 33 equipos petroleros en Neuquén.
Criminalización de la protesta y la pobreza, el caso de Milagro Sala
A lo largo de todo el año, el gobierno se encargó de marcar un nuevo paradigma en relación a la protesta social. El fallido protocolo antipiquetes, la represión a Cresta Roja, la creciente criminalización y juicio a referentes de diversas luchas en todo el país, que tienen como punto máximo la arbitraria detención de Milagro Sala en Jujuy. A casi un año de la detención de la referente de la Tupac, las críticas ya no llueven sólo desde Argentina, sino que arrecian desde afuera. La CIDH, la ONU, la OEA y hasta el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, le han pedido explicaciones al presidente argentino de por qué se niega la libertad a una persona que no fue condenada, violando de esta manera el principio de inocencia.
La primer detención de Sala, en pleno acampe de su organización fue la primer muestra de arbitrariedad y es reconocida, hasta por los más críticos a Sala como un “vicio de legitimidad a todo el proceso judicial posterior”. La arbitrariedad en la detención de Sala, que lleva presa casi el mismo tiempo que Macri pasó en la Rosada, es un grave antecedente para cualquier lucha y movilización popular. No se trata de un debate entre “garrotes y chequeras” sino de una política de avance contra quienes se movilicen en las calles, que se viene desarrollando a lo largo y ancho del país y merece un repudio unánime, más allá de las discusiones políticas.
La rosca política y la discusión sobre el peronismo
Cambiemos demostró tener alfiles para la rosca política en general y para la parlamentaria en particular. Con minoría en el Congreso, logró el apoyo de leyes, negoció con la oposición y consiguió los votos para avanzar. El diálogo con gobernadores, sindicalistas y movimientos sociales, dinero mediante, estuvo a la orden del día. Pero todo eso puede terminar.
Entre los debates por debajo de la mesa del retiro espiritual, estuvo el encabezado por el titular de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, quien planteó la necesidad de ampliar Cambiemos a sectores del peronismo, avanzar en pactos a nivel federal y aceitar la “rosca”, incluso con el Frente Renovador, de cara a un escenario más complejo para Macri en una coyuntura electoral. En un escenario económico donde las promesas de reactivación vuelven a quedar en la nada, los sectores políticos que dialogaron y cogobernaron con el PRO se despegan para pensar su propia estrategia electoral.
Para Horacio Verbitsky, se trata de la construcción de un nuevo bipartidismo entre Cambiemos y el Frente Renovador, que reflejan las disputas de distintas fracciones del capital para disciplinar a la clase trabajadora. Si con Macri gobierna por primera vez el sector económico más concentrado, las grandes empresas extranjeras y los CEO y sus medidas afectaron a importantes sectores del capital industrial, las críticas y la iniciativa del Frente Renovador en este último mes busca dar disputa a ese sector. La fragmentación de la oposición, las luchas al interior del PJ, el fallido lanzamiento de la Convocatoria Federal Kirchnerista (CFK), por diferencia de las agrupaciones que se alinean a la ex presidente Cristina Fernández, es una fortaleza para Macri y para consolidar ese bipartidismo.
Desde la izquierda, las dificultades para marcar unidad en la lucha y en la resistencia frente al gobierno macrista a lo largo de este año y las luchas intestinas al interior de este campo, tampoco aportan al tablero electoral.
Otro de los debates que surge con fuerza está vinculado al gradualismo o la continuidad en materia económica en este primer año. Para los sectores “ortodoxos”, los acuerdos del Congreso y algunas de las políticas económicas implicaron una ampliación del déficit fiscal y evalúan con ojos críticos la emergencia social y los gastos desmedidos en “ayuda social”. Incluso, dentro del propio gobierno muchos rechazan que se sostenga un 2017 con una economía gradualista, alto déficit fiscal e inflación.
Para los halcones, si el éxito político se paga con medidas sociales y déficit, la paz social sale demasiado cara y no difiere mucho del “populismo kirchnerista”. Será entonces que ¿el 2017 es de gradualidad para pasar airoso las elecciones de medio término y avanzar con el ajuste en 2018?
El gobierno no PJ de Macri demostró su capacidad de juego peronista. El uso de la caja, iniciativa y acuerdos políticos. Pero terminó el primer año y el contexto internacional no es el mismo. El proteccionismo de Trump, la crisis en Brasil, la relación con China, la recesión económica serán parte de las variables que expresarán las discusiones de cara al 2017.
Balances incómodos
El debate de la emergencia social, expresado en este portal por Francisco Longa el pasado lunes, dejo planteadas varias discusiones, entre ellas opiniones sobre el acuerdo en sí, sobre la clausula de paz social y los alcances de este acuerdo a posteriori, que deberán ser seguidos con lupa para que el gobierno los cumpla.
Entre las voces que rechazaron el acuerdo, coincidieron sectores muy diversos. Ahora bien, ¿Desde qué lugar se critica un acuerdo que implica resultados concretos materiales para miles de trabajadores y trabajadoras de la economía popular? En todo caso, cabe preguntarse si fue suficiente y si se podía obtener un acuerdo más favorable de cara a un sector de la clase trabajadora que genera más del 30 por ciento de la riqueza del país y que ha sido invisibilizado durante años.
El debate de fondo, luego de un año donde los sectores populares expresaron su dispersión en la calle y en la construcción política, es qué escenario se abre en 2017 para la izquierda y el campo popular que aspiran a un proyecto anti sistémico y alternativo, sin caer en la lógica y en la rosca de la política tradicional, sin ser funcionales a la misma, pero con la vocación de poder construir un proyecto de cambio que interpele al pueblo trabajador.
*Militante del Frente Popular Darío Santillán.