Por Francisco Parra
Dos jóvenes estudiantes chilenos murieron en Valparaíso al finalizar la marcha por la educación el pasado jueves. Un joven de 20 años salió a disparar porque vio un grupo de gente discutía con su padre.
Desde 2011 que las movilizaciones estudiantiles paralizan Chile. El conflicto, si bien ha bajado su intensidad, sigue presente, latente en la agenda pública. El pasado jueves 14 de mayo la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) convocó una nueva movilización, que agrupó 150 mil personas en Santiago y otras miles en distintas regiones. El lema de la marcha era “Que Chile decida su educación”, como una crítica a una clase política sin legitimidad por los casos de corrupción.
Las movilizaciones en Chile siempre han sido brutalmente reprimidas por la policía. Pero el jueves pasado se llegó a otro extremo. Dos jóvenes fueron asesinados mientras protestaban en Valparaíso. No fue la policía, sino un simple civil que decidió tomar un arma y disparar “al aire”, dos balas que terminaron con la vida de Diego Guzmán (18 años) y Exequiel Borvarán (25 años).
Primero se dijo que ambos estudiantes eran parte de un grupo de personas que intentaba colgar un lienzo en los muros de una casa, después de que estaban tratando de ingresar a la propiedad. Distintas versiones que escondían en el fondo un increíble argumento de “empate”, entre traspasar la propiedad privada de una persona, y asesinarla. Porque en Chile la mayor ficción que han creado las élites gobernantes es que el derecho a la propiedad está por sobre todo. El sistema de normas que rige a la sociedad chilena, la Constitución de 1980, toma a la propiedad privada como fundamental.
Finalmente un video demostró (repasado una y otra vez por la televisión chilena) que al momento de sus muertes Diego y Exequiel estaban caminando, en la marcha, pidiendo una mejor educación para Chile. Un grupo de gente discutía con el dueño de un local cuando su hijo, Guiseppe Briganti, de 20 años, tomó su arma y empezó a disparar.
Hoy se encuentra en prisión preventiva, a la espera de ser juzgado. 20 años podrían caer sobre él. Además del arma asesina, se encontró en su hogar cocaína y 5 millones de pesos chilenos en efectivo.
Pero la huella que dejó Guiseppe será difícil de borrar. Es el reflejo de una sociedad profundamente enferma, donde hay que justificar que ni Diego ni Exequiel estaban encapuchados para que la gente condene la acción. Los medios masivos al día siguiente le dieron la misma importancia a una serie de incendios en la Araucanía. Para ellos, que mapuches “criminales” quemen tierras empresarios millonarios es más importante que dos estudiantes asesinados en reclamo por una educación pública de verdad.
Sumados a los asesinatos de Diego y Exequiel, la sociedad chilena ha visto en las últimas semanas como la Justicia determinó que Pinochet le robó más de 6 millones dólares al Estado y que el actual Comandante en Jefe de la Armada lució en una actividad oficial medallas conmemorativas del 11 de septiembre de 1973. Actividad en la que compartió y se fotografió con la presidenta Michelle Bachelet y el actual ministro del Interior Jorge Burgos.
Resabios de esos 17 años de dictadura que siguen vigentes en Chile.