Por Rodrigo Cardozo
La banda germana dio su tercer show del Buenos Aires City Tour 2015 en La Trastienda, donde con un repertorio que jugó bastante de local, los músicos lograron una vez más conquistar a su público.
Alguna vez, si uno de esos teóricos de la nada acertara a hacer una desacertada lista de requisitos para que una banda fuera reconocida como “la mejor del mundo” o ese tipo de cosas que no dicen nada, quizá el 100 por ciento de los requisitos los cumpliría una banda tan germana como su origen y su extraño nombre: Die Toten Hosen (“Los Pantalones Muertos”, en su traducción literal, aunque metafóricamente refiera al aburrimiento en sí).
Lo del martes 19 en La Trastienda fue a la vez dos cosas: la tercera noche del Buenos Aires City Tour 2015, y la confirmación de que estos tipos en vivo son capaces de, literalmente, cualquier cosa. La receta de DTH es simple y a la vez compleja (anoten, aspirantes a rock stars): una banda terriblemente aceitada y sin complejos, excelentes canciones, un frontman criminal como Campino con una patología que lo hace arrojarse al público cada vez que puede, un carisma increíble y una humildad a prueba de balas que se pone de manifiesto al verlos paseando por San Telmo como si de su Düsseldorf natal se tratara o en la vereda de La Trastienda, sacándose fotos con todos y saludando a diestra y siniestra.
Poco después de las 21.30, la intro del clásico Sirtaki (aquél de la película “Zorba el Griego”) da inicio a lo que serán alrededor de dos horas de locura. ¿Y qué mejor manera de salir a desatar esa locura que con un enganchado de dos temas impresionantes como Strom y Du lebst nur einmal? Si la cosa empezaba así, uno podía esperarse lo mejor y más aún. Siguieron con otro clásico, Auswärtsspiel, compuesto y dedicado para los fans argentinos. Breiti, el guitarrista que sabe hablar español y traduce cada cosa que Campino trata de decir en su dificultoso y risueño castellano, anunció que iban a tocar una canción que compusieron hace 15 años cuando estuvieron tocando en Cuba. Así, la gloriosa Venceremos (Wir Werden Siegen) brotó por los parlantes.
Luego, vino un momento histórico para todos: por primera vez iban a tocar en suelo argentino Nur Zu Besuch, dedicada por la banda a su manager Jochen Hülder, que falleció en enero de este año. La emoción ante tamaño acontecimiento fue desbordante, un respetuoso silencio acompañó la ejecución de un tema tan emotivo. Pero la calma duró poco, y de ahí a la furia de Pushed Again, escrita en Argentina hacia 1997 cuando tanto ellos como su público en este país era muy diferente a lo que son hoy.
Como justo esa noche Joey Ramone hubiera cumplido años, el regalo fue una estruendosa versión de Blitzkrieg Bop de The Ramones, pero con la salvedad de que esta vez fue a tres guitarras, ya que Campino invitó a subir al escenario a un chico de una banda de artistas callejeros con quien el cantante improvisó un mini show en un paseo que hizo por San Telmo.
Del baúl de los recuerdos extrajeron Alles aus Liebe, quizá una de las mejores baladas que hayan compuesto estos dementes. Después del homenaje a The Clash con Should I stay or should I go (que debieron empezar dos veces, porque Campino tuvo un lapsus y empezó a cantar cuando no debía), otro momento top de la noche: Breiti se deshizo en palabras hacia Los Violadores y su coraje por componer y tocar una canción con una letra tan fuerte en plena dictadura militar. Claro, el himno Represión, coreada por todos a viva voz, dejó a varios al borde del desmayo.
La gente no podía más pero quería más, el calor era tremendo y la banda desplegaba magia a cada paso. ¿Cómo no meterse de cabeza al pogo cuando, pegadas y sin interrupción, electrifican el aire con Hier kommt Alex y Wünsch DIR Was? Al empezar este último tema, Campino apareció en una de las galerías del costado del lugar y comenzó a cantar entre la gente que estaba ubicada ahí. Se trepó a una columna mientras seguía cantando y se zambulló cual clavadista olímpico entre la gente mientras la banda seguía tocando. ¡Eso fue demasiado! Final de la primera parte del show con el sempiterno Schönen Gruss, Auf Wiederseh’n con absolutamente todo el público revoleando los brazos como ellos mismos han enseñado a hacerlo.
Para abrir los bises, Marie, la hermana de Campino, subió y acompañó a la banda en su interpretación de Alles wird vorübergehen. Y como para no perder la costumbre, otro dueto asesino, Bis zum Bitteren Ende seguida de otro clásico de Los Violadores: Uno, dos, ultraviolento con el espíritu de Ludwig Van Beethoven iluminando el lugar. Die Moorsoldaten, una hermosa canción compuesta en 1933 por prisioneros de un campo de concentración, dio inicio a la segunda tanda de bises. Hora y media y la banda no quería parar. Y cada vez era mejor todo. Pero (siempre hay un pero) una falla en el sistema de sonido (producto de las altas temperaturas reinantes en el escenario) hizo que tuvieran que improvisar una versión de Eisgekühlter Bommerlunder con Campi cantando con un megáfono.
Solucionados los desperfectos técnicos, y con todo el mundo dispuesto a disfrutar del último tramo del concierto, Breiti recordó entre risas que la primera vez que habían tocado en San Telmo (hace 15 años, marzo de 2000) también habían tenido inconvenientes (esa noche se desplomó el escenario a los 20 segundos de empezado el recital, por suerte no hubo heridos). Y hablando de San Telmo y sus callecitas, entonaron Días como estos, otra bellísima canción que sus amigos de La Vela Puerca ayudaron a traducir al castellano, dándole un tinte local a sus versos.
Argies, la banda local que había iniciado la noche, subió a las tablas para acompañar a DTH con el Police on my back que en su momento los londinenses de The Clash habían versionado. Y como siempre, el final fue con el himno futbolero You’ll never walk alone, con la felicidad brotando por los poros y cantando abrazados. Demasiado para una sola noche, muchos comentaban que no solamente había sido el mejor show del tour sino el mejor show de los Hosen que habían visto en sus vidas. Y es que con DTH pasa eso, pareciera que no les importara otra cosa que dar lo mejor de sí solamente para ganarse el trofeo más importante de todos: el corazón de su público.