Por Melina Scattolino
Mientras tres proyectos de ley que buscan concientizar, prevenir y sancionar el acoso callejero se debaten en la Legislatura Porteña y en el Congreso de La Nación, agrupaciones y espacios militantes de todo el país intentan desnaturalizar la idea de piropo.
Una joven camina por una avenida. Viste unos jeans y una remera de la banda que más le gusta. Lleva en sus manos una campera, que los rayos del sol le obligaron a quitarse. Las bocinas de los autos que pasan no le impiden escuchar al hombre que se acerca lentamente hacia ella, marchando en sentido contrario: “Te cogería toda la noche, bombón”, dice. Indignada pero sin detenerse, ella sigue su camino. Probablemente sea porque ese comentario no la sorprendió. Seguramente sea uno más de los cientos o miles que escuchó desde antes de entrar a la adolescencia. Es que, como replica el ideario de la organización Acción Respeto, “el acoso callejero es una forma sutil y cotidiana de violencia que no existe mujer que no haya sufrido”.
Es en ese marco que Victoria Donda y Humberto Tumini, asesorados por organizaciones que trabajan para erradicar la violencia hacia las mujeres, presentaron un proyecto de ley en la Cámara de Diputados que propone desnaturalizar, prevenir y sancionar el acoso callejero a través del Código Penal. A esa iniciativa se suman en la Legislatura de Buenos Aires, el proyecto presentado por la legisladora Gabriela Alegre del Frente para la Victoria y el de Pablo Ferreyra, del frente Alternativa Popular. En estos casos, la propuesta añade esta figura al Código Contravencional y, además de multas económicas, prevé un protocolo de acción para la recepción de denuncias y la capacitación de los miembros de la Policía Metropolitana acerca de la temática.
Verónica Lemi, fundadora de Acción Respeto, destacó ante Marcha que “todas las propuestas surgen de la disconformidad que comenzaron a manifestar las mujeres en relación a un problema que está arraigado en la cultura desde siempre”. Es por eso que, aunque cuestionado por otros desempeños, se puede citar que “ya en 1906 Ramón Falcón había creado una ordenanza que prohibía atentar contra la dignidad de las mujeres”, agregó.
Desnaturalizar el piropo
A pesar de la visibilidad que estos reclamos tuvieron en los últimos cuatro años, aún persisten voces, sobre todo en los medios de comunicación y en el ámbito de la política nacional, que catalogan estos episodios como piropos. En la mayoría de los casos se intenta buscar matices que permitan distinguir entre agresión y halagos. Tal es el caso de la periodista Luciana Peker que, aún en una crítica coherente hacia los famosos dichos de Mauricio Macri acerca del tema, señaló que hay ciertos comentarios que tienen “una connotación linda” y podrían quedar fuera de la nueva legislación siendo que “lo que es agresivo no es el piropo en sí.”
Sin embargo, más allá de la violencia verbal, psicológica y sexual que aleja a estas situaciones de una experiencia placentera o que reconforte a quienes la sufren, el rasgo característico del acoso es la falta de consenso de la víctima. “¿Por qué alguien tiene que opinar sobre tu cuerpo, tu forma de verte y de vestir sin pedirte permiso?, reflexiona Lemi.
Danilo Castelli, referente de La Marcha de Las Putas Córdoba, señaló ante este sitio que la importancia está en el peso simbólico que tienen estas acciones que la ley se propone revertir y sancionar: “Las mujeres son cosificadas porque no son tenidas en cuenta como sujetos; para quienes las acosan son solo cuerpos.”
No es casual que las agrupaciones consultadas enfaticen que el acoso comienza aproximadamente en la pubertad. Para Verónica Lemi, esta práctica es un rito de pasaje, “es la forma en que los hombres mayores le marcan la cancha a las niñas indicándoles cuál es su lugar en la sociedad”.
Un cambio para las que vendrán
El proyecto de ley de Donda y Tumini tiene como objetivo principal la concientización del conjunto de la sociedad acerca del tema. Como señala Castelli, “son claves la incorporación en la curricula de la enseñanza primaria y la formación en empresas y espacios municipales”. Esto se propone contrarrestar algunas actitudes que se cultivan desde instituciones como la escuela, donde históricamente se sancionó la vestimenta femenina en lugar de formar a los varones. De esta forma, se está pensando en un cambio que, aunque a largo plazo, se propone desarraigar de la cultura estas formas de deshumanización de la mujer. Serán así las nuevas generaciones las que, al haber crecido con la ley, podrán dar un giro a estas actitudes sexistas e, incluso compartir sus ideas con sus predecesores.
Además, la presunta ley instará a los espacios públicos y privados de uso público en donde el acoso es más frecuente, a colocar carteles que aporten a generar conciencia y que contengan el artículo expreso que establece las multas. Es así que para Lemi, aunque las sanciones puedan quedar meramente en algo anecdótico, este protocolo constituirá “una bajada de línea sobre los ciudadanos y ciudadanas que, en consonancia con la Ley 26.485, exprese que esas actitudes no son aceptables para el conjunto de la sociedad.”
En el ámbito porteño, Acción Respeto y La Marcha de Las Putas, celebran la iniciativa que propone Gabriela Alegre para instruir a los y las oficiales de la Policía Metropolitana porque muchas veces las fuerzas no se involucran en estas situaciones, se niegan a tomar denuncias o, como manifestaron algunas víctimas a estos espacios, las juzgan cuando les toman declaración.
En relación al acoso como figura penal, Castelli es optimista y afirma que con la ley “habrá gente que se abstendrá de hacerlo para evitar ser acusada de un delito, habrá personas que se sentirán más empoderadas para denunciarlo, y seguramente las municipalidades y empresas que trabajan en la vía pública harán algún esfuerzo inmediato en educar a sus empleados y empleadas para evitar estos problemas.”