Por Martín Grita
Estas vacaciones de invierno nos traen una nueva historia para ver en familia: la empresa multinacional del rubro entretenimiento Hoyts amonestó un desliz de sus empleados con desvinculaciones y suspensiones ejecutadas premeditadamente.
Como en McDonald’s o Burger King, en Hoyts existe una jerarquía burocrática: quienes recién ingresan a trabajar son llamados “Groom”, son empleados en período de prueba contratados indistintamente por quince días, un mes o tres meses, a los que se les promete la posibilidad de quedar efectivos. Estos empleados iniciales, que sirven a la empresa como mano de obra barata, pueden pasar por los tres sectores principales de la empresa: Boletería (donde se venden entradas), Concesión (donde se vende comida, golosinas y bebidas) o Floor (sector que se dedica a la limpieza de las salas y a guiar a los clientes hacia allá). Quienes quedan efectivos son denominados “Oficial de ventas y producción” si son cajeros en cualquiera de los dos primeros sectores mencionados u “Oficial de servicios” si son quienes cortan las entradas y limpian las salas. Siguiendo en la jerarquía están los “Oficiales calificados”, que son los encargados. Tienen personal a cargo y se dedican a ordenar sus tareas. Los subgerentes realizan principalmente tareas de oficina, tareas burocráticas. Hay subgerentes por cada sector, además de un gerente trainee, es decir, entrenando para ser gerente. Por último, hay un gerente general por cada complejo.
Todos los meses, los empleados de Hoyts reciben un cupón con dos códigos de barra que contiene diez entradas gratuitas para el cine y cinco descuentos a mitad de precio en los combos que están a la venta. Los cupones de beneficios tienen fecha de vencimiento y, en general, se extienden por un mes desde el momento en que son entregados a los empleados.
Durante el mes de mayo, la gerencia de Hoyts Temperley notó irregularidades en torno a los códigos de barra y las entradas gratuitas impresas. Se verificó que algunos de los empleados estaban utilizando la tecla “Multi” del sistema, que permitía multiplicar la cantidad de entradas impresas con cada código de barra captado por el lector. Ante este hecho, la gerencia comunicó que se tomarían medidas. Sin embargo, el sistema siempre permitió que se utilizara esa tecla para multiplicar lo que se seleccionara, sin que hubiera ningún problema.
Como “castigo” y amenaza para los demás empleados, dos cajeros del complejo fueron despedidos el 1 de junio pasado, mientras que otros ocho empleados fueron suspendidos. Los demás trabajadores del complejo repudiamos esta actitud frente a nuestros pares, no sin reconocer la falta en la que se vieron envueltos nuestros compañeros. Sostenemos, sin embargo, que el error no es meritorio para los despidos.
La falla en la ley
La gerencia acusa a nuestros compañeros de un fraude que ellos mismos cometen. Omar Barreiro, gerente general de Hoyts Temperley, le regaló entradas al dueño del circo Circus adelante de todos los cajeros que estaban ahí presentes, porque, a su vez, él le había regalado entradas para su circo. Además, más de una vez vimos a subgerentes llevarse comida del cine sin pagarla, o nos enteramos de que cambiaban entradas por comida en el McDonald’s o Burger King de Coto, donde está el cine. Esta y otras hipocresías se dejan ver todos los días en nuestras jornadas laborales.
Mientras la gente que no labura en el cine se acerca para ver películas, nosotros, los empleados, vemos otras cosas. Vemos que los ascensos nunca son por mérito, sino que dependen de quién tiene más puesta la camiseta de la empresa, o directamente quién la lleva tiene tatuada. Vemos que los que hasta ayer eran tus pares, tus compañeros o compañeras, en muchos casos te traicionan después si es necesario. Vemos injusticias todos los días; nosotros, los cajeros, los que corremos de acá para allá, los que damos la cara cuando un cliente viene caliente por cualquier cosa, los que chivamos, los que ponemos el cuerpo, los que laburamos.
La hipocresía es un lugar común en todas las empresas de formato multinacional que abusan de las jerarquías. Pero en este caso, la hipocresía se imprime en hechos: mientras algunos empleados y empleadas de la empresa trabajan desde hace años con un contrato de 100 horas mensuales, las y los empleadores toman personal en período de prueba ofreciéndoles una contratación de 200 horas mensuales por la conveniencia de pagar más barata la mano de obra durante ese período. A quienes trabajamos allí nos sorprendió la cantidad de empleados en período de prueba efectivizados durante los últimos días, ya que desde los últimos meses se comentaba que la planta permanente de la empresa estaba sobrecubierta, por lo cual ya nadie podía quedar efectivo. Pero ante la novedad de los despidos, salió a la luz la intención de la empresa: reemplazar a los más antiguos por empleados nuevos a los cuales no se les paga antigüedad.
Como todas las empresas capitalistas, Hoyts no tiene pérdidas. La multinacional aprovechó un “fraude” provocado por los empleados para matar dos pájaros de un tiro: recortar gastos reemplazando a dos empleados con antigüedad y amenazar a las y los demás con una advertencia disciplinar que busca “corregir” nuestras actitudes.
No nos amenazan con patovas, no. Su advertencia disciplinar es echando a nuestros compañeros, demostrando que tienen el poder de dejarnos sin laburo de un día para el otro, porque estamos en otro lugar de la jerarquía burocrática: el lugar de abajo, el lugar que se puede aplastar, el lugar del que tiene que estar en su lugar… y nada más.
Nuestros compañeros fueron despedidos, sí, pero nosotros no nos pudimos despedir. Eran, claro, quienes siempre nos sacaban una sonrisa y nos daban una mano en lo que necesitáramos. Ellos, los subgerentes, no. Ellos, los de camisa, los que se esconden de los clientes adentro de una oficina, siempre ponen cara de orto y marcan la diferencia por la jerarquía corporativa. Pero es verdad, hay diferencias: ellos no conocen el compañerismo ni el esfuerzo por el otro si ese esfuerzo no se hace por una cifra, por un número que les exigen los de arriba, los que mueven los hilos de toda esta farsa maquillada.