Por Alicia Morón. Sobre “Fueye” de Jorge González (Buenos Aires, Editorial Común, 2011)
Fueye es una historieta (o novela gráfica) originalmente publicada en España, en 2008, y editada en Argentinaa fines de 2011. Y es un libro hermoso.
Jorge González dibuja maravillosamente bien y sin embargo en Fueye eso pasa a un segundo plano; el protagonismo no es ni de los dibujos ni de las palabras, sino de la narración. Los dibujos de González se ajustan a la difícil y hermosa tradición de historietas (George Herriman, Will Eisner, Hugo Pratt…) que entienden que las imágenes no están sólo para ser vistas, sino para ser leídas, rompiendo así la vieja distancia que a veces las separa de las palabras. Y la lectura que propone González, aparte de estar ejecutada con un virtuosismo notable, es simple y hermosa: una historia 100% porteña sobre el tango, la inmigración, el amor, las traiciones y la melancolía, donde cada personaje es perfectamente delineado con muy poco (el inmenso bandoneonista Vicente es uno de los personajes más poderosos y entrañables de las ficciones argentinas de los últimos años), donde todo lo que acontece está para algo, donde nada sobra, nada falta.
Y si bien el ritmo narrativo es muy clásico, cinematográfico en el mejor de los sentidos (las imágenes transmiten verdadera sensación de movimiento y por momentos tiene una fuerza conmovedora inmensa: los barcos, Vicente haciendo respirar su bandoneón), González también utiliza algunos recursos que confirman la perfecta solidaridad de su historia con los materiales que usa: Fueye sólo puede ser una historieta. Cada viñeta es clara y perfecta, y sin embargo González nos deja ver, ahí mismo, los bocetos de cada dibujo: rostros debajo de los rostros, manos debajo de las manos, como si estuviese dibujada la fuerza de la memoria, que sólo puede mirar hacia atrás mediante capas superpuestas y transparentes, afirmando que hay cosas que sólo pueden decirse sobre páginas sucias. Hacia el final, en el tristísimo último movimiento de la historieta, cuando las páginas se limpian, en vez de transmitir orden o limpieza, lo que muestran es vacío, haciendo que el lector padezca la falta de esa sensación inicial que llevaba a leer incluso los márgenes.
El otro punto destacable de Fueye es la espectacular reconstrucción de la Buenos Aires de los años diez, los treinta y los sesenta: las calles, los rostros, las palabras, los edificios; todo está perfecto.
Por todos estos motivos Fueye es una obra que merece estar ubicada no sólo entre las mejores historietas argentinas de todos los tiempos, sino también entre las mejores ficciones de los últimos años. Oesterheld, Breccia, Solano López, Quino, Pratt, Fontanarrosa, Muñoz, Sampayo, Trillo, Nine, por nombrar unos pocos, han demostrado desde hace mucho tiempo y con inmensa fuerza que la historieta no tiene nada que envidiarle a la literatura. González, como esos otros maestros, ha hecho que la literatura tenga motivos para sentir un poquito de envidia del modo tan bello en que se puede narrar en una historieta.