Por Leonardo Del Grosso.* Acerca de la posición argentina en la Asamblea General de las Naciones Unidas en relación con la agresión imperialista a la República Árabe Siria.
El pasado 3 de agosto, cuando votó afirmativamente la resolución “66/253 B, la situación en la República Árabe Siria”, de la Asamblea General de Naciones Unidas (resolución manifiestamente punitiva contra este país árabe) la Argentina escribió una bochornosa página en sus relaciones internacionales. Esta contradice rotundamente los importantes pasos dados por nuestro país en dirección hacia la unidad nuestroamericana y resulta una contradicción total para con la causa de Malvinas y para con las diatribas presidenciales que esclarecen sobre la historia no oficial.
¡Qué hermosas suenan las palabras de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner cada vez que reivindica al pueblo paraguayo y repudia la Guerra de la Triple Alianza, cada vez que recuerda la gesta de la Nación del Paraguay cuando acometió, como tal, su camino de independencia y desarrollo, y cuando, en el siglo XIX, enfrentó con gallardía y heroísmo inigualables la guerra de la Triple Alianza! ¡Qué lindo se escucha la retórica presidencial contra Gran Bretaña por Malvinas o contra Repsol por YPF!
¡Y que doloroso es el puñal que hoy le está clavando a Siria el conjunto de países que votaron afirmativamente esa resolución del 3 de agosto, artero golpe del que Argentina, desgraciadamente, esta vez es cómplice activa!
Los paralelos históricos entre la Guerra de la Triple Alianza y la infame guerra que hoy el imperialismo le hace a Siria son notables: como el Paraguay de los Solano López, la Siria de los Assad es un país que se ha desarrollado en desafío -de la misma manera que Irán- a las potencias imperiales, tanto regionales como mundiales. Y hoy en Siria el libreto seguido por los Estados Unidos y demás estados de la OTAN es muy similar al que se ejecutó para destruir al Paraguay en el siglo XIX: Estados que actúan como testaferros, como Turquía, Jordania, Israel, Arabia Saudita y Qatar, entre otros, son los que hoy están asediando a Siria; como antaño fueron Argentina, Uruguay y Brasil quienes actuaron al servicio de los intereses británicos.
La táctica imperialista en Siria es la de crear una situación “interna” de máxima inestabilidad a partir de la cual, utilizando el pretexto de los sufrimientos de la población civil (como resultado del conflicto militar provocado por el mismo imperialismo), intervenir para llevar a cabo la “responsabilidad de proteger” a esa población civil, débil (por ser no militar). De esta manera, utilizando fuerzas mercenarias y fuerzas de operaciones especiales de la OTAN, se ejecutan todo tipo de crímenes y violencias, y luego se responsabiliza de estos crímenes al gobierno sirio, y así, los mismos criminales se disfrazan luego de justicieros que ofrecen su intervención para “proteger” a la misma población que ellos mismos ya han masacrado en operaciones de bandera falsa. A la vez, todo el aparato otánico de desinformación pública realiza una intensa campaña de criminalización del gobierno sirio y de instalación de la idea de una “guerra civil”. El bando destituyente es sólo legítima insurgencia, justificada por los pretendidos “abusos” de los gobernantes sirios y por las diferencias de carácter religioso.
Lo que pasa realmente es que la única parte que ha demostrado buena voluntad para cumplir los sucesivos planes de paz es el gobierno sirio. Pero como el imperialismo actúa siempre de mala fe, los planes de paz concebidos por Occidente están hechos para montar un escenario tramposo de tal forma de criminalizar al gobierno sirio y avanzar contra este último.
Todo esto porque Siria es una nación digna, que históricamente se ha enfrentado a la OTAN y contra el Estado de Israel, es decir, a los mismos enemigos de nuestra nación argentina. Como quedó demostrado -por si hiciera falta- en la Guerra de Malvinas y en cada votación donde se pide la solidaridad con Argentina por esta causa, donde los Estados de la OTAN e Israel siempre han votado en contra.
La resolución 66/253 B constituye una perfecta acta de criminalización del gobierno sirio y de establecimiento de las pautas intervencionistas con las que se ejecutará el plan expansionista de la OTAN, una declaración que sienta todos los precedentes jurídicos (de la juridicidad intervencionista de la actual ONU) para desplazar del gobierno a Bashar al-Assad.
Esa misma resolución condena al gobierno sirio por todo lo que falsamente se le atribuye, y en función de toda esta falsedad dispone una serie de prescripciones que no tienen otra pretensión que establecer que la “comunidad internacional”, a través de la ONU, que jurídicamente ate de pies y manos al gobierno sirio para que no cuente con legalidad para defenderse. Si se defiende, viola las definiciones de la ONU, y por lo tanto puede ser castigado. Es una resolución claramente destituyente, que alienta explícitamente a la oposición al gobierno de Siria, que etiqueta los pretendidos “delitos” gubernamentales como de “lesa humanidad” para poder actuar extraterritorialmente contra el presidente constitucional de la República Árabe Siria y que, al mismo tiempo, exige al gobierno sirio que abra las puertas y trate cortesmente a todas las delegaciones internacionales que quieran infiltrarse en su territorio. Además condena al mismísimo Consejo de Seguridad por no haber votado como quería la OTAN. Sería algo cómico, por lo ridículo, si no fuera trágico y no estuviéramos hablando de la vida y la muerte de un pueblo.
En contra de la resolución votaron Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, todos integrantes del ALBA. Además de ellos, votaron negativamente Bielorrusia, China, Federación Rusa, Irán, Myanmar, República Democrática Popular de Corea, Siria y Zimbawe.
¿Aplicarán en el futuro contra el gobierno argentino la receta que hoy aplican contra Assad? ¿Será criminalizada internacionalmente Cristina Fenández de Kirchner si se acentúan los diferendos con el Occidente genocida?
Es de tontos ayudar a nuestros enemigos. Además de alabar a nuestro prócer americanista Felipe Varela, las más altas autoridades argentinas deberían ser inteligentes, alineándose con los leales, y no con los traidores.
* Periodista, Universidad Nacional de La Plata.