Por Leandro Albani. Antepenúltima escena de un cuento por entregas.
El sillón del living era ese lugar propio y perfecto. Sentarse, estirar las piernas, recostar la cabeza en un almohadón, Rico dando vueltas sobre su panza, cosquillas y suavidad, dejar que todo pasara a otro plano más etéreo, las responsabilidades y preocupaciones bien lejos, a cientos de kilómetros, vaya a saber en qué planeta.
Rico maulló, movió la cola de un lado para el otro y apoyó la trompa sobre su piel. Todavía se sentía caliente y frágil.
Pensó qué hacer. “¿Qué hago, Rico?”.
El gato era un ovillo sobre su vientre. Cerró los ojos, se mojó los labios con la lengua, sentía el sabor de Julio, sus manos acariciando la espalda hasta el cuello, los cuerpos chocando y el placer final en la habitación, donde se filtraba la luz opaca de la ciudad.
Se adormiló en el sillón. En algunas horas ya no estaría allí. Y Rico tampoco.