Por Mauricio Polchi
En la planta de Cresta Roja, el mismo sitio donde el presidente, Mauricio Macri, anunció el veto de la ley antidespidos, se realizaron ayer 50 despidos, que podrían llegar a 100. Las voces de quienes se siguen quedando en la calle.
“Voy a vetar la ley que, para mí, es antiempleo; es una ley contra los argentinos”. Esas fueron las palabras de Macri aquel 20 de mayo de 2016. Y así, con sólo una firma, dio de baja la norma que fue sancionada por el Congreso con el objetivo de frenar la avanzada del gobierno que dejaba (y sigue dejando) a miles y miles de argentinos sin trabajo. Se trataba de la Ley de Emergencia Ocupacional, sancionada por ambas cámaras legislativas, que prohíbe los despidos por 180 días e implementa la doble indemnización. Un freno para las empresas, que se erigen en unas de las más beneficiadas por el gobierno de Cambiemos.
“Cresta Roja es un símbolo de que sí se puede”, profetizó en aquella jornada la gobernadora María Eugenia Vidal, en clara sintonía con el mandatario.
En épocas de la llamada “post verdad”, donde las palabras construyen lo contrario a la realidad, donde la mentira se sostiene a fuerza de discursos bien elaborados y caras sonrientes, nos decía el Presidente: “No les voy a mentir, me comprometí a decirles la verdad. Yo no vine acá para hacer lo que me conviene, sino para que los argentinos tengan una nueva oportunidad”.
“Ese día nosotros sabíamos que era una mentira y en forma de repudio nos quedamos en el comedor. Y ya la segunda vez que vino no fue casi nadie a verlo”, contó Mariano, que tiene 24 años de antigüedad en la planta y este 20 de julio de 2017, Día del Amigo, se convirtió en un nuevo desocupado. “Llegué a las cuatro y media y en vigilancia me pidieron el número de legajo. Me buscaron y me informaron que estaba despedido. El papel que nos mostraron no explica nada, solo que quedamos desvinculados de la empresa”, detalló.
“Ahora hay más puestos de trabajo en la calle”
Sobre la autopista Richieri, mientras el caucho, la goma y la madera arden en el asfalto, los trabajadores bloquean varios carriles para exigir una respuesta favorable. “Los de afuera, en forma de reclamo, hacemos esta protesta. Y los que entraron, para apoyarnos, decidieron no faenar porque saben que mañana mismo les puede pasar a ellos también”, aclaró Mariano.
Proteinsa, la compañía que actualmente administra la empresa, se encuentra en negociaciones con el juzgado que llevó adelante la quiebra de la ex Rasic Hnos. y que le adjudicó la licitación el año pasado, para apurar los tiempos legales (por ejemplo para el traspaso de bienes) y destrabar el giro del dinero para el pago de indemnizaciones.
La avícola estuvo en quiebra durante seis meses, y en abril de 2016 volvió a faenar a partir del subsidio estatal “Reproducción Productiva” (Repro). La empresa fue presentada por la Administración Cambiemos como un símbolo de recuperación económica. A pesar de los augurios de la Casa Rosada, después de la intervención del Ministerio de Trabajo, la planta volvió a producir pero con sólo un tercio del personal, rebajas salariales y contratos temporarios: algunos sueldos llegaban a los míseros montos de 6000 pesos con promesas futuras de “normalización de la compañía”.
“Muchos de nosotros, después del cierre de Rasic en 2015, logramos ingresar en la primera tanda a trabajar. Sin embargo, perdimos antigüedad, con el agravante de que aún no cobramos las indemnizaciones correspondientes. Y encima ahora nos quedamos en la calle”, explicó Cristian, otro de los despedidos. “Soy el único de mi sector”, señaló y descifró el entramado que impulsa la decisión de la compañía. “Como los delegados no nos estaban representando, con los compañeros elegimos a un representante de cada sector como veedor. Y yo salí seleccionado. Entonces nos pusimos al frente de las negociaciones para reclamar y luchar por las cosas que nos corresponden. Y bueno, hoy quise entrar a trabajar y no me dejaron”.
Carlos, otro de quienes echaron, labura en esta planta de El Jagüel desde hace 23 años. Su trayectoria viene desde la época de Rasic, donde ingresó en 1994; es decir, más de 20 años. Carlos cuenta que cuando Cresta Roja abrió “se reactivó a medias” porque “todavía hay compañeros en la calle y ya se vencieron todos los plazos para que sean reincorporados”. Es decir, que a los cientos de operarios que no pudieron ser reincorporados, se suman los nuevos despedidos de la jornada de ayer. Y, sin perder el humor, ironiza: “Ahora hay más puestos de trabajo en la calle”. Hablar con cada uno de los despedidos, con quienes resisten, con quienes temen por sus puestos de trabajo es encontrarse con caras de desilusión y palabras firmes: “Vino a usarnos”, dicen, cuando rememoran el acto de mayo del año pasado. Y rematan: “Macri y Vidal hicieron una pantalla con todo esto. Y acá nos ven”. En épocas de la post verdad, la desocupación sí se ve. Y no hay palabras que alcancen para deconstruirla.