Por Leandro Albani. La llamada de un amigo y la cercanía del partir. Nueva escena de un relato en diez entregas.
Hermano, qué alegría hablar con vos. No sabés cómo se te extraña. Volvé y dejá de joder con vivir allá, vení que acá está tu gente, no sabés cómo preguntan por vos, que cuándo viene, que el tipo está loco viviendo allá. Veníte, no sabés la falta que nos hacés, aparte la jodita acá no se compara. Ja, ja, ja. Pero qué guacho, llegaste y la pusiste. Sos un grande. Te entiendo, te entiendo, la mina no es una cualquiera, si vos lo decís debe ser así, pero qué capo, bajás de avión y derecho a la catrera con una mina, después contame cómo estuvo, contame, pero ahora decíme, qué tal tus cosas, el laburo, ese país de locos donde vivís, acá se dicen puras boludeces, yo ni pelota les doy. ¿Qué decís, que la mina qué?, es este teléfono que anda para la mierda, sí, te escucho, ¿qué la mina estaba triste?, ah, ¿qué suspira con tristeza?, pará que no escucho, teléfono de mierda, sí, entiendo, que notaste eso, bueno, viste que mucha bola no le doy a esas cosas, somos bien diferente en eso. Ja, ja, ja. ¿Tan poco tiempo, no te podés quedar más?, una semanita no es nada, siempre apurado vos, pero bueno, ahora que llegaste esta noche nos comemos un asadito, vino tinto y que sea lo que dios quiera, lo que dios quiera.