En el segundo programa de Disco Eterno, emitido todos los lunes a las 17 por FM Che Barracas, un acercamiento a Libertinaje, disco lanzado por la banda Bersuit Vergarabat, en 1998.
La historia de la Bersuit se remonta a fines de los años ochenta, cuando Juan Subirá, Pepe Céspedes, Carlos Martín y Alberto Verenzuela, quienes eran amigos de la infancia y fueron al mismo colegio en el barrio de Barracas, comenzaron a aprender a tocar instrumentos en su adolescencia. En 1987, ya con cierta experiencia musical en su haber, comenzaron a ensayar en La Casa de las Artes de la Vieja Avellaneda, un lugar donde se reunían artistas de diferentes ámbitos.
Allí, Subirá y Céspedes conocieron a un joven recién llegado de Avellaneda, llamado Gustavo Cordera, quien tras un viaje por Brasil había abandonado súbitamente sus estudios universitarios, se había rapado la cabeza y vendido su propia agencia de autos para dedicarse a la música. En el año 1990, gracias a alguna incorporaciones a la banda como Ruben Sadrinas (cantante de ópera, y que solía realizar coros para los Redondos) y Oscar Righi en guitarra, la banda logró consolidar una formación fija, que sería aquella que dos años más tarde, en 1992, grabaría el primer disco de la banda llamado “Y punto”, el cual contiene entre otras canciones algunos himnos bersuiteros como “El tiempo no para”, “Tuyú” y “Venganza de los muertos pobres”.
Libertinaje es un disco que marca un antes y un después en la carrera musical de Bersuit Vergarabat. Fue duramente criticado (y hasta censurado) por sectores del entonces gobierno nacional. Este álbum, doble platino en Argentina, lanzado en 1998 y producido por Gustavo Santaolalla, catapultó a la banda al estrellato nacional e internacional. El álbum en sí es una reliquia bersuitera, con temas como “Yo tomo”, “Sin cerebro, “Vuelos”, “Se viene”, “Murguita del Sur”, “Señor Cobranza” y “¿Qué pasó?”. Es la Bersuit en su punto más alto, en toda su locura y vorágine, es una buena expresión callejera de lo que ocurría desde abajo frente a un gobierno antipopular que ahogaba a los sectores marginados. Algo andaba mal. Algo estaba por ocurrir. Se venía el estallido. Y la Bersuit lo sabía.
Producto de su contexto, Libertinaje pone sobre el tapete un tema tan amplio como doloroso e incómodo: la corrupción. Estamos llegando al final de una década que culminó un plan económico, político y social cuyo espíritu y objetivo no fue otro que el de mantener al margen a las clases populares, devastar su poder adquisitivo y quitarles oportunidades de expresión política y social. El neoliberalismo de Martínez de Hoz y todos sus socios económicos y políticos, toda la complicidad de las corporaciones, las empresas y la sociedad civil, estaba llegando a su auge. El menemismo lo estaba haciendo palpable. Aquello que Rodolfo Walsh denunciaba en su Carta Abierta a la Junta Militar se volvía carne y piel. El pueblo, como sujeto histórico, sentía los pisoteos de un gobierno permisivo con las empresas transnacionales cuyo compromiso era únicamente con sus accionistas y sus ganancias.
El contexto de la época parece hablar por sí mismo. En 1998 el déficit comercial es de 3000 millones de pesos y la deuda externa sube 140.000 millones de pesos. El PBI sube un 3,9%, aunque cae fuertemente en la segunda mitad del año. La desocupación se mantiene en el 13,2% pero aumenta galopantemente la subocupación. En tanto, el grupo Exxel compra Musimundo; Citicorp, la Editorial Atlántida y Canal 11. Con Patio Bullrich, Soros tiene todos los shoppings de la Capital.
Pero, ¿qué pasaba en Latinoamérica por aquella época? Sin profundizar, tomaremos como eje las elecciones nacionales efectuadas en Venezuela el domingo 6 de diciembre de 1998 para elegir al presidente de la República, de las cuales resultó ganador Hugo Chávez del MVR, con el segundo mayor porcentaje del voto popular en 4 décadas (56,20%), sucediendo a Rafael Caldera en la presidencia en una de las campañas electorales más polarizadas del país de los últimos tiempos: medios de comunicación, artistas, empresarios, e incluso gobiernos extranjeros, daban su candidato favorito abiertamente. La publicidad proselitista se utilizó de manera muy agresiva y fue el derrumbe definitivo de Acción Democrática (AD) y COPEI como partidos predominantes en Venezuela, además del inicio del fin para La Causa Radical.
Imposible no hacer mención a “Señor Cobranza” en esta coyuntura. Pero más que en su letra o su espíritu, de los cuales ya se han hecho análisis y conjeturas, nos centraremos en otro aspecto. Uno más curioso, si se quiere. La canción era interpretada por Bersuit en sus shows, en ocasiones junto a Las Manos de Filippi, cuyo vocalista, Hernán de Vega, fue quien la compuso. Luego de firmar el contrato con Universal Music, Bersuit graba Libertinaje incluyendo “Señor Cobranza” en el listado de canciones. Son fabricadas veinte mil copias del disco, que no podían ser comercializadas por ser este tema una canción inédita, requiriendo autorización de los autores de la misma para poder publicar el disco. Universal firma entonces un contrato con Las Manos de Filippi para editar el disco Arriba las Manos, a cambio de los derechos de las once canciones que contenía el álbum, entre las cuales se encontraba “Señor Cobranza”. La compañía cumplió con su parte del contrato fabricando cinco mil copias del disco, pero sin promocionarlo, lo que motivó el malestar de la banda con la compañía discográfica y con Bersuit Vergarabat, que, junto a su productor, Gustavo Santaolalla, fueron ridiculizados en el arte del siguiente disco de Las Manos de Filippi, llamado Las Manos Santas Van a Misa.
Con sus curiosidades, con sus canciones para bailar, para temblar y para reír, pasa Libertinaje. Cordera le pone voz a la locura y a la fragilidad de una época que no se va a olvidar. Se trata de los Vuelos de ayer, unidos con los Señores Cobranza de aquellos años, que abrían sobres bajo las bancas, mientras los hijos del neoliberalismo vagaban por las calles, descalzos, sin esperanza, sin futuro. Los rehenes de la corrupción veían como ese futuro le pertenecía a otros. Pero recordar sólo sirve en función del hoy y del mañana. Justamente hoy, en un momento en el que el gobierno actual responde a los mismos intereses que el de aquella década tan nefasta y dolorosa, recordar se hace necesidad. Recordar no para la melancolía, sino para la acción. Sabemos que en nuestro país y en nuestra América, mientras el pueblo no sea protagonista directo de su historia, los estallidos siempre estarán a la vuelta de la esquina.