Por Simón Klemperer.…y ellos se juntan. La sorpresa de la semana, del mes, del año, del siglo, apareció hace unos días en los diarios: el Tata Martino se convirtió en el nuevo entrenador del mismísimo Barcelona Fútbol Club.
Hace más de un año que pienso insistentemente en escribir una ficción en la que contar cómo Marcelo Bielsa era contratado por el Everton inglés, cómo armaba su equipo, y fichaba a Muniain, Llorente y De Marcos, seguidos de Vidal, Alexis Sánchez y el Mati Fernández. Y así, como de regalo, se llevaba a Pastore y Pablito Aimar. Soñar no cuesta nada. De paso, “el loco” tiraba unas frases antimonárquicas, alteraba a la Corona Británica, y le daba un patatús a la Reina. Alto quilombo. Y obvio, llegaba a la final de la Champion, y la perdía. Nunca escribí la nota. Tal vez nunca la hubiera escrito. Pero a veces la realidad supera la ficción y pasan cosas como las que pasan.
Hace unos días Tito Vilanova, ese señor que estaba siempre sentado al lado de Pep Guardiola y que un día, cuando Pep se fue, se quedó sentado solo (vendría siendo a Pep, digamos, lo que Nito a Charly), decidió que, por razones que exceden a nuestro interés, dejaba de ser entrenador del Barcelona. Y yo, que trabajo en una oficina varias horas por día y me entero siempre de todos los súper-fichajes-primermundistas de boca de mi compañero Pancho (que está sentado al lado mío y tiene siempre las buenas nuevas y le brillan los ojitos cuando lee en internet esos rumores de traspasos llenos de ceros a la derecha) me enteré de la bombita de que uno de los posibles sustitutos era el mismísimo Marcelo Bielsa. Y claro, me puse muy nervioso. Muy pero muy nervioso y decidí ignorar total y absolutamente sus palabras. No vaya a ser que me llenara de esperanzas y expectativas que fueran finalmente truncadas por la realidad. Para qué sufrir al dope. Así que lo ignoré olímpicamente hasta que Pancho volvió a repetir el rumorcito ese bestial.
Y claro, no solo era el mejor rumor de entre todos los rumores posibles, Bielsa al Barcelona, sino que había que considerar que estamos en el medio de una racha de rumores lamentables en el ámbito local. Debemos estar pasando el momento más bajo en los últimos cien años en cuanto a rumores y contrataciones. Hace más o menos diez días que cada vez que abro cualquier diario, ya sean los de la corpo privada o de la corpo estatal, ya sean gratuitos o no, me dan unas enormes ganas de llorar. La noticia deportiva más importante de todas es la incorporación del Cata Díaz al Club Geriátrico Boca Juniors. Hay también otro posible refuerzo llamado Gigliotti que se lo trata en la prensa como si fuera Edinson Cavani pero no lo es. De hecho, aun no sé de quién hablan cuando lo nombran. Mañana se lo pregunto a Pancho. Cuestión, que entre la triste modorra que da la noticia del increíble fichaje de Daniel Díaz (como se verá, cuando uno dice Daniel en lugar de “el Cata”, la noticia adquiere aun menos importancia de la que ya no tiene) y la ansiedad e incertidumbre que me generaba el futuro del loco Bielsa, había una distancia oceánica.
Días después, en la noche del domingo, durante el transcurso de un pausado zapping, un canal de deportes anunciaba la posibilidad de que fuera el Tata Martino quien dirigiera al mejor equipo del mundo. Era como tener a Pancho en mi propia casa. No era Bielsa, pero casi. Un maestro como Martino, el tipo más sensato del panorama nacional, en el ojo de huracán. Cambié de canal inmediatamente. No había nada para ver, pero cambié de canal igual. No me gustan las falsas esperanzas. Prefiero el pesimismo a la fe. Hice como que no había visto nada y seguí surfeando el aburridísimo zapping que me hizo dormir como un animal.
En el medio de los sueños, cuando el equipo del Tata goleaba al Real Madrid e Iniesta recuperaba una pelota de taquito que a su vez era un pase gol, se me apareció mi “otro yo”, que a veces me habla y se ríe de mí. Me miraba y se reía burlesco. Me decía que no podía ser tan dolobu y disfrutar como un nene con esos rumores que, en nuestro sano juicio deberíamos ignorar a fin de no formar parte del gran circo del derroche de dinero, donde juegan veinte equipos y ganan dos. Me decía que así solo avalaba la farándula burlesca del mundo del derroche. Que así no cuestionaba los súper-fichajes-primermundistas-tremendamente-ofensivos-para-el-resto-del-mundo, incluso para su mismo mundo en crisis. Y que claro, ellos siguen gastando plata a lo loco porque los árabes tienen más petróleo que doscientas Vacas Muertas. Chevron mediante. Y terminó diciéndome que eso no era fútbol, que el fútbol era un juego que se juega en potreros de barrios donde la gente se divierte y no donde está lleno de estrellitas que venden crema de afeitar y que cada pierna les vale 40 millones de euros.
“Pero, angelito de la conciencia, ¿si no veo al Barsa qué hago, a quién veo, al globito?”, le pregunté. Siguió hablando de los potreros, del exceso del dinero, de las mafias, de la FIFA, del consumismo y del negocio sucio. Mi otro yo se me puso serio, me trató de consumidor de productos capitalistas y no me habló más.
Y sí, tiene razón, son espejitos de colores, mafias de las buenas, negocios de los malos, pero que lo parió, qué bien que juegan. Hace unos años había que ser hincha chileno, hace unos meses, hincha del Athletic, hace unos días, de Newell´s, y ahora… ahora aguante el Tata, que el fútbol a veces es un bodrio, pero otras, otras es una maravilla.