Por Tomás Rebord. A raíz del “asadito” en la ex ESMA, o “presentación del Plan estratégico del Ministerio de Justicia”, se hicieron visibles en el día de ayer diversos sectores del arco perteneciente a la izquierda tradicional y organizaciones de Derechos Humanos, expresando su repudio a la mencionada actividad.
Saliendo de los ejes ya analizados de en que consistió concretamente la actividad llevada acabo en la ex ESMA, y dejando de preguntarnos qué tan afortunada fue la elección del menú para la misma, nos encontramos una vez más ante la visibilización militante de un conflicto social.
Evitando la tendencia al reduccionismo mediático es importante detenerse, y analizar cual es la verdadera razón por la cual estas organizaciones se manifestaron públicamente, dado que a pesar de repudiar lo mismo, lo hacen expresamente por distintas razones; una vez esclarecido este punto es posible entonces evaluar sobre los resultados concretos, la efectividad, distorsión, o tergiversación de las intenciones políticas encontradas y su certeza con respecto al “timing político” por así decirlo.
Dentro de las organizaciones que convocaron a la movilización del Martes 8 de Enero, se encuentran el espacio Memoria, Verdad y Justicia, la Asociación de Ex Detenidos y Desaparecidos, la CTA identificada con Pablo Micheli, y agrupaciones de izquierda como el Partido Obrero, el MST y el PTS.
¿Por que convocaron? El Espacio Memoria, Verdad y Justicia en su convocatoria pública proclama que: “El próximo martes 8 de enero se realizará un acto de repudio al asado-brindis que el Ministerio de Justicia de la Nación realizara el 27 de diciembre pasado en lo que fuera el centro clandestino de detención, tortura y exterminio ESMA, por el que pasaron alrededor de 5000 detenidos desaparecidos.” Concretamente entonces, esta organización se manifiesta frente al Ministerio de Justicia por un “asado-brindis” de pésimo gusto, si se quiere.
Aparentemente esta línea sería compartida por el Partido de los Trabajadores Socialistas cuyos integrantes manifestaron en su portal web que: “Repudiamos las fiestas en la ESMA. Honrar la memoria de los detenidos desaparecidos es terminar con la impunidad”.
Con un criterio si se quiere más “amplio” el Partido Obrero, convoco a la misma movilización, con un eje de crítica más integral: “Nos movilizamos al Ministerio de Justicia, para que se vaya Alak” donde su repudio se dirige a la gestión del ministro con respecto a este espacio en su totalidad. Expresado en palabras de Jorge Altamira durante la manifestación: “La ex-ESMA se ha convertido en una suerte de unidad básica. Banalización de la lucha por los derechos humanos”. Una vez más, las ideas pueden ser completamente legitimas, pero nos encontramos entonces con la otra cuestión mencionada al principio de esta nota: El “timing”.
Supongamos que uno, como individuo o ente colectivo en una organización repudia la figura de Alak, por su historial político o por su desempeño frente al Ministerio de Justicia, ¿Es realmente oportuno visibilizar este repudio tras un presunto asado? ¿Mi profunda crítica tendrá su cabal expresión encolumnándose detrás de una “manifestación anti-asado” o sumándome a la fila de opositores pasivos cuyo accionar político se limita a una suerte de “efecto rebote” de todo comunicado oficial? ¿Encontraré el espacio político para construir una crítica más profunda jugando alineado a los medios masivos de comunicación cuyo interés se aleja claramente de la revalidación de los derechos humanos y se acerca más a una contienda personal y polarizadora frente al oficialismo?
La propuesta no es deslegitimar que tan ofensivo puede parecerle a alguien la actividad llevada a cabo en la ex ESMA, ni tampoco caer en el facilismo de repudiar una movilización por coincidir con la presunta “agenda” de los grandes multimedios; si se piensa desde estos ejes cualquier causa por noble o justa que sea, sería desprestigiable. Sin embargo, es necesario repensar la “escala de valores” política, a la hora de hacer visible un malestar social.
Moviéndonos en la realidad de hoy en día, con nuestra coyuntura propia, con los pertinentes avances en el área de Derechos Humanos y también con sus debilidades, ¿Qué grado de utilidad reporta socialmente el indignarse, el movilizar, el repudiar, cuando al fin y al cabo, el disparador fue esta actividad? ¿No existen acaso, causas de mayor urgencia, cuestiones más graves, mas indignantes a las cuales atender? Entramos nuevamente al terreno de la subjetividad absoluta, donde cualquier postura es válida, y nuevamente a nivel ético el que haya “males peores” no le quita importancia a los menores; pero entonces, ¿Si hago mi legitimo repudio detrás de este ya mencionado disparador, todas mis críticas que aprovecho a expresar, no se ven “comidas” detrás del slogan mediático? La Nación, medio de comunicación que apoyó todo golpe de estado que hubo en la Argentina, tituló: “Exigen la renuncia de Alak por el asado en la ex ESMA”.
La no-acción no es una opción, con lo expresado no se sugiere que dadas las podridas condiciones de los canales de expresión la salida sea una pasiva resignación, pero se debe ser consciente de qué juego uno está siendo partícipe, al dejarse enfocar por los polarizadores sociales por excelencia, y en ese caso, estando de acuerdo con la banalización de sus ideas, entender en qué lugar deja parado al recurso mismo de la manifestación pública con respecto a los conflictos sociales.
Los crímenes por trata de personas no se detienen, la megaminería contaminante continúa arruinando nuestros suelos, los campesinos del MOCASE siguen cayendo, estamos en vísperas del año de los asesinatos de Jere, Mono y Patom, militantes sociales, Imer Flores (jóven Qom) apareció muerto el sábado último en Villa Río Bermejito, Formosa… Y lamentablemente la lista sigue. El Martes 8, en Buenos Aires se marcho repudiando un asado.