Por Luka Morello / Foto por Gustavo Pantano
Un actor que parecía no tener una respuesta contundente frente al avance neoliberal, el kirchenrismo y principalmente Cristina Fernández de Kirchner, demuestra después del 13 que es capaz de construir una agenda y perspectiva política difícil de eludir.
¿Fin de Ciclo?
Las percepciones, el afán y el vicio del pronóstico en la política muchas veces nos lleva a transitarla como quien se sube a una montaña rusa y sólo espera el descenso vertiginoso para poder expresar la plenitud del acto. Las miradas cargadas de cortoplacismo han generado en ojos por izquierda o por derecha (en ambos extremos correspondientemente) desde conjeturas como “estamos en una situación prerrevolucionaria” hasta el tan expresado por vario “llegó el fin de ciclo”. El 13 de abril fue nuevamente un cachetazo a la ortodoxia y la comodidad ideológica que necesariamente debe voltear las miradas políticas hacia la realidad, único factor para interpelar e intentar cambiar.
No se trata, entonces, de expresar meros sentimientos sobre lo que pasó en Comodoro Py y mucho menos abonar a los discursos gorilas tanto por izquierda o derecha El 13 barre la teoría del fin de ciclo a cecas y debe interceder en las necesarias lecturas de quienes pretenden elaborar una opción popular en la Argentina.
Decíamos no hace mucho tiempo atrás, antes que el advenimiento electoral del neoliberalismo sea una realidad, que la acumulación de fuerza orgánica, la necesidad de visibilidad, la necesidad de interpelar con el diálogo y las propuestas a los sectores más progresistas eran tareas inminentes de las organizaciones que se proyectaran como posibles alternativas al kirchnerismo. Hoy las tareas no han cambiado demasiado, pero hay una agenda política que se instala necesariamente después del 13, y que no puede ser eludida.
El 2016 no es el 2001
El fin de un ciclo o, mejor dicho, la exposición de los techos que el kirchenrismo venía demostrando en sus últimos momentos (inflación, techos paritarios, fortalecimiento de la línea Berni, crisis del modelo de exportación sojera) empujaban a muchos a plantear una ineludible recomposición por derecha del “Proyecto”. Se esperó entonces una alternativa que pudiera recomponer la reacción dentro del PJ sin romper con la tradición kirchnerista y realizar los ajustes necesarios, producto de un agotamiento de un ciclo económico. La alternativa fue Scioli y entonces la realidad se amigó con el análisis. Sin embargo, Scioli no solo fue esto, sino que fueron dos elecciones completamente diferentes: una primera vuelta donde el candidato que tan poca confianza inspiraba para el ala de izquierda del kirchnerismo no llegó ni a superar a su rival ultra derechista. Y una segunda vuelta donde no se votaban caras ni representantes –ni siquiera se expresaba una aceptación o no del “Proyecto”–, sino que se debía decidir entre dos modelos totalmente diferentes, y por ende entre dos condiciones para hacer política muy distintas.
Tras los resultados del balotaje la crisis política se hizo sentir en el kirchnerismo, más precisamente en el PJ, con la apertura del libro de pases del FPV al amiguismo-pro. Entonces el fantasma del 2001 cerraba su cóctel. Teníamos el fin de un ciclo, teníamos el ajuste como condición objetiva irrevocable y teníamos la crisis política “de los de arriba”. El problema es que en 2016 existe un pequeño gran factor que en 2001 estaba ausente y entonces el juego de TEG se nos desmorona. En el 2016 existe una referente y líder popular llamada Cristina Fernández de Kirchner. Una Cristina que frente a la avanzada neoliberal y frente a la necesidad del pueblo de expresarse contundente y orgánicamente (el espontaneísmo no es un opción política, por eso es espontáneo) es más parecida a un Chávez argentino que a un Tabaré en Uruguay.
El Frente Ciudadano y el ser o no ser
La figura de Cristina Kirchner no sólo es una pieza ineludible en la política popular contemporánea; al mismo tiempo, la líder política con más legitimidad de los últimos 30 años en nuestro país se para frente a más de cien mil personas y dicta iniciativas y coordenadas políticas. Cristina Fernández llamó a construir un “Frente Ciudadano” que “no distinguiera colores políticos” y que sólo le preguntara a la gente si “vive mejor o peor que el 19 de diciembre”. Es decir, convoca a un frente que amplíe la base orgánica de Unidos y Organizados y que demuestre en medio de una interna feroz peronista que el kirchnerismo es el único que puede aglutinar un proyecto con perspectivas de gobernabilidad; convoca a amigos y cercanos a peronistas y no peronistas reavivando el ideal “frentistanacionalliberador” del peronismo (un frente patriótico dirán algunos) y por último delimita el sector social al cual interpelar (no creo que haya muchos sectores de clase alta que vivan peor después del 10). ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo delimitarse de una alternativa que tiene política, tiene una referencia ineludible y tiene una estrategia amplia?
El kirchnerismo orgánico no fue el que convocó a las masas a la insurrección popular frente a las medidas de ajuste de Macri, aunque muchos sectores se lo exigieran. Se lo exigieron para demostrar que no lo hacían. El problema es que se puede seguir toda una vida exigiendo y haciendo análisis sobre lo que no va a pasar, o se puede asumir la contradicción de que hay situaciones que requieren menos purismo e ideologisismo. El kirchnerismo es político e institucionalista, porque la etapa es política e institucionalista y no insurreccional.
No se ve como factible pensar una expresión política con vocación de masas y popular que no tome hoy en día la agenda que Cristina Fernández impuso el 13 de abril. Si la tarea no es solo resistir, sino fortalecer los pisos organizativos que se generaron en 12 años (por fuera y dentro del kirchnerismo) y se sigue pensando que es necesario generar otra política.
La unidad es una alternativa en pos ir pariendo alternativas. Tomar la agenda que propuso Fernández no es tan simple como sumarse al FPV, sino interpelar a un llamado que pueda, en nuevas condiciones, seguir fortaleciendo la tarea de aquellos que intenten dar una salida más parecida a Venezuela que a Uruguay. Fortalecer, organizar, interpelar y acumular. Siempre con el pueblo, ser: con lo progresivos, ser; con la ortodoxia y contra la realidad, no ser.
Hasta el día de hoy los diferentes espacios del kirchnerismo han valorado, según sus propias estrategias, qué es esto del Frente Ciudadano. ¿Quién y cómo dará los primeros pasos de este Frente mientras la interna del PJ consuma mucha de las fuerzas del viejo y nuevo peronismo? El Frente Ciudadano podrá ser una recomposición del kirchnerismo o podrá ser una forma orgánica de resistencia donde las opciones que intenten radicalizar el techo del kirhcnerismo puedan desarrollarse (quizás ambas). El Frente Ciudadano puede nacer un varias oficinas o puede surgir desde muchos barrios… Ese capítulo se lo dejo a la realidad por construir.