Por J.D.T. En pleno desarrollo del conflicto por la democratización de la UBA y sus órganos de cogobierno, una reflexión sobre el contenido y el legado en disputa de la Reforma Universitaria de 1918.
En principio, es fundamental diferenciar la institucionalización y asimilación del Estado de parte importante del programa reformista, de la Revolución universitaria en acto, en las calles de Córdoba, en su ideario radicalizado y sus métodos de acción directa.
Las historias oficiales universitarias han intentado mostrar los alcances de la Reforma únicamente como aquellos logros formales que, efectivamente, se mantienen al día de hoy. Pero sin duda el impacto fue mucho mayor. “Nuestro régimen universitario, aún el más reciente, es anacrónico –dice el Manifiesto Liminar, documento elaborado por los reformistas- y está fundado en una especie de derecho divino: el derecho divino del profesorado universitario”. El documento sostiene, a su vez, una crítica/propuesta completamente subversiva sobre el sistema educativo: “El demos universitario, la soberanía, el derecho a darse un gobierno propio radica principalmente en los estudiantes”. Al pensar el sistema universitario actual, en sus formas de representatividad y toma de decisiones, queda claro que los cordobeses de 1918 tenían una visión que aún al día de hoy es de avanzada.
El contenido y significado de la Reforma Universitaria de principios del siglo XX -hecho fundante del movimiento estudiantil argentino- han sido analizados desde distintas miradas políticas a lo largo de las décadas. En primer lugar, vale destacar, como afirman Martín Ogando y Mariano Harracá en el artículo Los dolores que quedan son las libertades que faltan (2007) que si bien la Reforma fue un movimiento político y social que muchas veces fue interpretado como un simple episodio más de la democratización del sistema político, de la mano de los sectores medios, tendientes a integrarlos a la modernización del sistema capitalista vigente, en realidad tuvo un impacto muchísimo mayor. “Con la Reforma ese reclamo explotó en forma excepcionalmente radicalizada y sumando un ideario que rebasaba en mucho este interés limitado, tendiendo a plantear una perspectiva renovadora, de transformación social a nivel continental”, afirman los autores.
Además, reducir el fenómeno reformista a un simple hecho más en el contexto de democratización del Estado durante la “república oligárquica” significaría obviar algunos elementos como “la teoría de ‘la nueva generación’, el americanismo y su derivación antiimperialista, una idea de ciencia reñida con el positivismo reinante, los ideales románticos teñidos de socialismo, los particulares marxismos surgidos en su seno, entre otras muchas formaciones discursivas y fuerzas políticas que la constituyen”.
La Reforma Universitaria que explotó en 1918 es, sin duda, hija de su tiempo en un sentido más amplio. Al analizar los sucesos y las declaraciones de la época en profundidad, se pueden ver claramente las influencias de la Primera Guerra Mundial, de la Revolución Rusa y hasta de la incipiente Revolución Mexicana. Otro de los factores internacionales de gran influencia fue la guerra de independencia cubana -de 1895 a 1898- y que, por lo tardío del proceso, tuvo ya un fuerte carácter antiimperialista y latinoamericanista, elementos centrales del movimiento reformista de 1918.
“Si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho a la insurrección”, afirma en uno de sus tantos memorables pasajes el Manifiesto Liminar, documento central de la Reforma. Escrito desde una perspectiva latinoamericanista de principio a fin, indica que lo que estaba sucediendo era una revolución y advierte que la juventud cordobesa “se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida”. Esto permite por lo menos cuestionar que los objetivos y fundamentos reformistas hayan sido resueltos con meros cambios formales e institucionales. Justamente por ser la lucha de un movimiento que excedió el ámbito universitario, fue ejemplo para la mayoría de los movimientos contestatarios al régimen del siglo XX.
Por otro lado, el impacto continental de la Reforma, cuyo punto más alto de alcance es quizás la experiencia cubana de la Universidad Popular José Martí, da cuenta de la radicalidad del proceso. El artículo El concepto socialista de la reforma universitaria, escrito en 1928, por Julio Antonio Mella, así lo expresa con claridad: “Queremos una Universidad nueva que haga en el campo de la cultura lo que en el de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores”. Mella fue el referente indiscutido de aquel proceso en la isla caribeña, rector de la universidad obrera con tan solo 20 años y sería el fundador del Partido Comunista Cubano en 1925, a los 22. Otras experiencias similares se desarrollaron en el continente con perspectiva similar como las Universidades Populares “González Prada”, de las que participó el Víctor Raúl Haya de la Torre cuando aún no llegaba a los 30 años de edad. Este joven, más allá de su recorrido teórico y político posterior, cumplió un rol central en la conformación del APRA peruano. Ambos casos dan cuenta de que los vientos de cambio en las universidades buscaron encontrar una expresión política por fuera que influyera en modificaciones sociales sustanciales.
Quizás este recorrido sirva para cuestionar a quienes intentan apropiarse del legado de la Reforma pero rechazan -y reprimen- a quienes tratan de hacerlo carne en la lucha ideológica y de calles. El principio de que reforma universitaria va de la mano con transformación social y de que la lucha estudiantil por ampliar su incidencia en las decisiones académicas y políticas de las universidades, es lo único que efectivamente podrá lograrlo, son elementos nacidos en 1918 y expandidos por el continente que expresan la necesidad y voluntad de subvertir órdenes establecidos. La resistencia y el enquistamiento a los espacios de poder por parte de quienes hoy gobiernan los destinos de las universidades, deberán ser superados por la movilización estudiantil y docente si de lo que se trata es de protagonizar una nueva Reforma.