Por Nadia Fink y Pablo Solana
Una foto bien guardada, un recuerdo que aparece, el Cuarteto Cedrón que toca y el Tata que desea tener esa foto. Un encuentro que reconstruye puentes entre generaciones, caminos que vuelven a juntarse.
El calor de la tarde no impidió que la juntada fuera con mate. Con mate y facturas. Una charla compañera en la que el padre y el hermano de Darío Santillán –asesinado junto a Maxi Kosteki en la represión de Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002–, Alberto y Leonardo, le acercaron a Juan Tata Cedrón una foto que Darío guardaba como un tesoro entre sus pertenencias. Así, el recuerdo, el pasado y el presente, las militancias, la poesía y las “canciones de protesta” fueron un hilo que trazó la mateada.
“La camisa roja, el estuche azul y el saco marrón que todavía lo tengo. Ya me queda chico, pero lo guardo porque está buenísimo”, dice el Tata mirando la foto. “Uno guarda las cosas que le quedan chicas esperando adelgazar, pero sigue ganando en masa muscular nada más”, retruca Alberto y la carcajada general nace sola.
A la ronda de mate le falta un integrante: Mariano Pacheco, quien se recupera de una lesión en su ojo por una bala de goma ligada en la represión frente al Congreso cuando se trataba la Reforma Previsional. No estaba él pero llegó su libro, Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo, escrito a seis manos con Ariel Hendler y Juan Rey. De allí la referencia por el gusto de Darío por el Cuarteto Cedrón, una recomendación de su profesora de Literatura Andrea:
“‘Porque era así esa época: no teníamos un mango’, cuenta Andrea. Sin embargo –recuerda– nunca faltaban los mates sobre la mesa, que acompañaran las extensas charlas, que a veces llegaban a durar horas, en las cuales los temas iban variando, pasando por la música (‘yo le recomendé Cedrón y él a mí a Hermética’). Es que Andrea había militado, siendo más joven, y Darío no lo hacía aún, pero se interesaba mucho ya por las cosas que pasaban en el país, en el continente y en el mundo”.
Leo recuerda que la foto era de 1999 o de 2000, esa época en la que Darío descubría la militancia en los setenta, su música, y empezaba a nutrirse de lo viejo/nuevo para sumarle al rock de Hermética y Malón que le corría en su sangre joven.
–En esa foto Darío tendría 18 años, te había ido a ver a un concierto… ¿Qué sensaciones te generan los pibes y pibas que escuchan al Cuarteto Cedrón, que van a verte?
–Me interesa que el público que nos ve, joven o no joven, sepa que lo que hacemos es poesía. Que puede ser una poesía de denuncia… Incluso cuando Gardel cantaba canciones, por ejemplo, sobre la prostitución, o que una piba se vaya del barrio porque quiere tener un poco de guita y se prostituye, eso es un problema social. Después hay un problema con la música, con el arte, hay un problema de emoción cuando vos hacés las cosas, que ese público que te viene a ver porque sabe que vos sos o zurdito o peronista o lo que quieras, pero viene porque tiene que ver con vos, se emocione también. La emoción no te la pueden sacar.
Entonces, yo pienso eso cuando veo a los pibes jóvenes. Eso que dicen en el libro de Darío, que cuando él escuchaba al Cuarteto buscaba una mirada más allá del panfleto de la militancia.
Cuando yo hablo de panfleto… yo hice la Cantata del Gallo Cantor, hice Balada del hombre que se calló la boca… Milité, pero eso no lo hubiera querido cantar, eh. La Cantata, después de lo de Trelew [el fusilamiento de presos políticos, en 1972]. Me la pasé ocho años llorando, sigo llorando, me vuelvo loco. ¿Por qué los tuvieron que matar? Yo no pienso en ganar, que maten gente y voy a hacer una canción. La hice porque me dolió el alma.
–Así como la profe Andrea le recomendó a Darío que escuchara al Cuarteto Cedrón para entender los setenta, ¿hay hoy una banda que se pueda recomendar para interpretar la época actual? Que te sorprenda, que te conmueva…
Yo no sé si hay que entender la época por la canción… la canción forma parte de la época, si vos contás cosas de la época. Pero yo te estoy diciendo un poco lo contrario: las rosas hace siglos que salen, y ahora también. Yo hablo de la rosa… Después si vienen estos hijos de puta y te lo matan a Maldonado… Hay que ganarles a estos hijos de puta. Y de ahí la cantata que hicimos con Gelman sobre los combatientes, dice eso, “Afuera sigue la lucha de clases” … Y yo creo en eso. Gelman fue un militante, escribió eso, pero también muchas otras cosas…
Tuñón me dijo –porque en el disco ese colorado le hice un reportaje [Cuarteto Cedrón canta a Raúl González Tuñón]– “detesto las teorías absolutas”. Que lo que haga un artista, un músico, aparte de lo imaginativo –que es lo más importante– tenga que ver con la realidad… Hay una cosa de imaginación, que inventás vos, que es una cosa que está en el aire y vos la ligás con las cosas de la realidad. Tuñón dice eso. Un hombre, un artista, un pintor, un músico, tiene que serlo en la vida y en la obra; si no, algo anda mal. Tenés que tener coherencia. Está en ese disco.
La referencia a Tuñón sigue tejiendo los hilos de la charla. El Tata le pregunta a Leo: “¿Vos conocés el poema o conocés la cantata, Chances?”.
–Sí, la tenía Darío en un caset.
–¿Tenía el caset Darío? ¡Lo grabé en el 76!
Y El Tata recita, de memoria:
Mientras el dictador o burócrata de turno hablaba
en defensa del desorden constituido del régimen
él tomó un endecasílabo o verso nacido del encuentro
entre una piedra y un fulgor de otoño
puso el dedo en la palabra inicial
apretó
la palabra inicial apuntando al dictador o burócrata
salió el endecasilabazo
siguió el discurso siguió
la lucha de clases
el capitalismo brutal
el duro trabajo
la estupidez
la represión
la muerte
las sirenas policiales cortando la noche
este hecho explica que ningún endecasílabo derribó hasta ahora
a ningún dictador o burócrata aunque
sea un pequeño dictador o un pequeño burócrata
y también explica que
un verso puede nacer del encuentro entre
la lluvia y la piedra
Y la realidad le cae, al Tata, como una gota, o una piedra cuando exclama: “¡Faaaa! ¡Lo hice en el 76, ya me había tenido que ir!
El tango, el rock y la penetración cultura
Darío y el Cuarteto Cedrón vuelven a cruzarse en otro pasaje del libro:
“La Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que dirigía Osvaldo Bayer, había llevado a militantes de Almirante Brown y Lanús a contar allí las experiencias del MTD y, como contraparte, algunos docentes iban a esos pequeños encuentros de formación que, por lo general, se llevaban a cabo en casa de la familia Santillán. Allí, antes o después de la clase, invariablemente sonaba el Tata Cedrón cantando ‘La calle del agujero en la media’, el poema de Raúl González Tuñón. Darío estaba fascinado con ese hallazgo que le había hecho conocer Mariano”.
Y otro de los amigos que merodea la charla es Vicente Zito Lima: abogado, periodista, autor teatral y dramaturgo que, cuenta Alberto, “hizo varios poemas y una obra de teatro dedicada a Darío. Es tanto el amor que Vicente le tiene y es tanto el dolor que donde está siempre lo trae. Incluso en la obra Eva Resucitada es increíble cómo él, hablando de Evita, lo nombra a Darío. Si bien son años totalmente diferentes, él lo trae”. Y el Tata cuenta que a Zito lo conoció en 1962, cuando hacían recitales de poesía con Juan Gelman y Paco Urondo. También cuenta que fueron junto a un grupo de artistas a la prisión de Trelew después de la Masacre y que no pudieron actuar por los controles que había: “No nos dejaron entrar, entrábamos desnudos si querían”, cuenta, todavía enojado.
Esa mezcla de deseos y gustos intergeneracionales que portaba Darío aparece en la charla. Alberto recuerda que también iba a ver a José Larralde, y que llegaba cada vez que podía a presenciar el programa de Alejandro Dolina después de las 12 de la noche: “Me acuerdo de que hacía la cola, entraba; siempre andaba muerto y lo que pedía era un vaso de agua”. La pregunta surge inevitable:
–Él escuchaba el Cuarteto Cedrón, escuchaba música clásica y escuchaba Hermética, los Redondos… ¿Qué apreciación tiene de esa cultura rock juvenil, que para Darío no era incompatible?
–Yo fui amigo de La Cofradía de la Flor Solar, de donde después salieron los Redonditos. Nosotros pensábamos que el rock era una continuidad del tango, por ejemplo, Almendra… El único disco de esos que tengo es ese que tiene “Muchacha ojos de papel”, ¡ese me gusta! Pero después nos dimos cuenta de que había una política de penetración. Se destruyeron discos que se hacían acá, no se escuchó más música nacional, se sacó todo lo nacional. Por ejemplo, eso de que el 50% de música que se pasaba tenía que ser nacional, como en Francia, que era como había hecho Perón acá, la pasaban entre dos y las cuatro de la mañana, cuando no escuchaba nadie. Igual que lo que están haciendo ahora con Radio Nacional.
Entonces, hubo una penetración… Mirá, hoy fui a hacer una gimnasia, toco el timbre y me responden “qué tal, Tata, ¿estás heavy?”. “On line”, “delivery”… yo leo poco las noticias, pero veo publicidad de zapatos, 29 dólares, 50 dólares, todo en dólares. Vos decís: ¿cómo hago para comprar este zapato? Toco ahí y está todo en inglés… Entonces, a nosotros nos doblegaron en eso. El Che decía: “El que ve un papel en el suelo y no lo levanta es un hijo de puta”. A esta altura del partido, ¿le tenemos que enseñar a la gente que si hay un papel en el suelo hay que levantarlo? ¿A la gente le tiene que doler el bolsillo para que sé de cuenta que están vendiendo el país? El rock es penetración, flaco…
–¿También el rock en castellano?
–Se penetra culturalmente y se saca la identidad. El otro día vi a un pibe tocando el bandoneón en la calle, lo felicité y le dije que viniera a verme. 32 años. Me cuenta que está haciendo cosas de Blomberg. “Ah, Blomberg es el que hizo ‘La pulpera de Santa Lucía’, ¿conocés?”. No, no la conocía. No conocía a Manzi. Eso es el rock.
Con Acho Estol, de La Chicana, nos queremos mucho. Son los primeros que nos cantaron. Y él me contó: yo cuando era pibe veía en la televisión el galán, los pibes con moñitos, engominados con esmoquin en “Grandes valores del tango”. Y el Acho me dice: yo vi eso y me fui al rock. Yo no, yo fui a un bandoneón. Yo vi eso también, pero nosotros teníamos otra estética, otro discurso poético. No el de mierda que nos mete la televisión. ¿Viste lo que es la televisión? No se puede ver nada. Y el rock tiene que ver con todo eso. Todo rock pasan. En castellano… ¿y qué tiene que ver el castellano con el rock? ¿Qué quiere decir rock and roll? Si nosotros teníamos chacarera, folklore, zamba, gato, lo que quieras, perro, conejo [risas]. ¿Por qué no hacen una vidalita, un triste pampeano?
Otros temas siguen surgiendo: la actualidad, los proyectos presentes y futuros (“Estamos constantemente haciendo, produciendo. Hicimos 5 espectáculos sin un mango. Arrabal Salvaje con 12 bailarines, El Puchero Misterioso que son como 20, villeros… con La Musaranga ahora vamos a hacer El Riachuelo. Hice la Cantanta del Gallo Cantor con La Lija, ¡y sin un puto mango! Ahora vamos a hacer una obra de títeres con Antonia, mi mujer”).
Pasaron tres horas y es tiempo de cierres. Están las fotos, las que se toma con Alberto y con Leo, y también en la que está Darío. El Tata besa la foto y la apoya en su piano; una instantánea que brilla.
Los abraza, se emociona, se ríe y no deja de contar anécdotas. Nos indica qué colectivo tiene que tomar cada uno según nuestro destino. Está en todos los detalles. Nos vamos un poco en silencio, contentos, también con nostalgia. “Yo creo que Darío estuvo acá, con nosotros”, dice Alberto. Y entonces vuelven esos versos de Juan Gelman que el Tata acaba de recitar:
Así como el cuerpo es uno y tiene
muchos miembros
pero todos los miembros del cuerpo siendo
muchos
son
un sólo cuerpo
si el pie dijera “porque no soy mano
no soy del cuerpo”
o la oreja como no soy ojo no soy del cuerpo”
o la flor “porque no soy rostro no soy el pueblo”
o el pueblo
“como no soy flor no soy del pájaro”
o el pájaro “porque
no soy árbol no soy del combatiente”
o el combatiente en su
tumba ” como no soy flor no soy pueblo”
y el pie
no mano ¿por eso no será del cuerpo?
y la oreja no ojo
¿por eso no será del cuerpo?
y la flor no rostro ¿por eso
no será del pueblo?
y el pueblo no flor ¿por eso no será
del pájaro?
y el pájaro no árbol ¿no será del combatiente por eso?
y el combatiente no flor ¿no será del pueblo por eso? ¿y
el pueblo de él? ¿y de él la flor que brilla bajo la pura mañana
en su sepulcro?
¿la flor que una mano en su tumba puso? ¿mano que
ni pie ni ojo ni árbol es
y pueblo es y cuerpo y combatiente?
¿mano que necesita pie y ojo y también flor? ¿pueblo
que necesita al combatiente? ¿gracia del día bajada sobre él
como flor como pueblo? ¿él sobre el pueblo
como gracia del día como flor?